25 diciembre 2008

LAS TRISTES NAVIDADES DE 1971

SIERRA NEVADA. NAVIDAD DE 1971
 Día 27. Camino del Veleta

Ha pasado el tiempo. Pronto cumplirá 37 años este relato que ha estado guardado en mi recuerdo. Al  igual que la fotografías y recortes de prensa que le acompañan, ha estado todos estos años  en mi baul personal de los recuerdos.
El tiempo no lo borra todo.
Podría contar minuto a minuto lo acontecido en aquellos dias; en aquellas semanas.
Me faltaba un mes y diez días para cumplir 18 años. En aquellos tiempos, la mayoría de edad sólo implicaba la posibilidad de sacarte el carnet de conducir y entrar al cine a ver peliculas censuradas. Yo era, a pesar de mi juventud, vocal de montaña y encargado de material de escalada en el Centro Excursionista de Alicante. José Luís Tárraga y yo preparábamos una salida en invierno o primavera al Atlas Marroquí. En aquellos tiempos era una acción poco común, pero queríamos y lo íbamos a hacer. Los hechos posteriores, empezando por lo aquí relatado, pospusieron esta actividad hasta... ¡1984!

26 DE DICIEMBRE
 Un poco de diversión por la nieve helada

A las nueve de la mañana salimos de mi casa rumbo al Centro Excursionista. Nos despedimos de Jaime Carbonell, el presidente. Recogimos la cuerda y dejamos el parte de salida.
El camino fue tranquilo. Ibamos tres: Urbano, hermano mayor de José Luís Tarraga, "Piti" Gosalvez, hijo de Viçent d´Alacant, periodista y poeta, y yo, Eusebio Pérez Oca. Al salir teniamos 26, 22 y 17 años según el órden anterior. Comimos en Purullena. ¡Magnifico!
Llegamos con las últimas luces al Universitario. Estaba lleno. Nos acercamos al Parador Nacional. Estaba fuertemente custodiado por la Guardia Civil. Nos dijeron que esperaban de un momento a otro al Marqués de Villaverde y su séquito. Nos tomamos un chupito e  intentamos ligar con las camareras. Fracaso total, por supuesto, y dormimos junto al cerrado, en aquellos tiempos, Albergue Militar. Pasamos la noche dentro del coche. Era un 1430 con los asientos abatibles. Todo un lujo.

27 DE DICIEMBRE
Mirando al Norte del Veleta
Nos pusimos en pie.
Desayunamos calentitos en el Universitario y tras guardar el coche en el parking del mismo, comenzamos la marcha. Hacía un día expléndido. Avanzabamos los tres abriendo camino por turnos. Nuestro objetivo era la cumbre del Veleta. Conforme avanzaba el día, el cielo se ponía lechoso y la temperatura disminuía. La altura se notaba y al llegar al balcón desde donde se divisaban las caras norte, tuvimos que ponernos las chaquetas acolchadas y los plumíferos.
Llegamos a la cumbre con las últimas luces. Hacía mucho frío. Ibamos a descender al collado del Veleta cuando un hombre enfundado en un mono acolchado nos invitó a entrar en las dependencias de la estación final de los telecabinas a solo 25 metros de la cumbre. Eran las dependencias de Telecetursa. El lugar disponía de unas instalaciones con calor negro. Allí descansaban cuatro operarios. También estaba Gerardo y un teniente de la Guardia Civil. Gerardo ha sido durante años el alma de la Sierra y por entonces el responsable del refugio universitario. Todas estas dependencias, incluído el refugio-laboratorio de la Universidad, han desaparecido hoy en día, devolviendo a la montaña su aspecto original.
Pasamos la noche secos y calientes, pero con un fuerte dolor de cabeza.
Estábamos a 3400 metros de altura.

