23 octubre 2007

EL CARDENAL BELLUGA

«ha muerto como ha vivido... pobre y santo. Tenía sus defectos, como los tienen todos los hombres; pero eran pequeños lunares en un bellísimo cuerpo. La intención... siempre santa, la fatiga continuada hasta los últimos momentos, la mano siempre abierta para los pobres: era el honor del Sacro Colegio»

(Comunicado de Benedicto XIV al obispo de Murcia)

En abril de 1705 se produjo una excepcional circunstancia para la historia del Reino de Valencia y Murcia, y por extensión, de la toda España: el nombramiento de Luis Belluga y Moncada como obispo de la diócesis de Cartagena-Murcia.
Siguiendo la estela de otros prelados-políticos como Richelieu o Mazarino, desde su responsabilidad episcopal jugó un papel decisivo en la Guerra de Sucesión que batía a España entre dos candidatos al trono del finado Carlos II: Felipe de Anjou y Carlos de Habsburgo.
Pero también fue una figura clave para los reinos citados anteriormente, en aquellos años en que la guerra estuvo a punto de quebrar la recuperación de la crisis del siglo XVII.
Luis Antonio Belluga y Moncada nació en Motril en 1662. A los pocos años, él y sus hermanos quedaron huérfanos quedando a cargo de un sacerdote amigo de la familia. Se encargaron de su educación los Religiosos Mínimos de San Francisco de Paula, cuya doctrina marcó la personalidad de Belluga. A los catorce años, dada su decidida vocación, fue ordenado sacerdote de primera tonsura y, en 1678, pasó a estudiar bachillerato en el Colegio Mayor de Santa María de Jesús.
Mientras se doctoraba en Teología, adquirió una significativa fama de hombre justo y piadoso, inteligente y disciplinado. En 1686 se doctoró y al año siguiente, en 1687, las autoridades eclesiásticas apreciaban en él unas dotes de eficaz administrador al nombrarlo canónigo lector de la Catedral de Zamora. Al poco tiempo fue trasladado a Córdoba con el mismo cargo; allí conoció la Congregación de Sacerdotes y Oratorio de San Felipe Neri, cuya regla habría de seguir el resto de su vida.
1705 fue una fecha muy importante para la historia de España. Había muerto Carlos II, sin sucesión alguna. Por influencia de su mujer, había establecido en su testamento que Felipe de Anjou (nieto de Luis XIV, rey de Francia), recibiera la Corona de los reinos de España. En oposición a este proyecto había conspirado Mariana de Austria, madre del difunto, en favor del archiduque Carlos de Austria de tal modo que a la muerte de aquél se inició una guerra civil en España por la sucesión al Trono.
Luis Belluga y Moncada fue testigo de esta época. Debido a su relación con la jerarquía eclesiástica y con la del partido borbónico, Belluga fue consagrado obispo de la diócesis de Cartagena-Murcia el 19 de abril de 1705 en sustitución de Francisco de Angulo. Inmediatamente, en 1706, se convirtió en Virrey y Capitán General de Valencia y Murcia.
Desde este puesto organizó la defensa de Murcia que se hallaba prácticamente cercada por las tropas de la alianza angloholandesa y austriaca, y logró detener su avance en la célebre Batalla del Huerto de las Bombas, contribuyendo decisivamente a la victoria del rey.
Una vez terminada la guerra y decidido a obtener los frutos de su apoyo al nuevo rey, el obispo Belluga acometió una serie de acciones. El objetivo era dotar al obispado de un poderoso estímulo económico, a través de rentas y propiedades. Fue la época de las Obras Pías pero también de una férrea reorganización del clero.
Entre otras obras, construyó un colegio de huérfanos y pidió y obtuvo tierras baldías para entregarlas en censo a comunidades de campesinos para su cultivo; estas tierras se hallaban en zonas insalubres de la desembocadura del río Segura y contribuyeron al despegue económico del Reino a lo largo del siglo XVIII. Ideó un proyecto muy ambicioso, fundando las comunidades aldeanas de San Felipe, San Fulgencio y Dolores.
A la vez, como el significativo crecimiento demográfico iba a traer consigo demanda de más tierras, muchos campesinos aceptaron establecerse y roturar estas tierras. 40.000 tahúllas fueron concedidas por el rey Felipe V, los concejos de Orihuela y Guardamar procediéndose a su drenaje y roturación.
Los lotes de tierra fueron entregados según las clásicas fórmulas feudales de tenencia de la tierra, esto es, mediante censo enfitéutico. Esta fórmula establecía que el propietario directo de la tierra era el campesino mientras que el propietario real de la misma, aquél que podía disponer de ella par su venta o cesión, era el Obispado.
Con el producto de la tierra o de los inmuebles básicos tales como molinos o batanes se pagaban los derechos de disfrute al segundo. Así, pues, de este modo logró el obispo Belluga crear una fuente de ingresos estable para sus fundaciones.
Firme partidario de un fuerte orden moral católico, se convirtió en un defensor de la enseñanza a través de la iglesia, de manera que los principios religiosos y sociales no fueran alterados, si bien esta actitud comenzó a contrastar con el creciente interés de la monarquía borbónica por el reformismo y la naciente ilustración.
Durante sus años como cardenal, compaginó su púrpura cardenalicia con las responsabilidades episcopales. Entonces habría de doblar su actividad viajera: se desplazaba continuadamente de Murcia a Roma pasando por la Corte. Allí, el rey Felipe V le nombró "Protector de España ante la Santa Sede". En la ciudad eterna se hizo cargo de diversos cargos administrativos, entre ellos el de Cardenal de Santa María Transpontina. Debido a sus resposabilidades y por presiones, en 1724 debió renunciar a la sede cartaginense. Rápidamente integrado en la Corte Vaticana participó en varios cónclaves electorales quedando, en 1740, en el cónclave que elegía al sucesor de Clemente XII y pese a no ser italiano, a sólo seis votos de ser nombrado Sumo Pontífice. El vencedor, Própero Lambertini, Benedicto XIV, le encargó numerosas tareas, entre las que destacaron sus intentos de acercamiento ecuménico con los cristianos de Oriente.
Murió el 22 de febrero de 1743, siendo enterrado en la iglesia de Santa María in Vallicella de Roma. Aún estando en la ciudad eterna nunca olvidó sus años como obispo de Cartagena-Murcia y, especialmente, su estancia en las ciudades del Segura.

info: REGION DE MURCIA

 
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