04 mayo 2010

LOS ALICANTINOS DE HACE SETECIENTOS AÑOS

Artículo de VÍCTOR MANUEL GALÁN TENDERO
 
Fuero de la Villa de Alicante (AMA)

Los valiosos testimonios del Alicante medieval.
A diferencia de otras localidades hermanas, Alicante no ha gozado de la fortuna de conservar una rica documentación municipal de los siglos XIII al XV (libros de repartimiento de bienes, de la Corte del Justicia, de las deliberaciones municipales o del “Consell”) por culpa de las destrucciones de las tropas de Pedro el Cruel y del bombardeo francés de 1691. De la catástrofe sólo se han salvado una serie de privilegios reales y algunas cláusulas testamentarias en la iglesia de Santa María, los legados píos exhumados hace más de medio siglo por don Vicente Martínez Morellá, y bien utilizados por Màrius Bevià para afinar la evolución urbanística del Alicante medieval. Se trata de la única parte conservada del testamento de un particular que donaba una cantidad de dinero (establecida sobre unos determinados bienes) para la salvación de su alma, estableciendo un determinado número de misas en ciertas fechas del año, la construcción y dotación de capillas, etc. La idea del purgatorio se había fortalecido en la Europa cristiana desde el siglo XII, y para abreviar allí su estancia los fieles “invertían” en consonancia. Su conservación se debe a que el justicia Joan d´Alcanyís autorizó en 1336 su traslado al libro de beneficios de Santa María, garantizando su fidelidad el notario Tomé de Pina. La compra-venta de bienes en el cambiante Alicante de la primera mitad del XIV induciría a ello.
    
Al permitir conocer nombres propios, dedicaciones y propiedades de los alicantinos de hace unos 700 años, para el historiador de nuestra ciudad son como agua de mayo. Los episodios personales nos permiten una rudimentaria reconstrucción de la vida social y económica de Alicante más allá de los acontecimientos políticos, en especial durante el reinado de Jaime II (en Alicante de 1296 a 1327), cuando nos debatíamos entre Castilla y Aragón, entre la posibilidad de expansión y los primeros anuncios de crisis, entre los primeros pasos del Alicante feudal y su madurez.
         
De Castilla a Aragón.
El primer testamento data de marzo de 1251, antes de la concesión por Alfonso X de Fuero a Alicante en octubre de 1252. Redactado en catalán, quizá originariamente lo fuera en latín. Si validamos su autenticidad, su conservación se debería al interés por acreditar la vigencia de una renta amenazada por los cambios urbanísticos en 1336.
         
La legataria era Na Guascha, esposa de Guillem d´Aunyon. Las viudas proliferaron en la frontera de la Reconquista, refiriéndose a ellas fueros, repartimientos de bienes y testamentos. En todo caso el Fuero alfonsí no sería una colección estereotipada de preceptos, sino que atendería a la realidad social previa tras la conquista de Alicante en 1247. Esta señora estableció un legado de 5 sueldos burgaleses sobre unos bienes heredados por su hija Matheua, reflejando la implantación en Alicante de la piedad gótica, cristianizada como Santa María la anterior mezquita aljama, a la par que un primigenio reparto de bienes cuya fecha desconocemos. Los bienes que posibilitaban tal legado eran un obrador con unas casas. Los obradores de raigambre islámica serían muy codiciados mientras se sopesaba el reparto de las tierras del término.
     
En 1300, ya bajo dominio aragonés, un poderoso prohombre local seguidor de Jaime II, Ramón Çacoma, también legó bienes en provecho de su alma. Tal espiritualidad nucleada en torno a Santa María se ha consolidado plenamente medio siglo después, hasta el punto que un capellán encargado de cantar misas se podía permitir el lujo de prescindir de ciertos emolumentos diarios para ir a cazar. En comparación con 1251 la oligarquía local ha acrecido su patrimonio territorialmente (expresándolo en este tiempo de transición política en moneda real murciana y en doblas aúreas). El legado se fundó sobre un heredamiento en la huerta del Norte, el de Loxa (siguiendo la forma toponímica de la época), al que ya se asociaron y diferenciaron tres hilos de agua.
 
