01 abril 2007

EL PRIMER CONCESIONARIO DE ALICANTE

El automóvil ganaba adeptos, de manera que levantó una considerable expectación, la inauguración de un garaje exposición de vehículos, situado en la calle de Jorge Juan, con puertas de entrada y salida a la plaza de Alfonso XII (hoy del Ayuntamiento) y a la calle de San Telmo. No faltó nadie a la cita. Se engalanó el salón profusamente, con banderas de España y Francia. Y el propietario del nuevo establecimiento, don José Mataix recibió personalmente a todos y cada uno de sus invitados, muy consciente de lo que significaba aquel acontecimiento. Era algo así como la modernidad, sobre cuatro ruedas. Además se exhibían los últimos modelos de las marcas «Citroën» y «Talbot», que causaron la admiración del numeroso público que acudió aquella tarde del seis de febrero de 1925 a admirar las novedades.

Junto al señor Mataix, y haciendo los honores, se encontraban don Miguel Maura, presidente del consejo de administración de la Sociedad Española Citroën, el señor Juayabens, gerente de la marca, en Barcelona, el director de la fábrica, en París, señor Lourdes, y el propio René Citroën en persona.
Tras las pertinentes presentaciones, el señor Citroën se dirigió al numeroso público que abarrotaba los locales, y manifestó que su casa trabajaba necesariamente para atender las, cada día, más numerosas peticiones de sus automóviles. Las demandas procedía, dijo, especialmente de Italia, España y Francia. Y eran tantas ya, que había acelerado el ritmo de producción, hasta límites insospechados. Diariamente, concretó, se fabrican quinientos vehículos, es decir, uno por minuto. Sus palabras levantaron gestos de admiración.
Posteriormente, los invitados fueron obsequiados con «champagne, cigarros, cajas de bombones y lindísimos cochecitos de cartón». Entre tanto, los anfitriones mostraban a los más interesados los progresos de la técnica automovilística y particularmente los adelantos que ofrecía el nuevo modelo «Torpedo», de diez caballos de potencia y equipado con cinco ruedas.

El precio de aquel automóvil era de siete mil setecientas pesetas y, en su versión de lujo, subía hasta las ocho mil. Lo más selecto y pudiente de Alicante, vivió una jornada memorable. La inauguración de aquel garaje donde se exhibían tales automóviles resultó todo un acontecimiento social perfectamente reflejado por el cronista Cerdán Tato en su gatera.

 
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