03 junio 2007

TREN CON DESTINO A...¿LUCEROS?

Edito el articulo para incluir una nueva imagen del suceso poco tiempo despues del accidente donde vemos a los "equipos de emergencia" realizando aun su trabajo.

Todos hemos visto alguna vez la imagen en blanco y negro de un tren descolgado de las vidrieras de la Estación del Norte de la romántica París. En nuestra terreta, el suceso se repitió, la imagen menos bucólica pero igual de desastrosa.

 

El viernes, cuatro de octubre de 1912, un tren procedente de Albacete, atravesó las paredes de nuestra estación de MZA pasando por encima de los rigidos topes de vias, pulverizó el despacho de billetes y derribó una de las columnas de la fachada del edificio, saliendo la locomotora a la Avenida de Salamanca. Bajo la máquina, aún resoplando, entre un montón de astillas, piedras y cascotes, se divisaban varios cuerpos. Allí mismo, entre las ruedas, un joven alicantino de diecisiete años, Rafael Furió, apenas si podía moverse. Cuentan las crónicas periodísticas que pidió agua en dos ocasiones y finalmente un cigarrillo, en tanto se procedía a las tareas de salvamento y desescombro. El muchacho, por último, fue trasladado al hospital, donde murió.

Además de Rafael Furió hubo varias víctimas más. Se rescataron los cadáveres del notario de Monóvar Martín Gual, de Juan García Gomis, del Moralet, de Juan García Pastor y de María Gomis. Los heridos, que fueron muchos, recibieron atención en la Casa de Socorro y en el hospital, entre ellos la señora Remedios Galera, la taquillera que se encontraba despachando billetes, en el momento de producirse el tremendo impacto.

El tren que tenía su llegada oficial a las doce horas cuarenta minutos, llegó con retraso y prisas entrando como un terremoto a las catorce y siete, en medio de un estruendo ensordecedor, sembrando el pánico y la destrucción. No mucho después de la catástrofe, se personaron en la estación el alcalde de la ciudad, Federico Soto, el presidente de la Diputación, los gobernadores civil y militar, los jefes de seguridad, varios concejales y médicos, el presidente de la Cruz Roja, camilleros, voluntarios...
 

El fallo de los frenos automáticos causó tan trágico accidente. El inspector de ferrocarril declaró que, tras salir de San Vicente, se percató de que el maquinista no dominaba el tren. Se calcula que al chocar con la estación llevaba una velocidad de 40 km/h, lo que para entonces era un vértigo. Por fortuna, varios pasajeros se arrojaron del trén en marcha antes de producirse la colisión, como el propio revisor, Carlos Villagarcía.

La Prensa denunció que, en apenas un año, se habían registrado otros dos accidentes, aunque no tan aparatosos, y los atribuían a la dejadez de la compañía ferroviaria. Curiosamente, la casas cinematográfica Marín y el noticiero francés Pathé tomaron las imagenes del suceso. 

... O tal vez el maquinista era un visionario y se adelanto cien años en el tiempo al TRAM, ¿querria llevar el tren a Luceros? si no lo frena la columna, a saber donde acaba...

Fotos: Cantos (Mundo Gráfico)

 
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