28 DE DICIEMBRE
Urbano y yo en la cumbre, tras siete horas de hielo y nieve

Salimos temprano con un día luminoso. El cielo era de color azul oscuro. No había ni una nube y se veían algunas estrellas. Por la altura, claro.
El frío producía una sequedad terrible. El espectáculo era inmenso: veíamos desde Gibraltar a las costas de Marruecos, nuestro futuro objetivo. Descendimos a la Carrihuela del Veleta donde nos quitamos los acolchados. Una ligera brisa nos obligó a seguir llevando el traje cortavientos. Rodeamos el Corral del Veleta y el Cerro de los Machos.
Las múltiples lagunas de la Sierra estaban totalmente desaparecidas bajo metros de nieve. Se notaban sus hoquedades. Con el piolet y los crampones avanzábamos rapidamente sobre la costra de hielo. Al llegar al lugar donde se juntan los Crespones y los Raspones de Rio Seco, paramos a ver el paisaje y a trazar la ruta del día siguiente. Nuestro objetivo era subir a Loma Pelada, rodear la Caldera y ascender al Mulhacen. De allí bajaríamos a Trevelez o quizas a Capileira. Con un taxi volveriamos a la Estación de esquí.
Me adelante al refugio Felix Mendez, hoy desaparecido. Al llegar comprobé que no había nadie, pero  disponíamos de las dos habitaciones de la parte abierta.
Allí comimos y celebramos el cumpleaños de "Piti" con una porción de confitura. Cumplía 23 años el día de los Santos Inocentes. Piti salió a orinar; comenzaba el viento. Regresó chillando: "Llegan un grupo que trae la llave del refugio grande".
Eran seis yeclanos y cuatro ilicitanos. Pasamos al refugio grande y nos acomodamos. Era espacioso y al rato la temperatura era soportable en el interior. Unos 5 ó 6 grados bajo cero. Fuera comenzó a bajar de los doce. Los yeclanos eran cuatro veteranos y dos más jovenes. Venían enfadados con los ilicitanos pues los habían encontrado perdidos cerca del collado del Veleta. Habían pasado la noche en unos tubos de drenaje amontonados cerca de las Yeguas. Los ilicitanos eran cuatro jovenes de la Organización Juvenil Española. Dos eran hermanos, uno primo de los anteriores y el más joven, amigo. Este último tenia los pies dañados por el frio. Estaba recién operado de los dedos gordos y se resentia. Fué una tarde extraordinaria con multiples historias y anécdotas. El más próximo a mi edad era el hermano pequeño y teníamos conocidos comunes en Elche.
Lo único desagradable era el tener que salir a orinar.
Pero a todo se acostumbra uno.
Dormimos con menos dolor de cabeza.
El cuerpo se aclimata y el ejercicio ayuda.

29 DE DICIEMBRE. LA TRAGEDIA
Día 28. Mirando al Mulhacén
Al levantarnos vimos la fuerte ventisca que azotaba el paisaje. Los alicantinos desayunamos fuerte, preparamos las mochilas y trazamos un plan. Subiríamos a Loma Pelada. Si era posible seguiriímos al Mulhacen y de allí regresariamos a Capileira. Haríamos noche en el camino. Llevábamos mi tienda isotermica con cabida para tres personas. El hermano mayor de los ilicitanos y el más experto de Yecla nos acompañaban. Los demas debían esperarnos todo ese día. Si no regresabamos, debían volver ¡juntos! al collado y de allí a Prado Llano donde nos conectaríamos por medio de la Guardia Civil.
En aquellos tiempos no habían móviles.
Y teléfonos fijos, pocos.
Llegamos a la cumbre de Loma Pelada con viento extremadamente fuerte. Por el camino el ilicitano y el compañero de Yecla se habían vuelto. Tras una piedra decidimos que si eran las diez de la mañana y con el mal tiempo podríamos tardar tres o cuatro horas en llegar. El retroceso sería duro y la noche nos pillaría en el descenso aún a mucha altura. Regresamos al Felix Mendez . Comimos y a las doce iíamos a emprender el regreso por el Veleta. No teníamos frio: llevábamos calcetines de repuesto, así como guantes. En tres o cuatro horas estaríamos en el collado. Aún de noche, las luces nos guiariín a Borreguiles. La vertiente oeste estaba más libre del viento. Era una buena idea. Para nosotros solos. Los ilicitanos nos pidieron venir. El esperarles nos retrasó más de una hora y media. No había buen ambiente con los de Yecla. Al salir del Felix Mendez algunos entonaron el "Montañas Nevadas", canto típico de la OJE. Lo hacían como reproche a los yeclanos. Nunca sabremos todo pero hubieron palabras fuertes entre los veteranos de Yecla y los de la OJE. Más tarde lo comprendí.
A mí los yeclanos me parecieron muy cabales y expertos.

