12 diciembre 2008

EL FARO DEL CABO DE SAN ANTONIO


El Cabo de San Antonio es la prolongación oriental del macizo del Mongó, que se integra en el mar. Por su lado Norte ó de Tramontana es abrupto y escarpado en vertical. En cambio por su lado Sur ó mediodía su orografía es más suave. El llano que se forma en sus alrededores es lo que se denomina de “les Planes”.

 

A mediados del s. XIII, después que los cristianos conquistaran estas tierras a los árabes, este entorno del cabo de San Antonio fue elegido por los eremitas para el recogimiento y la oración, construyendo en el siglo XIV una ermita en honor de San Antonio, que dio nombre a este paraje.
Debido a las incursiones piratas desde el mar y para avisar a las poblaciones cercanas de las velas enemigas, en el siglo XVI se construyó una torre vigía.
Castañeda narra que “En el cono del monte Mogó … tres torres para atalaya, en la orilla del mar: la una se llama Torre del Agua Dulce (Torre Gerro en el término municipal de Denia); la segunda Cabo de San Antón; … y la tercera, llamada Torre de la Mezquita, se halla situada en la falda del mismo monte, a la orilla del mar, donde dan fondo las embarcaciones; … las mencionadas torres distan, una de otra, cosa de un cuarto de legua”.
El Capellán Pedro Cholvi nos cuenta que la torre del Cabo de San Antonio “tiene este nombre porque está fundada sobre un hermitorio, cuya invocación es de San Antonio Abat. La dicha torre, baxando el monte dista un quarto de legua del Castillo de San Jorge (ó de la Mezquita, castillo que se construyó sobre los restos de una mezquita en donde hoy está uno de los muelles del puerto deportivo de Jávea) y Xavea dista lo mismo de dicho Castillo”.
En la misma situación que esta torre, sobre sus restos, se construyó el faro, que iluminó la bahía por primera vez en 1855. Unos años después el faro fue trasladado a otra ubicación, como nos lo cuenta Agustín Monterde en la Revista de Obras Públicas, editada en Madrid en su número quincenal de 1 de septiembre de 1861. Manifiesta que “ Según noticia recibida del Ministerio de Fomento, desde el día 15 de septiembre inmediato dejará de encenderse la luz del faro que existe en la antigua del cabo de San Antonio con objeto de trasladar su aparato a la nueva torre construida en la extremidad del propio cabo, en la cual volverá a encenderse desde el día 30 de octubre siguiente. La nueva torre está situada sobre terreno calizo, dista de la orilla del mar 4 brazas, es cilíndrica, de color blanco, y está unida a la habitación de los torreros. La linterna tiene la forma de un prisma de doce caras, con cúpula esférica y color verde obscuro. Elevación de la luz, sobre el nivel del mar 174 metros, sobre el terreno 16 idem. Situación geográfica, latitud 38º 48´ 30´´ N, longitud 6º 25´ 00´´ E de S.F.”

 
 

Este faro es otro de los denominados Miradores de Jávea. Desde él hay unas vistas extraordinarias de la costa marítima. Al norte, Denia. A sus pies, la bahía de Jávea. Al sur, en el horizonte más inmediato, el cabo de San Martín. Protagonistas entre todos ellos, el mar. Con pinceladas blancas. Unos veleros acarician el mar con su casco y el aire con su trapo.


Diminutas casas, vistas desde aquí arriba, dibujan la ciudad de Jávea. Donde nos dirigimos a comer. Mi amigo Francisco sugiere ir al Restaurante del Club de Tenis de Jávea, en la carretera del Cabo La Nao. Fue en este club donde David Ferré empezó a aficionarse por el tenis a los ocho años y donde consiguió la licencia de benjamín. Fueron estas arenas rojas las que le marcaron su destino para conseguir destacar entre los mejores tenistas españoles, conseguir diversos trofeos nacionales e internacionales y formar parte de la Selección Española de Tenis. Y es en el interior de este Club, cerca de la piscina, donde está el Restaurante. Francisco me dice que se han especializado en arroces y es lo que comeremos. Unas entradas previas de chopitos a la cazuela y mejillones al vapor. Y un arroz a banda. Todo bañado con Homenaje, vino blanco navarro de las Bodegas de Marco Real. Volveremos a disfrutar de viandas bajo estas vigas de madera y arcos de tosca que arropan nuestro apetito y nuestras palabras.


 
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