El puerto de Alicante tuvo una gran importancia comercial. Embarcaciones de toda condición recorrieron desde su dársena los mares del Mediterráneo y de los Océanos con mercancías y pasajeros.
Fue el puerto de Madrid y de Castilla durante siglos. Era más fácil acceder al Mediterráneo desde la Meseta castellana por el valle del Vinalopó en dirección al puerto de Alicante, que el de Valencia por un camino más largo, en peores condiciones, por montañas y atravesando el tortuoso puerto de Cabrillas.
A esto se le añadía las condiciones geográficas de Alicante. La protección de vientos y tempestades que la rada alicantina daba a los navegantes tenía unas condiciones excepcionales en la cuenca valenciana. El Cabo La Huerta protege la bahía de los fuertes vientos de levante. Y el de Santapola protege de los fuertes vientos de leveche. Grandes buques podían anclar cerca de la costa ó en la rada por su importante calado. Y, además, teniendo el castillo tan cerca del mar e integrado en la ciudad daba seguridad a las embarcaciones que comerciaban con Alicante.
Pero qué puedo decir yo, un alicantino orgulloso de sus orígenes. Un alicantino que conoce la historia de la ciudad donde ha nacido y que quiere compartirla contigo. Y para no caer en provincianismos recurro a las voces de nuestros mayores, a los recuerdos de aquellos que visitaron sus muelles y que quisieron dejar constancia de sus impresiones.
“Alicante estaba en el paraje muy importante del Reino para tiempos de cargar y descargar mercaderías por tener tal, y tan buena y segura playa y muelles”, escribía Martín de Viciana en sus Crónicas. Gaspar Escolano, en sus “Décadas” de 1610, exaltó estas extraordinarias condiciones de protección y climatológicas. “ Por brava que esté la mar con tener su ancha boca en él, no hay tormentas, y lo causa el estar tan abrigado”, así se expresaba el Dean Bendicho en su crónica manuscrita de 1640. Un viajero que recorrió España a principios del sglo XVIII, Esteban de Silhuette escribió que por “Alicante es por donde se hace el comercio de Madrid para el Mediterráneo, como se hace en Bilbao para el Océano. Hay una infinidad de carros de cuatro ruedas, que llaman galeras, que van y vienen continuamente de Madrid”, añadiendo que “existe una rada muy buena y un pequeño muelle que avanza en el mar únicamente para facilitar el embarco de las mercancías”. Y otro viajante, este francés, Alejandro Laborde, visitó Alicante a finales del siglo XVIII y escribió en su “Voyage pintoresque et histórique de l´Espagne” que “es la más comerciante de España después de Barcelona y Cádiz y el principal depósito del comercio de Valencia, Murcia, Aragón y una parte de Castilla”.
Puerto de Alicante, grabado de Alfred Guesdon
El puerto de Alicante fue y sigue siendo receptor de culturas. En él han ocurrido acontecimientos que han marcado la historia de Alicante y de España. En sus muelles se han amarrado veleros, barcos, buques, de múltiples nacionalidades, que trajeron con las olas sus historias, sus inquietudes, sus esperanzas. El puerto fue el motor de la economía local durante siglos y ha visto la evolución de la ciudad y sus gentes. En estas líneas narraré algunas de estas historias. También algunas de sus leyendas que no son historia por falta de datos escritos que lo corroboren, pero que se conocen porque se han transmitido de padres a hijos.
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