EL DESASTRE
Urbano y el Mulhacén
Confiábamos en mantener un buen ritmo. El tiempo era desapacible pero íbamos enfundados en un traje interior de franela o lana del pirineo sobre el cual llevabamos pantalon de pana grueso o de paño. En la parte superior sobre la franela, una camisa fuerte, un jersey grueso, pasamontañas, guantes de lana, el plumífero doble y sobre todo ello un traje cortavientos. Las manos estaban protegidas por manoplas y los pies con tres calcetines, botas dobles y polainas. Era lo lógico. En el cruce de los Raspones y los Crespones, paramos y nos hicimos la última foto.
Un camino llano nos conducía a la base del Cerro de los Machos. Tras la pendiente, todo era más facil tecnicamente. De allí cuesta abajo, sin parar a Borregiles. No pudo ser. La llegada a la loma del Cerro convertía el camino en una pendiente que dejaba a nuestra izquierda una profunda ladera y a la derecha una placa de nieve helada muy inclinada. Fue en ese momento, cansados de hacer paradas para que los ilicitanos hablaran, cuando al acercarme a uno de ellos observo que se lamenta de fuertes dolores en la mano derecha. Le quito un fino guante de piel y observo sus dedos negros. Congelados. Reclamo a mis compañeros que acuden rapido. Nos organizamos. No sabían utilizar piolets, más aún solo llevaban uno. Otros dos llevaban bastones con punta de hierro y el cuarto, un bastón cortado al que habían puesto un pequeño util de jardineria. Al preguntarles por los crampones, nos contestan que no llevan. Sacamos calcetines de repuesto de nuestras mochilas y los ponemos sobre sus guantes helados, salvo al que llevaba guantes de cuero, a el le pusimos dos calcetines gruesos de lana. El hermano pequeño salió con mis manoplas dobles de naylon sobre sus guantes. Yo me puse unas manoplas de vivac, calientes pero permeables. Dispusimos la marcha. Delante Piti y Urbano, detras el hermano menor, el primo, el hermano mayor que se encontraba muy entero y tras él, el que fué el único superviviente y yo cerrando la comitiva.

Llegando al Río Seco

No podíamos hablar por lo que cada diez pasos Piti o Urbano volverían la cabeza. Al rodear la mayor de las pedientes, yo cerraba la caravana. Cuando paré a reajustar un crampón, me quedé de piedra.
La huella de más de medio metro de profundidad había provocado un alud de placa y la parte inferior se perdía cuesta abajo, en el abismo. Sobre mí comenzaba a caer la parte superior. Solo una piedra de metro y pico sobresalía de la nieve helada. Estaba a diez metros de mí. Corrí hacia ella y clave mi piolet muy profundamente. Lo rodeé con la cuerda que me unía a él y esperé el paso de la avalancha. Fué como una ducha de millones de litros de polvo de nieve. La ladera del Cerro quedó limpia de nieve recién caiía. Mis amigos se volvieron. Yo miré para arriba y al no ver peligro corrí hacia fuera de la zona de posibles avalanchas.

Loma Pelada y el Mulhacén.

Todo sucedió en segundos.
Ya deberíamos haber llegado a lo alto del Collado. Quedaba una hora de luz. La visibilidad era de menos de quince metros y el viento nos atacaba de espaldas. Reunificados y pasado el susto (el mío, ellos no se habían enterado) reemprendimos el camino. El grupo se dividia en tres partes: Piti y Urbano en cabeza.; detrás los dos hermanos y su primo; al final Francisco Ruiz y yo.
Francisco se quejaba de los pies y pedía que paráramos a descansar. Le dije que no. Lo sujeté por detras de la mochila y vi que lo que llevaba era una manta, no un saco de dormir. Nos reagrupamos al pie de la última pendiente. Habíamos perdido mas de dos horas. La noche había caído y no valía la pena encender las linternas frontales. No valía para nada.
Nuestras siluetas se recortaban sobre la blanca nieve. El andar con la nieve por la rodilla, incluso más, retrasaba a nuestros nuevos amigos. Yo me volqué con Francisco. Lo veií desfallecer por momentos. Creo que intenté rezar. No lo hice. En su lugar entoné para mis adentros un mantra repetitivo: "Hoy, yo canto por tí. Canto por Nicola y Bart. Vuestra muerte y vuestra prisión os dieron un lugar en mi corazon". Era la canción de Juanita Baez compuesta por Moustaki para la gran pelicula "Sacco y Vancetti". Esta canción se repite en los idiomas de todos los presentes. Es como un canto contra la injusticia. Para mí era una forma de concentrarme en seguir y seguir.
Paso tras paso.
Estiron de Francisco.
La música en mi cabeza.
No temia por mí.

