23 octubre 2007

ALICANTE EN EL RECUERDO: EL CRIMEN DE VISTAHERMOSA

Julio López Guixot, el "asesino de las quinielas", nació en Murcia.
De padre desconocido, fue entregado a la Beneficencia, donde le impusieron el nombre de Julio Meseguer Linares. Quizá este comienzo marcó toda su vida. Algunos de sus amigos opinaban que Julio se pasó toda su existencia rumiando la afrenta de su nacimiento, por lo que odiaba a la sociedad y había generado un carácter áspero.


En septiembre de 1943, Julio ingresó como voluntario en el Ejército del Aire y pocos días más tarde fue objeto de un expediente por ser el autor de una carta en la que se incitaba a la rebelión militar. Fue condenado a 10 años de prisión.
Tras cumplir condena, se hizo muy amigo de un joven ilicitano empleado de banca: José Segarra. Su relación se hizo más intensa al conocer a la hermana de este, Asunción, con la que estableció una apasionada historia de amor.Julio necesitaba destacar y, ya que no por otros motivos, un día descubrió una fórmula que, según él, le permitiría acertar con frecuencia trece resultados en las quinielas.Entusiasmado por su hallazgo, convenció a Segarra y otros dos amigos con el fin de fundar una peña quinielística. Pidió créditos bancarios, algunos de ellos a muy alto interés, siempre espoleados por Julio. Consiguieron poner en marcha la experiencia que resultó un enorme fracaso. A consecuencia del mismo, los amigos de Julio se quedaron en mala situación económica.
Julio resultó muy afectado. Se prometió perfeccionar su sistema para recuperar todo lo invertido. Era ambicioso y soberbio, y se encontraba asqueado de la vida. Sin embargo, se negaba con todas sus fuerzas a ser una víctima de la sociedad.
Aunque con dificultad, consiguió de nuevo socios capitalistas, logrando demostrar la eficacia de su método ganando varios premios, uno de ellos de sesenta y cuatro mil pesetas de la época. Aquel éxito arrastró a Julio que, enfebrecido por su deseo de ganar, aumentaba la inversión cada semana sin obtener los resultados apetecidos. Algunos amigos desistieron y el socio capitalista se decepcionó por los resultados abandonado a Julio que quedó lleno de deudas y otra vez desesperado.
Es en ese momento cuando alumbró la idea del crimen.
Aprovechando la amistad que tenía con el ilicitano José Segarra, un hombre que le admiraba ciegamente, le planteó la posibilidad de atracar a un empleado del banco en el que trabajaba, concretamente al encargado de transportar dinero desde la central de Alicante hasta la sucursal de Elche. Después de varias conversaciones con Segarra, este aceptó y acordaron desvalijar a un tal Vicente Valero Marcial, aprovechando sus frecuentes viajes de transporte de dinero. Vicente, un viejo amigo y compañero de Segarra, era una persona sencilla y de facil engaño.
El plan era simple: alquilar una casita para veraneantes donde habrían de cometer el crimen, pues sabían que eran incapaces de robar al habilitado sin tener que darle muerte.
Se encargaron de escribir una carta dirigida a Segarra en la que supuestamente una antigua novia había decidido pasar el verano en Alicante y le animaba a visitarle, pidiéndole que llevara un amigo para una compañera que estaba con ella. Esta era la trampa para Valero, a quien tenían por mujeriego.
Ya sólo quedaba esperar la ocasión más propicia.
Julio se desplazó a la colonia Vistahermosa, cercana a Alicante, y allí se alquiló una casita "para una familia de Albacete", dejando una señal de quinientas pesetas, obteniendo a cambio la llave. Al mismo tiempo avisó a un amigo de Logroño que habría de intervenir en caso de que algo saliera mal. Por su parte, Segarra mostró la carta a Valero invitándole a ser su acompañante, lo que el otro aceptó y quedó en que llegado el momento le avisaría.
Mientras tanto Segarra, preparó las cosas en el banco diciendo que era un enfermo crónico y que le habían dicho que tenía que ir a menudo a Alicante a la consulta del médico.
Por fin, el viernes 30 de julio de 1954, al incorporarse al trabajo, Segarra escuchó que a Valero le enviaban a recoger dinero a Alicante por lo que vio llegada la ocasión que esperaba. Se apresuró a pedir permiso para ir al médico que, según él, le había citado urgentemente, avisando después a Julio que se trasladó en moto a Alicante junto a un cómplice llegado de Logroño.
Segarra y Valero quedaron citados con las supuestas chicas en Vistahermosa, a las once. Valero había ido al banco a por el dinero que tenía que recoger. Ya en el chalet, entró primero Segarra, seguido de Valero, quien fue sorprendido por Julio, que lo esperaba desde hacía una hora. Sin darle tiempo a reaccionar, le golpeó en la nuca con un pequeño yunque de zapatero envuelto en trapos. Al darse la vuelta tambaleante recibió otro golpe en la frente que le hundió el cráneo. Segarra, sin conmoverse, recogió la cartera en la que sólo encontró cuarenta mil pesetas.
Ninguno de los dos asesinos cayó en la cuenta de que el resto del dinero, hasta un cuarto de millón, estaba oculto en las ropas de la víctima.
Minutos después salía Segarra montando en el taxi que les había llevado hasta allí, al que había pedido que le esperara para asistir a su cita con el médico.En la casa quedaba Valero herido de muerte que sufriría una larga agonía y Julio López, su asesino, que trataba de concentrarse en la tarea de limpiar las huellas.
Precisando comprar una manta y un saco grande para envolver el cadáver, el criminal tuvo la necesidad de salir. Al cerrar la puerta se le rompió la llave, con lo que tuvo que hacer acopio de valor para pedirle otra a la administradora. A la vuelta, desnudó el cadaver y lo envolvió con la manta y el saco.Aunque había quedado encargado de hacer desaparecer el cadáver, no se atrevió a llevarlo a cabo. Lo dejó abandonado en el interior de la vivienda.
Y una de las veces en que regresó al lugar del crimen, perdió la llave de la casa sin atreverse a solicitar por segunda vez otra nueva. Optó por decirle a Segarra que se había desprendido del cuerpo donde nadie lo encontraría y fue capaz de vivir cuatro meses despreocupadamente e incluso llegó a casarse con la hermana de Segarra, mientras el cadáver permanecía en la casita de Vistahermosa.


Finalmente, la administradora descubrió el hedor que salía de aquella vivienda alquilada que nadie había ocupado y avisó a la Guardia Civil. Los restos encontrados, especialmente un trozo de papel blanco con una huella dactilar y la punta de un pañuelo, ambos semiquemados, encaminaron la investigación hacia el empleado del banco de Elche desaparecido con un buen puñado de dinero.
Aquello llevó fácilmente a la detención de Segarra y la búsqueda incesante de Julio López que disfrutaba de su luna de miel. Decididamente Julio nunca tuvo suerte con las quinielas: su mayor premio fue la causa de su detención.
Se supo que había acertado un boleto al que correspondían nada menos que ciento veintisiete mil pesetas que sólo podría cobrar en Murcia o Cartagena.
Y fue en Murcia donde los policías le detuvieron cuando entraba en la oficina de apuestas. Iba del brazo de su mujer que estaba ajena a todo el entramado del crimen. Se tomó la detención con cierto alivio, porque según dijo vivía angustiado, y lo confesó todo con gran lujo de detalles.
Tanto él como su cuñado fueron condenados a muerte, pero mientras Segarra alcanzó la gracia del indulto, Julio fue ejecutado en el garrote vil en el verano de 1958, en Alicante.

 
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