Privilegios otorgados por el Rey Sabio (AMA)
        
Los primeros pasos d´Alacant en la Corona de Aragón.
Entre la Sentencia arbitral de Torrellas (1304) y su anexión al Reino de Valencia (1308), Alicante formó parte de un peculiar Reino de Murcia bajo dominio aragonés junto a Orihuela, Guardamar, Elche, Elda y Novelda, la procuración “dellà Xixona”. Los problemas militares y políticos no impidieron el crecimiento de la entonces villa de Alicante si atendemos a ciertas evidencias.
           
A la dedicación de cantidades de dinero para erigir capillas en Santa María se sumaron los desembolsos en beneficio de San Nicolás y el hospital aledaño para remediar los problemas de marginalidad. La “Vila Nova” se expansionaba, y no en vano se ofreció como provisor de fondos en el testamento de otro gran señor local, Jaume Bernat, un huerto emplazado en la zona occidental de la Fuente, la de la Sueca. En los testamentos se acordaron las inversiones de dinero en la compra de posesiones en la villa y su término. Nuestro espacio ganaba en complejidad social, y la mención de censatarios del relieve de Bernat Bonivern (de una familia que además de ejercer de justicia daría nombre a una rambla a la falda del Benacantil) bien lo acreditan.
          
Las luchas contra castellanos y musulmanes no sólo nos perjudicaron. Las campañas de Jaime II motivaron la acuñación de moneda real en un Alicante dotado de posibilidades comerciales y de obradores como el de Simó d´Altet en la principal plaza local. Un descendiente suyo, Pere d´Altet, sería “ciutadà honrat” a comienzos del XVII. Sin embargo, la supervivencia del linaje no fue fácil. Tras testar varias veces entre 1306 y 1308, Simó convirtió a su sobrino Francesc Sanxo en heredero, abrazando el apellido d´Altet y adquiriendo el disfrute de un hilo de agua de la huerta por 30 sueldos. En la capellanía fundada por Simó el patronazgo correspondería a sus herederos, y las labores religiosas se encomendarían a alguien del linaje. La vida familiar echaba raíces en nuestra tierra, alejándose los tiempos en los que Alfonso X amenazara con pérdida de bienes y de derechos a los caballeros que no fijaran debidamente su residencia. Jaume Bernat anheló ser sepultado junto a su difunta esposa Benvenguda en el altar de Santa Catalina en Santa María.
         
Entre 1304 y 1308 la valencianización se abrió paso en cuestiones como la monetaria. No en vano en Alicante se estableció temporalmente una ceca. Oficialmente los testamentos empiezan a expresar las cantidades en moneda real valenciana, sin exclusión de consignar otras en circulación, tales como las doblas de decreciente importancia (convirtiéndose las 20 de 1300 en poco más de 4 en 1307). La inestabilidad monetaria de la vecina Castilla ayudaría en tal sentido. En lo legal, los Fueros valencianos antes de aplicarse en 1308 con criterio territorial siguieron el personal en atención a la procedencia de las gentes. La viuda Sibila establecería 10 misas anuales en Santa María siempre y cuando se le reconocieran como propios unos bienes, según los citados Fueros.
      
 ¿Días de esplendor de una villa mercantil al amparo de la fortaleza?
Tras servir de punto de operaciones en la fallida conquista de Almería por Jaime II (1309), en Alicante parecían abundar las viudas de buena posición, diligentes en asegurar la salvación de las almas de sus esposos, tales como doña Subirana (mujer de Ferrán Pérez de Gormes) en 1310 o la de Ramón de Mirambell, doña Benvenguda en 1312. Varones como Jaume Santacreu serían bien acogidos en tales circunstancias, llegando a disponer de los bienes de su segunda mujer en 1314. No eran malos momentos para Alicante, cuando la renta de las casas del “Raval” o de la “Vila Nova” (donde ya florecía el templo de San Nicolás) revalorizaron el patrimonio de Pere Canet en 1315.
        
