23 enero 2009

"TITOT" Y LA FARMACIA SOLER

La farmacia Soler fue regentada por don José Soler y Sánchez (más conocido en Alicante como el Catedrático Soler), don Agatángelo Soler López, don Agatángelo Soler Llorca (futuro Alcalde), don Xavier Soler Llorca… y, fin. 

El Catedratico Soler tuvo dos hijos: Agatángelo Soler y López (foto superior, del Carnet de Control Obrero de 1937) y José Soler y López. Junto a Agatángelo Soler Llorca, fueron farmaceúticos de la ilustre Farmacia "Soler", sita en la Plaza de San Cristobal

No fue "El Abisinio" el primer miembro de su familia que había trabajado en la farmacia. Yo oí decir que un pariente suyo llamado "Titot" había sido "mozo" con mi abuelo (el catedrático Don José Soler y Sánchez). Este empleo de "mozo" de farmacia ya casi no existe. Suelen así llamarse quienes habiendo entrado en la botica de aprendices o meritorios para hacer recados, limpiar los locales y utensilios, y realizar otros muchos y variados trabajos, se hacen mayores y no dan para más. En tal caso se quedan trabajando en estos menesteres propios del aprendiz ya para siempre... aunque, naturalmente, por su mayor edad y fortaleza, han de hacer trabajos más rudos y diversos... tales como abrir cajones de embalajes, hacer paquetes y llevarlos o traerlos, manejar carretillas, llevar bultos, trasladar pesadas escaleras de mano para alcanzar el "botamen" alto, y en fin... realizar cuanto trabajo pesado, duro, y de fuerza, pueda presentarse...
                  
Por  el contrario, si un aprendiz es espabilado, sabe leer y escribir, se expresa bien, tiene educación y es listo, maneja con soltura el sistema métrico decimal, usa el granatorio, comprenden la mala letra de los médicos, aprende el manejo del "pildorero", se esmera en la fabricación de "papelillos" u "obleas", sabe elaborar jarabes y soluciones, infusiones y cocimientos, aguanta con paciencia al Licenciado y a los empleados más antiguos, asciende sin duda a "mancebo", que así se les llamaba antiguamente, para llegar con el tiempo a ser dependiente o encargado de confianza. Ahora les llamamos, más propiamente, ayudantes y auxiliares de farmacia e incluso son autorizados para el desempeño de sus funciones por un título que, tras un curso de preparación y el correspondiente examen, obtienen en los Colegios de Farmacéuticos.
                                               
 
Febrero de 1959. Traslado de los restos del ilustre pintor alicantino Lorenzo Casanova (Alcoy 1844, Alicante 1900), desde el cementerio de San Blas al de Alcoy. En la foto se ve al Alcalde de Alicante, Agatángelo Soler Llorca, a don Enrique Cerdán Tato (literato, y "cronista oficial... y honorífico" de la ciudad de Alicante), al pintor Manuel Baeza Gómez, a Lamberto García, y a Domingo Carratalá.
                    
Es obvio que Titot no aprendió a hacer muy bien todo esto que hemos enumerado y, es más, algunas cosas como las de leer y escribir las ignoraba por completo. No llegó más que a "mozo"... y, en "mozo" se quedó.
                      
Era mi abuelo hombre de mucho saber, y al decir de algunos un auténtico sabio. Yo sé de él muchas anécdotas que me llegaron a través de mis viejas tías, de mi padre, de los dependientes más antiguos de la farmacia y de mucha otra gente que aún habla de él y de su cosas... Muy joven se doctoró en Ciencias y en Farmacia, y obtuvo una cátedra de Química en la Facultad de Ciencias de la Universidad Central, cátedra que abandonó posteriormente para volver a Alicante, y ponerse al frente de la vieja farmacia de su padre (...Don José Soler y González) y bisabuelo mío, según parece ya que así se murmuraba, porque le debían varios años de su sueldo de catedrático. De lo cual se desprende que en esto de la Educación siempre se dieron motivos a los maestros y profesores para perderla. Aquí le fue fácil, aunque no sin lucha como en otra ocasión contaré, ser catedrático de Física y Química del Instituto de Segunda Enseñanza -que así se llamaban estos institutos antes de que nos entrara la "finolis"- cosa sencilla para un profesor de Universidad. Muchos alicantinos fueron discípulos suyos.
                               
