29 septiembre 2007

EL LÁPIZ DE GASTÓN CASTELLÓ: LA HOYA DE CASTALLA

La hoya de Castalla, es una zona montañosa cercana a la capital.

Su configuración es la de un cuenco rodeado de altas montañas, sobre las que destaca el Maigmó.
En el interior de la hoya, se asientan cuatro pueblos: Castalla, Onil, Ibi y Tibi, los tres primeros muy industrializados.
Cada población cuenta con su castillo situado en lo alto de un cerro, a excepción del palaciego de Onil, ubicado en el interior del casco urbano.
De las fortalezas guerreras, la mejor conservada es la de Castalla y puede que la más antigua, conservando una torre circular en buen estado; en Ibi sólo hay restos de muros y en Tibi, un tanto alejado del pueblo, se conservan algunos lienzos, aljibes y torres.
Ibi es el centro industrial de la juguetería peninsular. Su censo, de cerca de treinta mil habitantes, ha aumentado considerablemente en los últimos años, debido a inmigraciones de gentes procedentes del Sur y de la Mancha. La ermita de Santa lucía, con arcos apuntados, es monumento digno de ser visitado.
Onil posee una gran industria dedicada a la fabricación de muñecas, las cuales se envían a todos los lugares del orbe. Su palacio gótico renacentista, actualmente sede del ayuntamiento, perteneció a los Marqueses de Dos Aguas. Cuenta con una hermosa puerta de medio punto, de buena sillería, estando flanqueado por cuatro soberbias torres; sobre una de estas torres se levanta, airoso, el campanario de la iglesia.
En Castalla, al ser pueblo menos industrial, predomina la agricultura, disponiendo el término de grandes extensiones de viñedo, almendro y olivo. Su núcleo urbano cuenta con edificios notables: ayuntamiento, iglesia parroquial –siglo XVI-, convento de franciscanos y ermita de la Sangre. Esta ermita, situada en las laderas del cerro del castillo, dispone de una cripta en la que se exponen restos de esqueletos y esculturas antiguas, halladas en los labores de restauración, por el cura párroco.

Finalmente, Tibi, está dedicado casi exclusivamente a la agricultura. Pueblo alargado, situado horcajadas sobre una loma, cuenta con buenas aguas que manan de abundantes fuentes. Aguas que viajarán a diario a la capital, antaño a lomos de caballerías, catalogadas como una de las mejores de la provincia. El mejor atractivo monumental de este pueblo, lo representa el pantano, construido en sus cercanías. Se afirma que es el más antiguo de Europa en funcionamiento, atribuido a Herrera, Juanel y Antonelli. Taponando una garganta, construido a base de buenos sillares, se precia de ser una verdadera obra de ingeniería.
La gastronomía de la hoya es variada. Lo mismo puede degustarse una “olla”, como un arrós ab conill i pollastre, como minjos, etc... Pero sobre todo, destacan los famosos gazpachos que se cocinan en Castalla, el llegumet de verduras, hortalizas, caracoles y algo de arroz de Tibi y los sequillos.
A Ibi le pertenece la vanagloria de ser el pueblo de los pioneros del helado. Aquellos “blusas negras” que marcharon por España ofreciendo el tradicional aigua neu o el Aigua de civá, tienen aquí su merecido homenaje.


CASTALLA

En el centro de una pintoresca antiplanicie y al pie de un cerro asilado sobre el que se yergue un viejo castillo, se encuentra las histórica ciudad de Castalla: corazón y síntesis de esa comarca privilegiada en la que un pueblo soñador y activo se afana en sembrar ilusiones y en cosechar sonrisas.
Porque todo, en la extensa hoya de Castallla, con Onil e Ibi, parece creado para ese mundo de esmeralda y jazmín que es el reino de los niños. Un círculo de altas y perfumadas montañas, juegan a coro en sus contornos, mientras se miran de soslayo en el espejo del pantano de Tibi. Y, en los bosques de sus falda, la Estrellita dorada de las hadas madrinas crea de la nada un riachuelo que brinca gozoso por entre este pasiaje de belén navideño.
He aquí que el valle de almendros floridos, es surcado por la línea de plata de un tren que no ha funcionado más que en la ilusión y esperanza de los habitantes de la comarca.

