05 octubre 2007

LUCENTUM: EL TOSSAL DE MANISES

El yacimiento del Tossal de Manises está situado sobre una colina de 38 metros sobre el nivel del mar junto a la costa de la Albufera, a tres kilómetros del centro urbano de Alicante. Es una zona intensamente urbanizada en los tres últimos decenios, lo que ha provocado que el Tossal (de 5 hectáreas de extensión y vallado en 1973), haya quedado rodeado completamente de altos y densos edificios de apartamentos.
Al pie de la vertiente nororiental, se establecía un estrecho entrante marino, una albufera, que fue desecada en la segunda década del siglo XX (foto 1).
De ahí el nombre actual de la zona.

La investigación arqueológica antigua consideraba que la ocupación del Tossal arrancaba en el siglo IV a.C. (como poblado ibérico) y se deshabitaba en el siglo III d.C. (como poblado romano). Por otra parte, durante las décadas de 1970 y 1980, se consideró erróneamente que Lucentum no se ubicaba en el Tossal de Manises, sino en el barrio de Benalúa.
Hoy en día se ha corregido dicha afirmación y está fuera de toda duda que el municipio romano de Lucentum, citado por autores clasicos (Plinio, Nat. Hist., III, 3; Pomponio Mela, Chor., II, 93; Ptolomeo, Geogr., 6, 14) radicó en verdad en el Tossal de Manises. Y es que la vida de este yacimiento no se presenta como un recorrido continuo, sino como un proceso marcado por momentos de desarrollo y otros de atonía, reflejo de las épocas históricas y el contexto regional en el que estaba inserto.