A la vista el refugio.

Pero veía a mis compañeros como perdían ritmo. Piti y Urbano seguian abriendo huella. Al llegar al punto donde debíamos comenzar a ascender al collado en que se encuentra "el cilindro", la nieve me llegó al pecho. Salí con la  ayuda del hermano mayor de los ilicitanos. No podíamos seguir la ruta y la luz se marchaba por momentos. No podíamos mirar al Norte ni al Este. De allí venía la ventisca.
La situación era tensa.
Pero debíamos actuar con "frialdad". Urbano trepó unas rocas. Se ató la cuerda y siguió hasta la repisa en que se perdía la inclinación y ya no era necesaria la cuerda. Piti siguió a Urbano. Yo ataba a cada uno de mis amigos de Elche. Subió Joaquin Sanchez Bermejo, hermano mayor. Le siguió su hermano Antonio y después Jesús Molina Jimenez.
Mientras subían carentes de crampones y casi aupados por mis compañeros y los ilicitanos, yo atendií a Francisco Ruiz Bas. Estaba casi inconsciente. Me pedía constantemente "Dejame aquí".
Nunca.
No se abandona a un compañero, se lucha.
Lo até. Comenzaron a pozarlo. Los tres ilicitanos estaban apretujados en la repisa y ascendieron a la superficie del camino. Allí debían esperar para continuar, era cosa de diez minutos. Piti y Urbano miraban para abajo. Francisco se caía constantemente, no tenía fuerza en las piernas. Decidí ascender en paralelo a Francisco. A mitad de camino, perdió el sentido. Cayó sobre mí. Su peso sacó uno de los pies de mi apoyo de hielo y el crampon desgarró mi polaina, el pantalon y se hincó en mi pantorrilla. No sé si me dolió más el cramponazo o el aire frio que entró por el desgarro. Sujeté a Francisco y ascendimos a la repisa. Francisco se tendió en el suelo. Piti lo zarandeaba para que no se durmiera. Yo desataba la cuerda y Urbano la recogía.

Oca llegando al refugio Féluix Méndez

Comencé a ascender.
Al llegar al lugar donde debían estar los ilicitanos, no había nadie.
Me volví al tiempo en que Urbano y Piti llevaban en volandas a Francisco. Al oido les grité que no había nadie. Tomamos el camino del cilindro ya cercano. Allí estarían los tres. Mi mente repetií la salmonenda "Hoy yo canto por.....".
Había que sacar fuerzas y actuar. ¿Donde estarían? No podían haber desaparecido. Me adelanté. Al mirar para arriba vi la silueta de mis amigos. El hermano mayor cortaba las correas que sujetaban la manta de otro de ellos. La dejaron caer. Grité pero era imposible que me oyeran. Uno me divisó. Me hizo un gesto de que seguían.
Yo creí interpretarlo así.
El cilindro era un tubo de piedra que en su día albergó un transformador electrico de la linea que debia unir Capileira con Pradollano. El viento no lo permitió. Los postes electricos eran un amasijo de hierros cada veintena de metros.
Allí podrian estar.
Pero no pudo ser.