Don José Soler y Sánchez, que así se llamaba mi abuelo, era más conocido como el Doctor Soler, y por ese apelativo le recuerda Alicante en una gran avenida del barrio de Benalúa del cual fue fundador. Yo no llegué a conocer de él más que su grandísimo esqueleto, cuando la "monda" del cementerio de San Blas, al recoger sus restos para trasladarlos, junto con mucho más de la familia muerta, a la nueva necrópolis alicantina...
                                                           
               
Mi abuelo fue un hombre, por tanto, de gran estatura física y espiritual... Ya he dicho que se le tenía por un gran sabio y un adelantado a su propia época. En su enseñanzas universitarias de Madrid desterró las teorías de "el flogisto" y de las "miasmas", para introducir en España, entusiásticamente, la Química Moderna de los símbolos, las moléculas y los átomos, y sus valencias... cosa que le costó más de un disgusto, por "contestatario" y por atrevido, pero que le dio fama dentro y fuera de nuestro país..En la Universidad de Madrid obtuvo también el título honorable de "El Droguero Alicantino", impuesto por profesores rivales, y anticuados, que nunca le perdonaron que llamara al oro Au (del latín "aurum"), y a  la plata Ag (del latín "argentum")
                                                 
Entraba en la farmacia a diversas horas. Unas veces volvía del Instituto, acabadas las clases, o del Ayuntamiento del cual fue varias veces concejal, teniente de alcalde, y alcalde. En otras ocasiones venía de "Casa Bossio", famoso hostal de la Rambla, en donde se ponía como "el Quico" de comer, en vajilla de oro, suculencias nacionales o importadas, compartiendo sus "traganzas" con "Los Diez Amigos", peña de la que formaba parte y que era la promotora el barrio de Benalúa, y de otras muchas empresas de interés local.
                      
Al entrar en la botica le aguardaban, junto al "botamen" de la derecha según se entra, una larga fila de botellas con orina que le llevaban a analizar. Cada frasco estaba sobre la receta del médico que prescribía la investigación, o simplemente sobre un papel en el que figuraban el nombre y apellidos del "miccionario" y las palabras "albúmina" o "azúcar" escritas por profanos familiares de embarazadas y diabéticos
                                                           
El 19 enero de 1883, se constituye la sociedad "Los Diez Amigos", integrada por: José Carlos de Aguilera, José Soler y Sánchez, Clemente Miralles de Imperial, José Carratalá Cernuda, Armando Alberola Martínez, Francisco Pérez Medina, Pedro García Andreu, Juan Foglietti y Piquer, Arcadio Just Ferrando, Pascual Pardo Gimeno y José Guardiola Picó
                                 
Después de echar un vistazo al tal "frasquerío",  mi abuelo se quitaba la levita, y  se cubría con una bata blanca abierta por delante. Entraba con gran solemnidad en el laboratorio a investigar lo que entonces se llamaba, y aún por algunos se llama "análisis completo" de orina, que era un trabajo pesadísimo ya que llevaba implícitas en él farragosas técnicas de calcinación y destilación, hoy ya en desuso, y la determinación de la densidad y la reacción de acidez o alcalinidad (pH), búsqueda de elementos "normales y anormales" (glucosa, cuerpos cetónicos, bilirrubina, sangre, y hemoglobina, leucosterasas que no existían en aquellos tiempos, nitratos que se transforman en nitritos, urobilinógeno...), y su determinación cualitativa ("positivo", o "negativo") y cuantitativa (cantidad de un elemento químico disuelto en la orina) según se prescribiera.; así como la observación de los elementos orgánicos (células epiteliales, bacterias, leucocitos macrófagos, hematíes, levaduras, tricomonas, protozoos, esperamatozoides...) e inorgánicos (cristales, restos de heces por contaminación rectal...) del sedimento urinario (una vez centrifugada la orina) realizada con el último modelo de microscopio ("óptico" y "compuesto"),  un magnífico y potente aparato que todavía conservamos  y que, hoy en día, está depositado en el Colegio de Farmacéuticos de Alicante.
                                   
Se maravillaba Titot de la sabiduría del Doctor Soler y de su justa y bien ganada fama, y colaboraba, a su manera, en los trabajos que se le encomendaban. Era para él, y aún para nosotros hoy lo es causa de admiración cómo de unos huesos de ternera y vaca se obtenía el clorhidrofosfato de cal; cómo de la evaporación del benjuí ("árbol de benjuí") se obtenía ácido benzoico que luego se transformaba en benzoato de sosa; cómo sacaba citrato de hierro amoniacal a partir del zumo de los limones.y, tantas y tantas cosas con las que en aquellos tiempos, en que aún no había fábricas de productos farmacéuticos, surtía de materias primas a su farmacia, y a otras muchas de Alicante y provincia. También salían de aquella botica preparados simples y compuestos para el mercado nacional, y las colonias de América y Oceanía. Una de las maravillas era la obtención de carbonatos de sosa, y de potasa, a partir de las "hierbas barrilleras"  o de las "pieles" de almendra calcinadas. Es de advertir que las "hierbas barrilleras" suponían por entonces una fuerte importante de obtención de "sosa" que se extraía de sus cenizas, que eran, incluso, exportadas desde Alicante, principalmente a Francia, antes de que procedimientos más modernos de fabricación relegaran su curso.
                                                        
 
 
             
Titot, trabajaba en todos estos menesteres con entusiasmo. Movía con fuerza las "manos de gigantescos morteros de piedra", encendía y mantenía el fuego de los alambiques de cobre, que producían "agua destilada", o bien "aguas de azahar" y de "laurel-cerezo", o "esencias de naranja", o de "romero", entre otras.
                  
