02 mayo 2007

EL NEGOCIO DE LA NIEVE

Los orígenes conocidos de la actividad de neveros se remonta al lejano Oriente, el Antiguo Egipto y Mesopotamia.
Existen antecedentes escritos de la existencia en Ur (2.000 a.C.) de una “casa fría”, desde donde se almacenaba y distribuía hielo traído desde montañas distantes a 200 Kms. Desde allí se propagó este comercio hacia la cultura iraní. Esta es la que llegará a la península ibérica a través de la expansión romana y árabe.
En Grecia, Hipócrates (460-377 a.C.), el médico más importante de la antigüedad, padre de la medicina, desaconsejaba su utilización, salvo en algunos casos (fiebres). Es posteriormente Galeno (129-199 ), médico y filósofo, quien aceptó el hielo y la nieve para usos terapéuticos e inició una discusión en el mundo médico que duraría hasta el siglo XVII.
En la Edad Media, en las cortes árabes se preparaban productos azucarados con zumos y frutas enfriadas con nieve. En la provincia de Alicante fueron los árabes los que dieron a conocer y divulgaron su uso, para conservar carnes y pescados, refrescar bebidas, fabricar helados y usos medicinales. Construyeron edificios de conservación de nieve y útiles domésticos más pequeños para la refrigeración de las bebidas.
En una guía medieval del Camino de Santiago se cita “desaconsejar al peregrino el consumo de pescado que no fuera extraído de los ríos, por la ausencia de pozos de nieve en los que proveerse para su conservación” Una prueba de su disfrute entre las clases elevadas, es el hecho de que Carlos III mandara construir un pozo de nieve en su residencia real del castillo de Olite, donde falleció.
Francisco Franco (no confundir con el señor bajito lleno de condecoraciones militares), catedrático sevillano, en 1569 publica la primera monografía europea de los beneficios de la nieve y los pozos de hielo “Tratado de la nieve y del uso della”.
Cuando realmente se popularizó su empleo fue a mediados del siglo XVI y en el XVII en que se prolifera en la construcción de pozos o cavas, concediéndose licencias o cédulas. Muchas poblaciones los construyen, la demanda de su consumo se generaliza y los precios son accesibles para la gente.
En muchas poblaciones, en el interior de las casas se han descubierto pozos o neveras medievales en la que debía guardarse durante todo el año la nieve y el hielo del invierno para la conservación de alimentos y usos sanitarios (fiebres o calenturas). Se conocen pozos de nieve, en Sierra Espuña (Murcia), Cataluña, en la Isla de Mallorca, Andalucía, Rioja, País Vasco, Navarra, Castilla, Extremadura y en la Comunidad Valenciana.
El consumo de grupos sociales aristocráticos dio lugar a la organización de todo un conjunto de medidas legales y administrativas para regular, asegurar y controlar un comercio que tantos capitales comprometían. Existían pozos de montaña, en las zonas en las que nevaba; pozos urbanos y pozos rurales. La venta de nieve no se interrumpía en ningún mes del año, debido a su uso en medicina y al precio relativamente moderado, por la abundancia de puntos de abastecimiento cercanos; pero naturalmente el consumo se intensificaba en verano, por la popularidad de las bebidas heladas y su empleo en la conservación de alimentos.A partir de 1870 se produce el inicio de la decadencia, apareciendo las primeras máquinas productoras de hielo, ideadas por Tellier, inventor del frío industrial, lo que propició la producción industrial. En estas fechas también se fabricaron las primeras neveras domésticas, con aporte de hielo industrial en su interior, inicialmente hechas de madera y corcho, posteriormente metálicas; la nieve aún se consumió hasta los años 1920-1930.
EL CICLO DE LA NIEVE
El proceso para almacenar, conservar la nieve y transformarla en hielo, consistía en aprovechas las nevadas y acumular estas nieves en habitáculos convenientemente preparados, para vender el hielo en resto del año. Estos habitáculos consistían en edificios de piedra subterráneos, resguardados del sol, de forma circular o cuadrangular, de unos 2 á 18 metros de diámetro, y alturas de 3 a 30 m.; cubiertos por una bóveda acampanada, generalmente de piedra o ladrillo cerámico macizo (teja árabe).
Orientadas al norte, solían estar en pequeñas cuencas que forman las laderas de montes, para facilitar la recogida de la nieve por los peones, que lo efectuaban arrastrándola con herramientas apropiadas. Las cavidades o pozos eran rellenados en capas de nieve, pisadas y apelmazadas, para que no se licuara, separadas como aislante por elementos vegetales como paja, ramas o cañas, tanto en los laterales, para aislar de las piedras, como en capas superpuestas, en toda su altura. En la parte baja del pozo, se disponía de canales para la eliminación del agua del deshielo, o bien construyendo entarimados de madera para aislante y desagüe, que por un conducto iba al exterior, o bien sobre capas permeables que absorbían dichas aguas de deshielo. La entrada a las neveras consistía en pequeñas puertas dispuestas a ras del suelo, opuestas entre sí, algunas con pasillos subterráneos o con habitáculos para pernoctar y alimentarse en época de explotación. En el fondo, algunas tienen un acceso desde el exterior que sirve a la vez como desagüe y para limpiar el pozo antes de llenarlo de nieve, cada año.. Esta nieve, convertida en hielo, se cortaba y se extraía en bloques; se metía en cajas de madera o corcho y cubiertas con ramas o telas, era trasladada por bestias o carros a diferentes destinos, dependiendo de la propiedad del pozo o del punto de venta y comercialización del hielo. Existía una red de caminos para este comercio. En la época de calor, el hielo era trasladado a las poblaciones y ciudades a horas que aún no había salido el sol.

 
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