LA NOCHE
 Pendiente anterior al refugio

Al llegar al cilindro decidimos parar. No podíamos arrastrar a Francisco. Sus pies recien operados habían facilitado que el frio hiciera mella en sus dedos. Plantamos la tienda doble dentro de la protección de aquel cilindro de roca lleno de grietas pero libre de viento. La nieve se colaba por los antiguos huecos de los cables y caía sobre nosotros.
Nos metimos dentro y mietras yo acomodaba a Francisco, Piti y Urbano hicieron varias salidas atados a la cuerda de cuarenta metros. Una y otra vez salían y volvían a entrar. Encendimos el hornillo de gas y derretimos nieve. El agua de los termos y cantimploras estaba helada. En esta nieve colocamos un sobre de sopa, unos datiles y de la mochila de Francisco sacamos un paquete de glucosa que vertimos sobre el líquido.
Yo casí no quería comer.
Piti me obligó.
No me quitaba de la cabeza los gritos de dolor de Jesús Molina. Aún sueño con ellos. Acostamos a Francisco entre Piti y yo. Lo cubrimos con dos chaquetas acolchadas. A la puerta quedó Urbano con su chaqueta y su saco. De vez en cuando se asomaba y gritaba. Su voz se confundía con el rugido del viento. Yo veía dormir a Francisco. Respiraba mal. Me asusté. De pronto comenzó a dar patadas. Gritó "Se me habían dormido las piernas". Giró y dejo de roncar. Dormía placidamente. Estaba en estado de choque. Yo seguí con mi música interna. Di varias cabezadas. Cuatro en una buena tienda con buenos sacos nos ayudó a descansar.
Francisco sonreía casi inconsciente. Lo miraba con mi linterna frontal y volvía a dormitar.
Fuí el único.


DIA 30 DE DICIEMBRE. LA MAÑANA
Mirando al Sur. El Mediterráneo y al fondo África.

La luz es la vida.
No me dá miedo la oscuridad, pero la luz podría permitirnos localizar a los compañeros perdidos. La ventisca había borrado toda huella. El viento había acumulado la nieve polvo en los recodos mientras en filos, aristas o zonas batidas por él, solo había hielo, a veces trasparente. Hasta la nieve honda crujía antes de romperse.
Al recoger el material para dirigirnos al refugio-laboratorio de la cumbre, no encontré mis manoplas. Solo al plegar la tienda las vi. Eran una tabla de madera plana. Habían estado toda la noche bajo nuestros cuerpos, entre el suelo de la tienda y el hielo. Los guardé en un bolsillo de la mochila. Até mi única polaina y me planteé: "De aquí a la cumbre hay media hora".
Pasó una hora antes de llegar. Francisco volvía a sentir dolor en sus helados pies. Nos turnamos Piti y yo. Urbano tiró para arriba. Había que llegar y encontrar a los amigos de Elche. Pero teníamos que arrastrar a Francisco.
En un momento intenté soltar mi piolet. Mis dedos no se abrían. El piolet se había pegado a los guantes rotos y a los trozos de piel expuestos al aire. Cubrí mis manos con las mangas de mi chaqueta. Sujeté al ilicitano y estiré de él. Piti y Urbano llegaban a la puerta del refugio. Desde allí varios montañeros nos miraban con extrañeza. Les grité, pero no me oian. Solo al volver a caer como un saco Francisco se dieron cuenta de que algo pasaba. En tropel seis o siete personas vestidas con ropas de colores típicas de los montañeros se avalanzaron sobre nosotros. Yo levanté a mi compañero y entre cuatro o cinco lo llevaron en volandas al refugio.