Ayudó a su patrón, a destilar agua de la mar, en una instalación cuyos restos aún perduran en la "Cantera". Incluso, una vez preparó un ingente montón de "pilas de Leclanché", con las que mi abuelo reunió los miles de voltios necesarios para permitirse el lujo de mostrar a los alicantinos la primera iluminación eléctrica, obtenida con un arco voltaico que instaló en la plaza de toros para un espectáculo nocturno.
                                      
Por todas estas actividades, el Doctor Soler era muy conocido y admirado. Se le consideraba como un taumaturgo milagrero en un tiempo en que "el asombro sucedía al asombro", y que fue calificado, con justicia, como el Siglo de la Luces.
                            
Titot se embelesaba con los experimentos del doctor, vibraba de entusiasmos y quería profundizar más y más en la ciencia del maestro. Pero, lo que en verdad le preocupaba era cómo se podía saber de enfermedades a través del análisis de orina.
                                           
Debió de preguntar al viejo Santamaría sobre el modo empleado por el farmacéutico para averiguar en su laboratorio tantas cosas misteriosas. Y, algo le debieron de explicar ya que cierto día mi abuelo al entrar en su oficina recibió, uno a uno, de manos de Titot, los frascos que contenían las orinas, y mientras se los entregaba le decía:
                                                              
-Don José... ésta té sucre.
Y, con otra botella:
- Ésta també té sucre.
Y, en otra:
- Ésta no té sucre.
Mi abuelo no le hacía, al principio, mucho caso; pero acabó fijándose en las impertinentes observaciones de Titot y, con asombro, pudo comprobar que muchas veces eran acertadas.
Se repitió la escena pocos días después. Titot al entregar uno de los frascos le dijo: 
- Ésta té molt sucre. Está molt dolça.
Y, mi abuelo encontró azúcar en cantidad. Calándose los anteojos dorados, le dijo:
- Titot, ¿cómo puedes saber que esa orina tiene mucho azúcar? ¿Es qué conoces al enfermo?
- Yo no, señor.
- Pues entonces, ¿cómo puede ser que me digas tan seguro... "ésta té sucre, y ésta no"...
Titot, vaciló un momento y dijo:
- Perque els taste.
Mi abuelo se quedó aterrado, y no quería creerle. Pero trató de descubrir la verdad de lo que pasaba. Estaba muy escamado, máxime por haber caído en la cuenta de que el personal de la farmacia se lo estaba pasando en grande, a juzgar por las risas que llegaban desde la rebotica, mientras él analizaba las orinas que le iba pasando Titot.
                   
Y decidió averiguar, con exactitud, si era posible descubrir por el sabor si una orina tenía azúcar, cosa que hasta entonces seguro que a ningún investigador se le habría ocurrido experimentar personalmente por evidentes razones. Y puesto que, al parecer, Titot era lo suficiente guarro para haber degustado tan excrementicio líquido, no era mala la ocasión que se le presentaba para comprobar la eficacia orientativa de tan singular procedimiento.
                                                 
Llamó al mozo, y le dijo:
- Vamos a ver, Titot, trae las orinas que faltan. Veremos si tienen azúcar...
Cogió una de las botellas que le traía, y preguntó:
- Ésta té sucre...
- No.
Mi abuelo, destapó un frasco lleno de líquido azul, puso en un tubo de ensayo unos centímetros cúbicos, los calentó hasta ebullición en la llama del mechero Bunsen, añadió luego una cantidad igual de orina, volvió a calentar, y la mezcla hirvió nuevamente sin perder su color azul. No había, efectivamente, glucosa.
Cogió otra botella...
- ¿Y ésta?
- Sí.
Repitió la operación descrita. Esta vez la mezcla de reactivo y orina tomó un color rojo ladrillo fuerte. La orina tenía azúcar.
- ¿Ésta?
- Sí.
- ¿Ésta?
- No.
Y era verdad...
Mi abuelo comenzó a comprender que, efectivamente, Titot llevaba tiempo probando las orinas ates de pasarlas a su examen. Era indudable que con sus facultades organolépticas encontraba el sabor dulzón de la glucosa. Acababa de descubrirse ante sus ojos no sólo un importante método de analizar orinas, sino también una de las cochinerías más grandes de las que se pueda tener conocimiento.
                                  
Espantado, con enfado manifiesto, no sabiendo si chillar o echarse a reír, continuó:
- ¿Y ésta?
- ¿Eixa? No u sé. No l'ha tastat...
- ¡Qué no l'has tastat!... ¡Qué no las has probado!
- Yo no.
- Y ¿por qué... si se pude saber?...
- Perque me dona asco.
- ¡Asco! ¿Cómo asco?... ¡Marrano!... Si bebes de todas ellas, como presumo, ¿cómo puede darte asco?
                    
Titot, muy serio y compungido, señaló dentro de la botella con el índice, y mirando a mi abuelo afirmó:
- Perque eixa té un pel. 
Y, efectivamente, sobre una orina amarillo ámbar, de olor propio, turbia, espumosa y de sedimento abundante, terroso y purulento nadaba un pelo corto y rizado, que había conseguido remover las tripas y calmar las ansias investigadoras de Titot.
JOSÉ SOLER

 
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