IBI
Si en algún lugar de la tierra existe vivo y tangible el País de las Hadas, ese lugar, ese rincón de paz, amor y fantasía, no puede ser otro que Ibi, pueblo de nombre breve y eufórico, que suena en el corazón de todos los niños del mundo, con el tintineo de la esquila de plata del reino de la Ilusión y del Ensueño.
Ibi, transpira todo él a esencia cristiana; ha convertido el juego, en trabajo y el trabajo, en juego; fuente, venero o manantial de dicha y propsperidad, gusta de trasnformar los tocones de sus árboles cortadas en peanas de cruces, y los lugares de esparcimiento en centros de meditación. Ibi, para orgullo de nosotros los alicantinos, se ha ganado para lema de su escudo la frase divina: “Dejad que los niños se acerquen a mi...”

TIBI

Tibi, en latín significa “a ti o para ti” y , en verdad, que la casualidad o el saber de los hombres, no podían haber encontrado un nombre más apropiado para ese pueblecito arrebujado entre las montañas, donde la hospitalidad se practica con toda la afectuosa entrega de los tiempos dorados.
Pueblo de corazones y puertas abiertas, que reposa al pie de un cerro de irisaciones nacaradas. Frente a la agreste pinada del Maigmó, que es su perfume y su vida, desplazado de las vías del mundo que pasan ante él con sus quehaceres, con sus problemas y, tambíen con sus penas, Tibi es paz, quietud, cordialidad y belleza: belleza de sus callejuelas en cuesta, con perspectivas de ciclo y bosque; belleza, de sus mujeres que mantienen pura la legendaria hermosura femenina de la comarca, cantada en la famosa cuarteta:
“Alacant, per a les barques;
Xixona per al raim
I per a les xiques guapes,
Tibi, Castalla i Onil”


ONIL


Uno de los pueblos orgullo de la capital, es esta pintoresca villa de Onil, sede de las muñecas que aparecen en los escaparates de todos los bazares europeos; este pueblo donde las mujeres tienen la candorosa belleza de las muñecas; de estas muñecas que si hablaran, tendrían la simpatía y el encanto de sus mujeres.
Agrupados al Sur de la sierra que lleva su nombre, muy rica en plantas medicinales y abundante en aguas que dan origen al río Castalla, los edificios onilenses se muestran escalonados como deseosos de lucir su arquitectura ante los ojos del visitante. Más hacia el Norte, y ya en plena sierra cuajada de encantos y sombrosas perspectivas, las heredades esparcen su blancura como manteles inmaculados, tendidos al sol sobre el verdor de los romeros olorosos.
Y, a los pies de la villa, la Marjal; una fertilísima y enorme alfombra; una descomunal labor de cañamazo donde el verde de diferentes tonalidades forma caprichosos dibujos cuyos contornos están festoneados por innumerables acequias en las que canta el agua durante las veinticuatro horas del día.
Tan maravillosa vega, queda cerrada en sus extremos por lujuriantes plantaciones de manzanos, almendros y olivos, cuyos frutos constituyen la principal producción de este maravilloso paraíso levantino.
Aparte de la casa solariega de los Juanes –de cuya estirpe figura fray Pedro Juan de Molina, General Ministro de la Orden de San Francisco- y otros dos edificios más que ostentan en su fachada el escudo que pregona el rancio abolengo de sus moradores, no es Onil población en la que abundan las mansiones señoriales como tampoco existen monumentos que nos hablen de las gestas gloriosas de los onilenses. Solamente la soberbia mole del palacio del Marqués de Dos Aguas, nos habla con muda elocuencia, del poderío de los señores feudales de la época.

Textos: Rafael Quilis Molina
Info: La Provincia de Alicante en el lápiz de Gastón Castelló

 
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