A SALVO. LA DECEPCIÓN
 Saliendo del Río Seco

Tan sólo entrar, el calor del refugio comenzó a descongelar mis pies y manos. Un dolor intenso me hizo entender que podría tener congelaciones pero que no eran graves.
Atendimos al ilicitano. Conde, un gran montañero de Jaen, miembro de la Escuela Nacional de Alta Montaña, se hizo cargo junto a un teniente de la Guardia Civil del operativo para rescatar a Francisco. Pero nadie nos contestaba a nuestra pregunta: ¿donde estan nuestros otros tres compañeros?
Su ausencia fue como un golpe en el estómago. Desaparecieron nuestros dolores, fríos, problemas personales.....
Mientras nos recuperábamos bebiendo té caliente con mucha azucar, descalzabamos a nuestro compañero. Sus dedos de los pies estaban negros, al igual que los de las manos. Francisco estaba ausente. El mal de altura, el dolor o la propia angustia lo habían dejado fuera de juego. Gerardo, el pelirrojo, tomó sus esquis, se abrigó y junto a otro granadino, se tiró a la nieve. Sólo unos maestros como ellos podian desenvolverse en aquel infierno.
Les indiqué de donde veníamos y lo que había ocurrido. Volvieron cuando ya descendía Conde con Francisco y algún compañero de Jaen. La Guardia Civil se movilizó de forma ejemplar. Gerardo no había visto nada. Yo había estado muy cerca de los ilicitanos. Sabía que iban al límite. No podían andar lejos....si andaban.
Gerardo es hombre de pocas palabras. Hablamos claro y concisos. Coincidimos. "Estos estan ahi al lado, bajo la nieve".
Gracias a los compañeros de Jaen, Madrid y Granada que estaban en el Refugio de la cumbre, pudimos bajar a Borreguiles. El viento estampó la burbuja en que ibamos contra varias de las torres del telecabina. Una torre se tronchó ante nosotros. Creíamos que era el fin. Una mezcla de euforia se desató tras esta circunstancia. Piti dijo por enesima vez aquello de "Y tendremos unas Navidades muuuy blancas".
Nos reimos.
Quizas dos o tres segundos.
Los estudiantes del Albergue Universitario vaciaron una habitación para nosotros. Ellos durmieron en el suelo, en sus sacos para que nosotros descansáramos. Nustra ropa estaba mojada. Cenamos algo y descansamos. Nadie nos preguntó cómo estabamos. Sólo aquel gesto de los granadinos y la habitación fué nuestra recompensa.
Aún no sabiamos lo que nos esperaba.


31 DE DICIEMBRE DE 1971
El equipo entre los Raspones y los Crestones.

Sacamos el coche del garaje del Universitario y bajamos a Pradollano.
Siempre acompañados del teniente de la Guardia Civil.
Se estableció un puesto de control en lo que hoy es el parquing subterraneo, en un pequeño monticulo. Dos jóvenes bien equipados, acompañados de cerca por una escolta de Guadias Civiles, se aproximaron. Eran un joven Osborne y Jimmy Gimenez Arnau, novio de la nietisima. Fueron muy amables y se pusieron a nuestra disposición. Fué entonces cuando conocimos al Jefe Local de Falange en Elche.
Comenzó el problema.
Tiró varios balones fuera y comenzó a cuestionar nuestra versión.
El aparato de radio del teniente sonó. Gerardo había detectado una manopla roja que salia de la nieve. Los tres estaban a menos de 50 metros del cilindro. Debajo de él. Se sentaron a descansar. La nieve los cubrió y murieron en pocos minutos.
La tarde noche del 29 de Diciembre.
En sus lápidas figura el 30 como día de su fallecimiento. 
Imposible.
Bajamos a Granada a entrgarle la mochila a Francisco. Estaba con su madre en el Hospital Virgen de las Nieves. Su madre se nos abrazó dándonos las gracias. Francisco nos sonrió. Gritó: "Mis amigos de Alicante". Sus manos estaban vendadas y evidentemente estaba medicado. Hablamos con los médicos. Nos dijeron que éramos los más apropiados para darle la noticia.
Así lo hicimos.
Francisco, acostado, dejó de sonreir.
Enmudeció.
Su madre lloraba, lo besaba, nos daba las gracias.


Urbano con el equipo que llevaba el grupo de Alicante

Un médico preguntó quien era Oca. Respondí que yo. Alguien había llamado desde Alicante preguntando donde estaban nuestros cadáveres. La prensa, radio y televisión repetían que tres alicantinos habían muerto en Sierra Nevada. 
Nos dirigimos a un teléfono público y llamamos a Alicante. En nuestro afan por saber de Francisco, se nos habían olvidado nuestras familias y menos aún habíamos pensado que nos podían confundir con ellos. Para nosotros había sido una aventura, una desgraciada aventura en la que sólo habíamos pasado algo de frio. Yo en mi pie izquierdo y en la punta de los dedos de las manos.
Volvimos a Alicante tras abrazar a Francisco y a su madre.

