09 mayo 2008

25 ANIVERSARIO DE LA PRIMERA EXPEDICIÓN ALICANTINA AL HIMALAYA. 3ªparte.

Como colofón a los relatos emprendidos el día en que se cumplían los 25 años (10 de abril) del ascenso a la cumbre del Imja Tse (Island Peak) de 6165 m., paso a relatar alguno de los hechos que vivimos o que incluso relacionan Alicante y las montañas del mundo.
Espero que os guste

EL VUELO
Avión en Katmandú. Al lado el charco de keroseno

Un charco de queroseno se aprecia bajo el ala de la avioneta Twin Otter de 18 plazas que nos llevará a Lukcla. El ayudante del piloto sonreía y nos señalaba el charco: "No smokin, smokin no fly" y hacía señal de explosión. Era enternecedor ver como un poco de inglés, un poco de mimica y una evidencia, pueden dejar algo tan claro.
Luckla tenía cuando llegamos un aeropuerto de tierra pisada. Hoy esta pista está perfectamente asfaltada y la torre de control cuenta con todos los medios lógicos. Entonces era solo una tienda de campaña y una barraca de piedra con una emisora. El mantenimiento corría a cargo de una señora de edad indefinida que recogía en su espalda las piedras sueltas que desprendían los aviones al aterrizar.
Allí nos esperaban los porteadores y los primeros bueyes (yaks) que llevarían lo más pesado del equipo. Niños sucios y quemados por el sol rondaban a los escasos visitantes en busca de algún caramelo, lapiz o cualquier chuchería.
En Lukcla se cruzan los habitantes del valle con los sherpas. Aún encontramos personas con rasgos cruzados entre coolis autoctonos y los de los pueblos de la frontera, sherpas y tibetanos. Los sherpas proceden del Tibet, del que llegaron hace siglos. Mantienen el comercio por los collados que separan o unen, según la epoca del año, una vertiente y otra del Himalaya. Las mujeres del bajo valle tienen la costumbre de llevar piercing, como se dice ahora, en la nariz y orejas. Las madres ocultaban a sus hijas de los ojos y sobre todo de las cámaras de los turistas.


SOLO KHUMBU
Juan en el vuelo

Esta región esta cruzada por el valle del rio Imja Kola, que nace del deshielo de los glaciares que rodean el Island Peak, y de los picos proximos al Everest, al que se accede por el Glaciar de Khumbu.
Nepal era un reino prohibido hasta que después de la segunda Guerra Mundial, el Reino Unido consiguió abrir las puertas y entre los diplomaticos llegó un aventurero llamado Eric Shipton. Este hombre amaba las expediciones ligeras y fue nuestro inspirador. Quizás haya sido el más completo, atrevido, prudente, inteligente, capaz, etc... y anárquico de los montañeros aventureros del siglo XX.
Recomendaría leer su biografia en intenet. De su exploración por el valle trabó amistad con los monjes del lamasterio de Pangboche. Allí se guarda el escalpelo y la mano de un yeti. Los monjes dieron parte de esta reliquia a Shipton: el cuero cabelludo era un trozo de piel del lomo de un cabra y la mano es una sucesión de falanges (perdon por la palabrota), en número superior a lo normal.
Recomiendo leer el libro "HIMALAYA CONTINENTE SECRETO" de Michel Peissel que muestra en su página 62 las fotos de una de estas replicas abundantes tanto en Tibet como en Nepal de manos y cabelleras de yeti. Así mismo en esta página se describe el por qué de las pisadas del peludo y feo bipedo. Yo he visto esas pisadas y mis compañeros las fotografiaron.
No todos los sherpas tenían botas de montaña y por lo tanto se las fabricaban sobreponiendo cuero y paja en sucesivas capas, creando unos pies enormes.
Volvamos a la niñez..., de forma supuesta, claro.
A los siete años, una hepatitis me mantuvo en la cama muchos, muchos días. Entre mi tío, mi hermano y mi padre con sus viajes a Madrid, me proveyeron de lectura.
Nunca me gustó el futbol.
Un niño con un arnés de cintura y una prótesis que oprime una hernia inguinal, tiene poco que hacer en el deporte. Me limité a soñar. No sabía el nombre de ningún futbolista, pero conocía Africa gracias a Jules Verne, el Himalaya gracias a Eric Shipton y Sir Jhon Hunt o Edmund Hillary.
"El motin de la Bounty" y un libro ilustrado de la vida de los pieles rojas, que por cierto, no eran malos, me hizo dudar de lo establecido. Militares que se rebelan ante un mala bestia, nativos que luchan por sobrevivir ante la invasión del hombre blanco.
¡Que fuerte!
Muchas horas para pensar y leer: "Las minas del Rey Salomón", "20.000 leguas de viaje submarino" (el Capitan Nemo, otro rebelde vengador).
Soñaba con atravesar desiertos, visitar lamasterios y ver al yeti, navegar, volar, vivir.
Cuando llegué a Dingboche, me paré en la puerta del lamasterio. No entré. En el lamasterio anterior, cada paso se pagaba en rupias. De algo tenían que vivir. Pero como todos los religiosos, no eran coherentes. Sus ojos brillaban ante los pequeños billetes y te pedian más y más.
Y es que diez años despues de la hepatitis, me dió por lo oriental.
Era la época.
Leí a Alan Wasst, a Suzuqui y a alguno más. Pero me olvidé pronto de sus nombres. Su mensaje era opuesto a cualquier intento de superación y a Wasst se le veia el plumero ultraconservador. Me partí el culo a reir cuando leí la chorrada de Juan Salvador Gaviota: un pajaro colocao que en lugar de vivir pretende perfeccionar su vuelo hasta pasar a otro nivel superior. Supuse que sin comer acabaría por hostiarse contra el mar. Mientras, otras gaviotas más normales sobrevivían pescando, reproduciendose, viviendo.
Practiqué karate y encontré de todo: por degracia, más de un chuleta.
Seguí mi camino y me quedé con la imgagen del monje macarra. En Tianboche pude ver a un monje budista que a la puerta de su vivienda no paró en toda la tarde de escuchar casettes de Julio Iglesias con un equipo portatil a pilas y sin parar de chasquear los dedos al ritmo de La Vida sigue Igual. Llevaba la cabeza rapada como mandan los cánones, pero sus patillas eran como las de Elvis. Junto a él, un monje y una monja se hacian arrumacos mientras paseaban a un niño predestinado: iba vestido con túnica azafran.
La carne es debil.
Los monjes practican el celibato, pero pueden abandonarlo cuando quieran sin que madie pueda reprocharles nada. Cada vez se es más tolerante al respecto.
Me pareció bien.
Pero es que los sherpas, los Hombres del Este, son tolerantes hasta el extremo de no tener apellidos de familia.
Eran en el 83 solo 4.000 habitantes de dicha raza.

