30 noviembre 2008

EL CEMENTERIO DEL PALAMÓ

 José Manuel y Tonet, de los que hablaré más adelante
En 1595,  D. Pedro Franqueza y Esteve compró unas tierras en los parajes de El Palamó y Orgegia, donde construyó un poblado con 29 casas, ocupadas por otras tantas familias de cristianos viejos, que sumaban alrededor de unas 145 personas.
 En 1604, en las Cortes Valencianas celebradas en el convento de predicadores de la ciudad de Valencia, se aprueba la fundación de Villafranqueza.
En 1834, Villafranqueza se separa de Alicante, formando municipio propio. La primera tarea del nuevo consistorio fue rehabilitar como Ayuntamiento el inmueble donde hoy se sitúa el centro cívico y construir el cementerio, ya que hasta ese momento los difuntos eran enterrados en el de Alicante, en la iglesia de  San José, en la ermita  de San Antonio o en el Panteón de los Guijarro.
 El cementerio fue inaugurado ese mismo año y es a día de hoy el más antiguo del término municipal de Alicante.
Todas las mañanas al ir al trabajo, tomo la circunvalación y veo a mi izquierda la blanca figura del pequeño cementerio de Villafranqueza, rematada por  los tejadillos con cruces de algunos panteones y el verde frondoso de los árboles que crecen en su interior. Siempre me había preguntado como sería por dentro, pero como casi siempre, por falta de tiempo en esta acelerada vida nuestra, lo había ido dejando pasar hasta una tarde en que había dejado a mi hijo con los abuelos, cogí el coche  y me planté frente a la verja.
Estaba cerrado y no se veía a nadie en su interior, pero los pequeños y pulcros panteones, los cuidados parterres de aligustre y los floridos y rojos rosales despertaron mi curiosidad y mis ganas de saber más sobre aquel idílico lugar de descanso eterno. Sobre cual era su historia y las de aquellos que habían sido enterrados en él.
Al volver a casa, tomé la guía telefónica y busqué el teléfono del lugar  en que mejor me  podrían informar sobre el lugar: la parroquia de Villafranqueza.  
Me atendió el párroco y por mediación de él me puse en contacto con José Manuel Tortosa Alcaraz, encargado del cuidado y mantenimiento del cementerio y que amablemente se ofreció a enseñarme el camposanto y a informarme en la medida de lo posible de la historia del mismo.
El pasado martes por la tarde volví a dejar a mi hijo con los abuelos y a las cinco (como las corridas de antaño) llegué ante la verja donde me esperaba José Manuel. Nos saludamos y accedimos al recinto. A pesar de la cercanía de la autovía, la pantalla sónica que separa ésta del pueblo hacía que tan solo se oyera el rumor del viento y el trino de los pájaros. Debido probablemente al poco tiempo transcurrido desde el día de todos los santos, los panteones refulgían con el colorido de los ramos de flores. Los limpios senderos, los cuidados parterres, el rojo vivo de los macizos de rosales daban al lugar un aspecto alegre y colorido que por un momento me hizo pensar “vaya, este es un buen sitio para dormir el llamado sueño de los justos”.
José Manuel me fue enseñando los distintos panteones, tumbas y nichos cuando de pronto una sencilla lápida en una esquina llamó mi atención. Era una pequeña losa de mármol en la pared con una inscripción que rezaba lo siguiente: “Aquí yace sepultado D. Luís Molina teniente de carabineros que falleció, desgraciadamente el 14 de Febrero del año 1844”. Es el enterramiento fechado más antiguo del camposanto y al investigar posteriormente he descubierto que se trata de uno de los siete oficiales que luchando bajo el mando de Pantaleón Boné fueron capturados en una escaramuza cerca de Elda y fusilados en la tapia del Panteón de los Guijarro. Es decir, la tumba de uno de los llamados “Mártires de la Libertad”.
Esa no fue mi única sorpresa. José Manuel, aparte de enseñarme el panteón más antiguo que data de 1884, me llevó a una esquina del cementerio de donde partía un corto y estrecho corredor que desembocaba en un pequeño recinto con un mausoleo de piedra caliza en su centro. Este -me dijo- es el antiguo panteón de los protestantes. Antaño estuvo separado del resto por una tapia y tenía una entrada aparte, hasta que en 1932, el ayuntamiento derribó el muro y tapió vieja entrada.
Las historias y anécdotas curiosas se sucedían en boca de mi interlocutor, como aquella que contaban las ancianas del lugar de que bajo una robusta y frondosa falsa pimienta que crece en una esquina se hallaba la mesa de las autopsias o la antigua tradición de que en el día de todos los santos el párroco iba hasta el camposanto para rezar un responso, acompañado por la banda de música y los vecinos del pueblo que aparte de flores para sus difuntos, portaban una corona de laurel en memoria de los músicos fallecidos, o la curiosa lápida que se halla nada más entrar en el recinto que nos indica que bajo nuestros pies y por expreso deseo del finado, a dos metros de profundidad se hallan los restos mortales de  D. Francisco de Paula Boix Díaz, médico que fue de la villa.
En abril de 1936, el archivo parroquial fue quemado totalmente y los datos de muchos de los enterrados en el cementerio se perdieron. En la actualidad aún se entierran en él cementerio personas que tienen panteón o nicho en propiedad y al volver a anexionarse Villafranqueza al municipio de Alicante, la propiedad del camposanto es societaria, pagando los socios una mensualidad para el mantenimiento del mismo, aparte de aportaciones que hace el ayuntamiento de Alicante para cosas como el cambio de la verja o el asfaltado de la zona anterior a la entrada.
Termino la visita a este bonito y poco conocido rincón de Alicante con una curiosa anécdota. Tras mostrarme el recinto, pedí permiso a José Manuel para hacer unas fotos. Me contestó –ningún problema, así mientras, voy regando un poco los setos-. Entonces se dirigió a la otra persona que había allí. Tonet, un albañil que se encarga de reparar los desperfectos y arreglar los panteones y le dijo; “Tonet, vaig a regar les plantes”, a lo que Tonet, hombre ya de una cierta edad, respondió –“no regues molt que demá plourá.  
Efectivamente, al día siguiente llovió.

ALVARO GARCÍA SIRVENT


Bibliografía: Memoria del IV centenario de la fundación de Villafranqueza. Vicente Fillol Martínez.

 
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