23 diciembre 2008

EL AFRODISÍACO ALICANTINO DE JOSÉ BROTONS

Los primeros años del Siglo XX tuvieron como compañía la llegada de productos a caballo entre la farmacia moderna y los remedios tradicionales, que aunaban el saber ancestral del uso de hierbas y ungüentos con la intuición (más o menos acertada) y la experimentación con las nuevas sustancias descubiertas.
Fue así como llegaron reconstituyentes, pócimas milagrosas y demás productos que boticarios y farmacéuticos comerciaban en sus boticas.

Pues bien, vayamos con la historia que nos ocupa... En los años 80, un empresario de Monóvar llamado José Brotons Navarro era conocido en su pueblo por sus múltiples inquietudes y su apego a todo lo que oliera a novedad. Sus intentos de negocio habían sido muchos, y algunos, fueron frustrados, como cuando patentó unas botas de fútbol para el Mundial de Fútbol de 1982, con el anagrama mundialista; fueron tan copiadas e imitadas que el negocio se fue a pique.


Pero este empresario no se detuvo, y continuó buscando la vía del éxito. Para ello, centró sus objetivos en el campo de lo que hoy se denomina parafarmacia, y desarrolló unos productos que prometían unos efectos muy interesantes para sus clientes. Muchos aseguraron que había encontrado aquella fórmula tan buscada y magistral, ansiada por la ardiente humanidad desde el origen de los tiempos... no, no hablamos de la fórmula de la eterna juventud, sino de la fórmula del eterno goce sexual.
Tras vivir nueve años en Estados Unidos y trabajar con un científico del campo de la farmacia, en el año 1982 José Brotons abrió un pequeño laboratorio, en el que se fue preparando un combinado que acabó dando la vuelta al mundo entero. Desarrolló un reconstituyente sexual que atrajo el interés del mundo entero sobre aquella pequeña empresa de Monóvar. 
Una docena de sus productos artesanales, como el "Bio Real", revestidos de magníficos envases, se conocían tanto en el mercado nacional como en el internacional. Fueron desarrollados por un farmacéutico y una licenciada en químicas.
 
La gama abarcaba todo tipo de afecciones: desde productos que alargaban la vida sexual a aquellos que proporcionaban beneficios combatiendo la arterioesclerosis, o incluso auténticos rejuvenecedores.
Pero el que más demanda tenía, y el que más éxito logró, fue aquél que se publicitaba asegurando "recuperar y mantener la capacidad perdida, mejorando el interés sexual".  
Todos estos productos fueron investigados por Sanidad, y siempre estuvieron inscritos en el registro sin registrarse anomalía alguna en cuanto a su composición. Brotons siempre aseguró que no vendía productos milagrosos, sino productos con una base científica. ¿La receta mágica? Nunca se supo, pero siempre se contó que la base principal era miel de cantueso y jalea real.
Pasaron los años, y como tantos productos de este tipo, desaparecieron del mercado. Sin embargo, para la historia de nuestra provincia quedará aquél empresario que aseguró haber encontrado un interesante remedio para hacer sonar los muelles de muchas camas...

Fuente:
Artículo de Enrique Entrena, Diario Información, 1987 

 
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