Época prerromana
Los materiales arqueológicos encontrados indican una fecha de ocupación que arranca a finales del siglo V a. C. Sin embargo, éstos se encuentran asociados a construcciones muy posteriores, de finales del siglo III a. C. Ante esta situación caben dos posibilidades: la primera es que no existe población antes del siglo III (y que los restos hallados fueron traídos al Tossal de Manises por sus primeros colonos), o bien la segunda hipótesis, que el núcleo ibérico se situara circunscrito solamente a la parte alta del cerro.
Sin embargo, el entorno no está desierto. El cercano establecimiento del Cerro de Las Balsas (a escasos 300 metros al oeste del Tossal de Manises y al otro lado de la antigua albufera), se ha revelado, por recientes excavaciones, como un gran poblado ibérico que presenta una fuerte ocupación en el siglo IV y primera mitad del siglo III a. C.
Superada esta fase por ahora indefinida, el panorama cambia radicalmente, como hemos dicho, a finales del siglo III a. C.
Ahora se documenta la fundación de un núcleo de población.
Las evidencias son contundentes.
En primer lugar se constata la creación de una fortificación que abraza una superficie de 2,2 hectáreas, caracterizada por una muralla jalonada por torres. Algunas de las torres son huecas y están concebidas para la instalación, en un piso superior, de catapultas. Esta característica nos mueve a pensar que se trata de una creación pensada como espacio de control de la costa y afianzamiento territorial derivado de la expansión cartaginesa, quizá posterior a la fundación de la capital en Cartagena.
Sin embargo, no se debe obviar que gran parte de las construcciones documentadas de esta fase (un edificio con varias habitaciones en la que la principal cuenta con un gran hogar circular y bancos de adobes adosados a las paredes) son claramente ibéricas, lo cual puede señalar una comunión de intereses y estrechas relaciones entre indígenas y púnicos que habrán de definirse en un futuro.
Este establecimiento sufrió una destrucción en los últimos años del siglo III a. C. o primeros del siglo II a. C. El marco temporal derivado del material arqueológico nos remite a esas fechas pero pensamos que debió producirse durante la Segunda Guerra Púnica más que a la represión romana inmediatamente posterior.
Los primeros tiempos de ocupación romana
Durante el siglo II a. C. los datos de ocupación son muy escasos. El lugar no está abandonado puesto que se documentan algunos vertederos y utilización, aunque no limpieza o mantenimiento de cisternas anteriores.
El panorama vuelve a cambiar radicalmente en el siglo I a. C. Se trata, otra vez, de construcciones de carácter militar (segunda fase de amurallamiento).
Se levanta, contra la anterior fortificación y sin variar el espacio previamente acotado, otra muralla dotada de torres macizas.
Inmediatamente después, dentro de la primera mitad del siglo I a. C., se levantan otras dos construcciones defensivas que refuerzan el dispositivo mencionado. La más espectacular es la creación de una puerta en el lado oriental, dotada en sus flancos por una torre de base maciza y un bastión.
Todas estas edificaciones sugieren un establecimiento militar, un fortín, cuya justificación podría estar relacionada con las crisis bélicas de primera mitad del siglo I a. C. (guerras sertorianas y cesarianas).
Dentro del espacio cercado no se han localizado por ahora otras construcciones relacionadas claramente con esta fase. Sólo un gran edificio de planta cuadrangular, donde posteriormente se ubicará el foro augusteo.
El municipio
A partir del tercer cuarto del siglo I a. C. se asiste a la creación de la ciudad romana. La trama viaria adopta una retícula groseramente ortogonal condicionada por el perímetro urbano fijado en la muralla republicana. Se remodela la Puerta Oriental y ahora es una construcción civil, desprovista del carácter militar anterior.
Se construye el foro y las termas llamadas «de Popilio». Toda esta efervescencia urbana ha de estar relacionada con el ascenso a municipio de derecho latino del núcleo urbano en época augustea, hecho deducido por la cita de Plinio el Viejo (Nat. Hist., III, 3).
Con el foro se construyen las termas mencionadas, un edificio a caballo entre los edificios balnearios republicanos e imperiales, ya que sólo cuenta con hypocaustum en el alveus y en el caldario.
Lucentum disfruta de vigor urbano durante los tres primeros cuartos del siglo I d. C. En este momento la ciudad se dota de alcantarillado en algunas calles y amplía la oferta termal con la construcción de las «termas de la muralla». Este período de despegue se advierte también en el territorio inmediato con la construcción de numerosas villae.
Asimismo, barrios suburbanos se extendieron por las vertientes, sobre todo la recayente al mar y en la costa se instalaron factorías de salazones. Probablemente de este momento de auge es el embarcadero excavado recientemente en el lado oriental de la zona húmeda, junto a la costa, de no muy grandes dimensiones ya que sólo podría servir para el atraque de barcazas, pero que remarca el carácter comercial del municipio.
De igual modo, la necrópolis romana tiene un inicio de finales del siglo I a. C. y sería, por tanto, el cementerio que arranca con la etapa municipal. Las primeras tumbas documentadas presentan urnas cinerarias ibéricas, lo que sugiere un componente social en gran parte indígena.
A partir del siglo I d.C el municipio entra en decadencia: las cloacas se colmatan y ya no hay mantenimiento de este servicio. En la segunda mitad del siglo II y principios del siglo III se expolian las construcciones y las superficies de circulación no siguen el trazado viario de inicios del Imperio.
La crisis, prolongada, hay que enmarcarla en el desarrollo de la vecina Ilici. En contraste con Lucentum, la colonia ilicitana, con gran rendimiento agrícola y con un gran puerto (el Portus Ilicitanus en Santa Pola), mermó la capacidad económica lucentina. Ilici disfrutó de una gran prosperidad en época altoimperial reflejada en su paisaje urbano y en los elementos de ornamentación (mosaicos, esculturas, etc.) a diferencia de la situación de abatimiento de Lucentum.
El último acto de ocupación en el Tossal de Manises lo protagonizan los difuntos. Sobre las ruinas de los edificios romanos, se establece un extenso cementerio islámico, probablemente anterior al siglo XI.
No conocemos sin embargo la ubicación del núcleo de población altomedieval. Quizá estuviera en la vertiente suroeste descendente al mar, en una zona hoy totalmente construida.
Un yacimiento visitable
El Tossal de Manises es, en la actualidad, un yacimiento abierto al público gracias a los trabajos de puesta en valor llevados a cabo en los últimos años.
La dirección ha corrido a cargo de los autores de este texto, M. Olcina Doménech (conservador de Arqueología del MARQ) y Rafael Pérez Jiménez (director del Área de Arquitectura y Conservación). El proceso de recuperación consistió en una primera fase de documentación y consolidación de los restos excavados anteriormente, y una segunda fase de musealización que dotó al yacimiento de los elementos necesarios para posibilitar la visita pública.
El visitante se acerca al yacimiento ascendiendo por la vertiente oriental y accede al mismo a través de un pequeño edificio de acogida donde encuentra los primeros elementos de información. A continuación puede recorrer el espacio urbano penetrando por la puerta urbana y, recorriendo las calles romanas, contemplar los principales edificios antiguos: murallas, foro, termas, tabernae, etc., un itinerario jalonado por una veintena de paneles informativos.
Puede acceder también a la parte superior del cerro desde donde, a pesar de la intensa urbanización contemporánea, es posible entrever el entorno geográfico.
A mitad del recorrido se ha habilitado un espacio arbolado desde donde se puede contemplar la bahía de la Albufereta y cerca de la entrada existe un pequeño edificio con terraza aneja que cuenta con aseos públicos y una dependencia con máquinas expendedoras de refrescos. Asimismo se ha dispuesto un jardín con especies autóctonas de árboles y arbustos cada uno de los cuales dispone de una ficha explicativa sobre el origen de la especie y, en su caso, usos en la Antigüedad.
Las entradas pueden ser adquiridas en el propio yacimiento o en el MARQ.
En este Museo están depositados todos los materiales arqueológicos exhumados desde las primeras campañas en los años 30 del siglo XX y en su sala de Cultura Romana están expuestos muchos de ellos, así como dibujos de reconstrucción urbana y otros elementos informativos. Merece destacarse la gran proyección, en la que a través de nueve escenas que combinan escenarios infográficos de gran calidad y personajes reales, el visitante contempla la reconstrucción de partes de la ciudad romana (que ha visto o verá en el yacimiento) y su entorno rural y costero, así como escenas de la vida cotidiana.