La última foto

Llegué a mi casa a las 12 menos cuarto.
Dejé la mochila, besé a mi madre y a mi hermana. Ya estaban al tanto de nuestro regreso.
Por el camino nos cruzamos sin saberlo, con familiares de Urbano y Piti que venían a recoger nuestros cuerpos. Me tomé las uvas con mis dos mujeres, la triste y dulce Magdalena y mi hermanita Conchi. Las volví a besar y corrí, con las mismas botas y ropa de montaña, al barrio de San Blas.
Mis amigos celebraban el fin de año en el garaje de casa de una buena amiga. Llegué, no había música. Algún compañero estaba un poco piripi. Al verme, brindamos por el año nuevo. Sonó la música y les conté algo por encima de lo ocurrido. Empezó el baile y yo me volví a mi casa despacio, mirando el negro cielo, como buscando algo.
Mamá y Conchi me esperaban.
Nos abrazamos y me retiré a la cama.
La aventura aún no habia terminado.

EPILOGO
 Recortes del Diario Información

La prensa del Movimiento, la de los curas y la deportiva, cambió su mensaje en contra nuestra.
Sólo PRIMERA PÁGINA, con el gran Enrique Cerdan Tato, Pedro Abad, y el maestro de periodistas Gerona, del Información, se mantuvieron fieles a la versión nuestra.
Fuimos interrogados por un hijo de puta vestido de falangista que se identificó como Jefe Provincial del Movimiento, en funciones. Según él, sustituía a Mariano Nicolas, el represor Gobernador Civil de la epoca. Nos conminó a callar y a asumir la versión de que fué Francisco quien nos había salvado a nosotros.
La OJE era intocable.
Yo llegué al interrogatorio tras avisar a Enrique Cerdan Tato que no acudiera a la cita de esa noche en la que le iba a entregar un plano dibujado por mi hermano Miguel Angel para aclarar el lugar exacto donde habían fallecido mis amigos.
Un grupo del Somaten o Guardia de Franco del que formaba parte el hermano de un amigo, nos esperaba. ¿Que pretendian hacer con Enrique y conmigo?
Mejor no saberlo.
El hermano de aquel personaje me avisó y yo avisé a Enrique. Cortamos nuestros contactos. El facha del Movimiento estaba acompañado del "ideologo" conocido como "DON Z", profesor de Formación del Espiritu Nacional y de varios "grises" como armarios.
El interrogatorio tuvo lugar el la buardilla del colegio San Fernando, en la Calle Calderón. El "ideologo" me dijo a la cara: "Si volvéis a hablar del tema, iréis a la cárcel por homicidio por imprudencia temeraria. Saldréis libres, pero dos años no os los quita nadie".

Foto de agencia publicada por Marca
 Entrevista de Enrique Cerdán Tato

Entrevista Primera Página

Noticia Primera Página

Creo que nos salvamos de milagro... o por gente como Carlos Pacheco, delegado provincial de la Federación Valenciana de Montañismo.
Desde luego, no eran tiempos en que se podía hablar.
Aún así, Urbano, que siempre ha sido una gran persona, contestó de forma muy clara al "interrogador". Urbano es hijo de un sargento de la Guardia Civil. Su firmeza, coherencia y su origen familiar hicieron mucho ante aquel insensato.
Para mí, tanto Urbano, como su hermano Jose Luis y su padre,  superan el nivel de meros amigos.
Piti es hijo del periodista, escritor y  poeta, Viçent d´Orgegia o d´Alacant.
Aún vive con más de 90 años.

 Diario Información

 Francisco en Granada. Diario Información

Entierro. Diario Información

Las fotos que ilustran este extenso relato nunca han sido publicadas. Son sólo una selección de las que hicimos. Intentaron comprarlas algunas publicaciones. Nos negamos. Un velo cubrió el tema. Pasó el tiempo. He visitado varias veces las tumbas de mis amigos ilicitanos. La última vez fué hace doce años.
En la tumba de Jesús Molina habían enterrado tambien a su padre.
A Francisco no lo he vuelto a ver.
NUNCA LOS HE OLVIDADO.

Eusebio Pérez Oca

 
La Asociación Cultural Alicante Vivo se reserva el derecho de moderación, eliminación de comentarios malintencionados, con lenguaje ofensivo o spam. Las opiniones aquí vertidas por terceras personas no representan a la Asociación Cultural Alicante Vivo.