“La noche en que están a punto de fusilarte apenas duermes. Prefieres pensar en cualquier otro asunto que nuble, en esos fatídicos momentos, tu cabeza.
Pero no duermes. Porque probablemente dormir sea lo más similar a la muerte. Al sueño eterno”.
Era una fría mañana del 20 de noviembre de 1936, en la cárcel provincial de La Florida, Alicante. Los presos se pegaban a sus rejas aguardando lo que los rumores daban por hecho: el fundador y jefe de la Falange Española, José Antonio Primo de Rivera, iba a morir fusilado.
Mientras tanto, los seis miembros del 5º regimiento, y otros seis milicianos de la FAI encargados del fusilamiento, tomaban coñac en un café próximo a la prisión. Allí intercambiaban sus primeras impresiones, sobre aquella figura política que aparecía en los periódicos y del que todo el mundo tenía unas palabras.
El dibujo que publicamos en este artículo retrata el fusilamiento, realizado por un preso anónimo de dicha cárcel. En la imagen se puede observar a cuatro noveldenses junto a Primo de Rivera. Sonaban las seis y media de la mañana cuando José Antonio Primo de Rivera llegó a la zona prevista para el fusilamiento. Pero no fue el primero en pisar el patio de la cárcel.
Allí se encontraban otras cuatro figuras pensativas y calladas que compartían una ideología similar: Luis López López, Ezequiel Iñesta, Vicente Muñoz Navarro y Luis Segura Baus, vecinos, amigos y compañeros de Novelda.
Pidió Primo de Rivera ser fusilado el primero.Lanzó con brusquedad su abrigo y se alineó junto a los otros cuatro detenidos, que sumergidos en un mutismo interior, recordaban y hablaban con sus familiares.
La muerte es silenciosa y no debían alterarla.
“¿Son ustedes buenos tiradores?”, preguntó José Antonio. Todos respondieron afirmativamente.
El sargento dio los sucesivos gritos de fusilamiento. Cerraron los ojos, frunciendo el gesto.
Era una fría mañana del 20 de noviembre de 1936, en la cárcel provincial de La Florida, Alicante. Los presos se pegaban a sus rejas aguardando lo que los rumores daban por hecho: el fundador y jefe de la Falange Española, José Antonio Primo de Rivera, iba a morir fusilado.
Mientras tanto, los seis miembros del 5º regimiento, y otros seis milicianos de la FAI encargados del fusilamiento, tomaban coñac en un café próximo a la prisión. Allí intercambiaban sus primeras impresiones, sobre aquella figura política que aparecía en los periódicos y del que todo el mundo tenía unas palabras.
El dibujo que publicamos en este artículo retrata el fusilamiento, realizado por un preso anónimo de dicha cárcel. En la imagen se puede observar a cuatro noveldenses junto a Primo de Rivera. Sonaban las seis y media de la mañana cuando José Antonio Primo de Rivera llegó a la zona prevista para el fusilamiento. Pero no fue el primero en pisar el patio de la cárcel.
Allí se encontraban otras cuatro figuras pensativas y calladas que compartían una ideología similar: Luis López López, Ezequiel Iñesta, Vicente Muñoz Navarro y Luis Segura Baus, vecinos, amigos y compañeros de Novelda.
Pidió Primo de Rivera ser fusilado el primero.Lanzó con brusquedad su abrigo y se alineó junto a los otros cuatro detenidos, que sumergidos en un mutismo interior, recordaban y hablaban con sus familiares.
La muerte es silenciosa y no debían alterarla.
“¿Son ustedes buenos tiradores?”, preguntó José Antonio. Todos respondieron afirmativamente.
El sargento dio los sucesivos gritos de fusilamiento. Cerraron los ojos, frunciendo el gesto.
Sonaron doce disparos secos y rápidos.
El cadáver de José Antonio yacía en el suelo muerto.
Los cuatro detenidos de Novelda permanecieron un tiempo hieráticos. Pero apenas tuvieron tiempo para examinar la situación, puesto que una segunda descarga acabó con la vida de todos ellos.
Y así fue como, Vicente Muñoz, Ezequiel Mira, Luis López y Luis Segura murieron fusilados en aquel 20 de noviembre de 1936.
Han pasado ochenta años.
Ahora han comenzado a surgir decenas de publicaciones sobre la compleja figura de José Antonio.
Pero de ellos.... nada.
Con todo, siempre quedan dudas por esclarecer.
Así, por ejemplo, hay quien asegura que los “mártires de Novelda” no merecen este calificativo, dado que, de igual forma (o más) que ellos, sufrieron cientos de miles de españoles.
Yo soy uno de ellos.
Otros, sin embargo, opinan que sí lo son.
En cualquier caso, las injusticias y crueldades de la guerra nos salpican a todos por igual, sin importar colores e ideologías.
El cadáver de José Antonio yacía en el suelo muerto.
Los cuatro detenidos de Novelda permanecieron un tiempo hieráticos. Pero apenas tuvieron tiempo para examinar la situación, puesto que una segunda descarga acabó con la vida de todos ellos.
Y así fue como, Vicente Muñoz, Ezequiel Mira, Luis López y Luis Segura murieron fusilados en aquel 20 de noviembre de 1936.
Han pasado ochenta años.
Ahora han comenzado a surgir decenas de publicaciones sobre la compleja figura de José Antonio.
Pero de ellos.... nada.
Con todo, siempre quedan dudas por esclarecer.
Así, por ejemplo, hay quien asegura que los “mártires de Novelda” no merecen este calificativo, dado que, de igual forma (o más) que ellos, sufrieron cientos de miles de españoles.
Yo soy uno de ellos.
Otros, sin embargo, opinan que sí lo son.
En cualquier caso, las injusticias y crueldades de la guerra nos salpican a todos por igual, sin importar colores e ideologías.