info: Manuel Olcina Doménech (Museo Arqueológico de Alicante) Rafael Pérez Jiménez (Diputación de Alicante)

Puedes ver el yacimiento en nuestro mapa de Panoramio.

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bibliografía básica:

  • OLCINA DOMÉNECH, M., «El Tossal de Manises en época romana», en Historia de la ciudad de Alicante. Edad Antigua, Alicante, 1990, vol. I, pp. 151-188.

  • _____, «Las primeras excavaciones en Lucentum (El Tossal de Manises, Alicante)», en La Cultura Ibérica a través de la fotografía de principios del siglo XX. El litoral mediterráneo, Madrid, 2000, pp. 109-117.

  • _____, «Lucentum», en Valencia y las primeras ciudades romanas de Hispania, Valencia, 2002, pp. 255-266.

  • OLCINA DOMÉNECH, M.; PÉREZ JIMÉNEZ, R., La ciudad ibero-romana de Lucentum (El Tossal de Manises, Alicante). Introducción a la investigación del yacimiento arqueológico y su recuperación como espacio público, Alicante, 1998.

  • _____, «Lucentum: la ciudad y su entorno», en "Las ciudades y los campos de Alicante en época romana", Canelobre, 48, 2003, pp. 90-119, Alicante.

  • OLCINA DOMÉNECH, M.; RAMÓN SÁNCHEZ, J., Las cerámicas africanas de Lucentum (Tossal de Manises, Alicante): los fondos antiguos del Museo Arqueológico Provincial y consideraciones en torno a la decadencia de la ciudad romana. Scripta in Honorem E. Llobregat, Alicante, 2000, pp. 391-431.

 
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