23 noviembre 2008

LA CAZA ANTIGUA ENTRE VALL D´ALCALÀ Y TOLLOS

Finales de Noviembre.
En el cielo apareció la constelación de sagitario, mostrando la idílica figura de un cazador que coloca la flecha en su arco. Era el anuncio celestial del inicio de la temporada de caza.


Resonó en toda la Vall D´Alcalà el eco del cuerno, congregando a los habitantes, hombres, mujeres y niños, con sus perros. Cada cual ocupó su lugar estratégico, como cada año. Todos a una, comenzaron a armar el máximo ruido posible. Según un plan estrablecido, los cazadores iban estrechando y reduciendo un círculo. Las bestias corrían desorientadas, confundidas por aquel estruendo ensordecedor,  y dejaban el herbazal del Pla Gran y la Hondoya para guarecerse en sitios más seguros. Corrían asustados por veredas que ya habían sido preparadas en el bosque con trampas cubiertas de ramas. Los primeros caían en el engaño, algunos pocos retrocedían, pero una columna retrasada de cazadores les esperaba al  acecho.

La mayoría  de animales seguían huyendo de la emboscada hacia el inevitable Pas de Calvo; allí los cazadores les impedían el paso. Acorralados, sólo les quedaba la salida del temido Despeñadero  del     Malafí.
Más de 300 metros de desplome vertical. 
Las fáciles presas  azuzadas  por los perros y los humanos se lanzaban al abismo. Abajo, un grupo de cazadores muy diestros remataban a los animales heridos.

La Vall D´Alcalà estuvo formado por siete pueblos: Alcalà de la Jovada, Beniaia, Criola, Benialí, Benixarco, La Roca y Atzúvia. Hoy en día, sólo quedan dos: Alcalà de la Jovada y Beniaia.

En efecto, todo buen senderista que se precie, sabe que en el Barranc de  Malafí, entre Vall d’Alcalá y Tollos,  existe un paraje intirncado, que desde épocas prehistóricas sirvió para la caza. 
Presenta un corte profundo con sus grandes acantilados; el rio se encaja entre murallas pétreas, mientras que arriba de los cantiles unos llanos y hoyas permitían el pastoreo de los animales. En verano, los hervívoros tienen que bajar a beber a las aguas del Malafí, bajando por intrincados pasos. Uno de ellos se llama el Paso de Calvo, junto al Peña Mansanet. En estos  rincones  llenos de trampas y cazadores, se realizó en nuestra provincia la caza inteligente prehístórica de igual a igual, sin armas de fuego; de este arte colectivo dependía la supervivencia del hombre. 

Unos escolares en Tollos, cuando los niños aún corrían alegremente por todos nuestros pueblos.

Según los estudios realizados por don Juan Luis Román del Cerro, el barranco de Caulas sirvió de cazadero de grandes herviboros. Los nombres ibéricos de Malafí (“escarpado”) y el barranco Caulas  (“cabaña de  cazadores”) identifican el lugar.
No nos extrañe, pues,  ver en todas nuestras fiestas populares la presencia ensordecedora de grandes timbales paseando por las calles, marcando el son de la música. Incluso en algunos pueblos, el concierto es sólo tamboril, dura varios días y durante todo el tiempo le dan al pandero, desde la tierna infancia.
También habrán observado  cómo antiguamente abría la marcha en los pasacalles de nuestros pueblos “el tio de la porra”. Este presidía la música y el desfile, portando una gruesa maza que hacía bailar al son de la música marcada por los tambores. Los niñños lo jaleában: “el tio de la porra, meja pa y salmorra…”
Este personaje no era otro sino la encarnación de aquel que con su porra en las cacerías primitivas asestaba el golpe mortal a las temibles fieras heridas. Era el más diestro de la batida. El que conducía a toda la tropa de cazadores y tamborileros en el concierto anual de la cacería.
El jefe.
Estos sistemas de caza son anteriores a la aparición de las armas de fuego. Y perduraron durante largo tiempo. El hombre tenía que enfrentarse a bestias peligrosas en una lucha cuerpo a cuerpo. Su inteligencia y asociación diseñó un sistema que producía pánico a los animales. La colectividad lo hacía posible.
De este modo se aseguraban sus necesidades alimenticias cazando tanto animales peligrosos como grandes herbívoros.
Y, aunque hoy no nos lo creamos, sucedió en poblaciones como Vall D´Alcalà y Tollos.

 
  
 
Alcalá de la Jovada aún recuerda, en sus fiestas y memoria, al gran Al-Azrak, caudillo árabe y señor de las tierras. Incluso existe una fuente cuyo caño sale de la boca de una esfinge del caudillo musulmán (esa foto ha sido cedida amablemente por Carles Vela)



Tollos es el pueblo más pequeño de la provincia de Alicante, con 42 habitantes. Pegado a la solana de la Sierra de Alfaro, fue refugio morisco en la reconquista.

FUENTE: JUAN LUIS ROMÁN DEL CERRO

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