Esta prometedora perspectiva quizá se viera ensombrecida por la inseguridad militar, el pauperismo (doña Subirana dedicaría 50 suledos anuales para vestir pobres por Navidad), la dispersión de los patrimonios familiares, y la creciente riqueza eclesiástica (bajo la autoridad de la sede de Cartagena). Entre 1310 y 1312 aparecen las primeras menciones de presbíteros.
      
Entre 1320 y 1327 las donaciones sobre bienes en Loxa menudearon, ejemplificando el buen momento de nuestra agricultura, quizá deudor del establecimiento de la ruta comercial que enlazaba el Sur francés con el interior castellano a través de nuestras tierras. Así pues, en Alicante se estableció el mercader Guillelmi de Montesserrato, y en 1326 se regularían con mayor precisión las condiciones jurídicas y fiscales de los “exaricos” o aparceros mudéjares de nuestra huerta. En 1333 el mercader valenciano Bernat Conill adquiriría el disfrute de un hilo de agua de la nuestra huerta principal.
     
La promoción de ciertos individuos y linajes distaba de permanecer estanca. Un testamento de 1321 nos ilumina sobre los avatares de los Sánchez, establecidos aquí desde la segunda mitad del XIII. El patriarca don Gil fundó una donación de 4 arrobas de aceite de 25 libras cada una sobre 4 tahúllas de viña en Tautanell. Su hijo Alamany las cambió por unos obradores (comprados a Jaume Perenzal) con la autorización del vicario Joan Saverdú. La familia se haría con el dominio de la alquería de Lirien, y Alamany y su hijo Nicolau cederían uno de sus hilos de agua a Eximen Pérez. Las oportunidades de compra-venta de bienes rurales y urbanos nutrían los patrimonios de ciertas familias afortunadas, a veces rematadas con prebendas eclesiásticas. El sobrino del mercader Montesserrato, el presbítero don Berenguer Ermengol, disponía hacia 1323 de viñas en la huerta de la Sueca y de una casa (por la que cobraba una renta) en la alhóndiga, consagrando mil sueldos para su capilla en el altar de Santa María.
          
A estas alturas Alicante ya había establecido fuertes articulaciones comunitarias, religiosas, urbanísticas, económicas y políticas que la preservaron de la desaparición durante la crisis de mediados del XIV. Si los riesgos militares y de carestía violentaban la vida de los alicantinos, a la par se les brindaban las oportunidades de incursionar al estilo almogávar (por cuenta propia o del rey) las tierras enemigas, concertar un buen matrimonio, adquirir o alquilar propiedades urbanas y rústicas (en ocasiones fuera del término municipal, como en Elche y Orihuela), aprovechar individual o mancomunadamente los hilos de agua, mercadear con productos e incluso personas, y conseguir alguna sinecura eclesiástica de rango menor. Los testamentos reflejaron los deseos de temor, perdón y gloria de nuestros avispados antecesores.
         
Bibliografía.    
-ÁLVAREZ FORTES, Anna Mª, El sentit de la mort en l´Elx medieval. Un llibre de clàusules testamentàries de l´església de Santa Maria (1294-1444), Alicante, 1997.
-BEVIÀ, Màrius, “Formació del País Valencià i canvi urbà: el cas d´Alacant”, L´Espill núm. 15, Valencia, 1982.   
-MARTÍNEZ MORELLÁ, Vicente, Libro antiguo de los beneficios de la parroquial iglesia de Santa María de Alicante, 1300-1375, Alicante, 1954.
-PIÑOL, Daniel, A les portes de la mort. Religiositat i ritual funerari al Reus del segle XIV, Reus, 1998.

 
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