Avión en Lukla

Todo está en su sitio.
No existe Sangri Lha. Ni superman, ni los Reyes Magos, ni .....
Quizas me encontraba en una situación contradictoria. Me sentía fuerte, solo con pequeños dolores de cabeza que por la mañana habían desaparecido. Teníamos poco tiempo pero a cada paso, aumentaba mi ilusión.
Repasaba el equipo: dos flautas de hielo de aluminio, cuatro de titanio, un martillo piolet, dos piolets mas, una docena de mosquetones, varios cordinos y dos cuerdas de 45 metros, una de 11 milimetros y otra auxiliar más delgada. Dos cámaras de superocho, tres de fotografía y muchos carretes.
El equipo de cumbre, sobrao.
La preparación, buena.
Técnica, ganas..., pero el tiempo justo.
Un hecho me hundió la moral al entrar en Namche Bazar, la capital sherpa a 3.400 metros, igual que la cumbre del Mulhacen.
Era día de mercado y los vendedores subían del valle con verduras o llegaban de la frontera con sal o plata. En el último escalón antes de entrar, un revuelo de personas llamó mi atención. Un hombre de raza coolí daba estertores incontrolables mientras su cara tomaba un color azul. Los viajeros, paraban junto a él, rezaban, colocaban sobre su frente un poco de grasa con pigmento rojo.
Y se iban.
Yo me habia adelantado al grupo y me puse a su lado, su corazón latía desacompasado. Sus ojos estaban en blanco y yo apartaba a la gente para procurar aire. Grité pidiendo un médico en no sé cuantos idiomas.
Llegó un compañero de Madrid, guía de turistas y me dijo que nos fueramos.
Allí no había nada que hacer.
El médico más proximo estaba a tres días de allí.
El hombre se serenó cuando llegó algún conocido suyo.
No sé si era la superación de la crisis o su fin.

Avión despegando

Corrí estirado por mi amigo madrileño hasta la casa donde íbamos a dormir. Nos recibió una señora importante del pueblo. Su casa tenía un gompa (hermita), dedicada a alguna deidad, llena de dibujos mitológicos, pasajes de la vida de Buda, etc.
La mujer amasaba paja con mierda de yak y hacia unas tortas que pegaba en la pared de su casa. Ese sería el combustible de las proximas semanas, una vez seco. Se restregó las manos con un delantal y estrechó las nuestras uno a uno.
Namaseté.
Ese era el saludo.
Nosotros chocábamos sus manos y después contestábamos ¡ namasete! a la vez que hacíamos una reverencia juntando las manos ante nuestra cara.
Esa noche dormimos en el gompa.
Aún recuerdo al hombre de la entrada a Namche.


LA ÚLTIMA ETAPA
Niños en Lukla

Atrás habían quedado los lamasterios, cada uno ubicado sobre las pisadas que el lama, procedente del norte del Everest, Sanga Dorje dejó en su vuelo sobre el Khumbu. A él se atribuye la introducción de la religión lamaista. Sus ojos, su corazon y su lengua se conservan junto a los anteriormente nombrados restos del yeti, ser que tomó a sus ordenes para protegerlo, en Pangboche.
También quedaron atrás las escuelas y el hospital construido por Hilary y el hotel de cuatro estrellas con oxígeno artificial en las habitaciones (estaba a 4.100 metros de altura, junto a la pequeña pista de Shingboche).
Mi obsesión por no perder de vista el material (entre Dheli y Katmandú habíamos perdido los bastones de esqui), me hizo acelerar el paso. Hacía sol, pero el río estaba helado. Una planicie llevaba en pocos kilometros al campo base. Teníamos la cumbre al alcance de la mano. Me senté a la vista del agrupamiento de morrenas, hielo negro, grietas blancas o azules, según la edad del hielo, a mi izquierda, tres kilometros de pared, de tapia que decimos los montañeros, me separaban de las cumbres del Numptse y del Lhotse con casi y mas de 8.000 metros.
Ya no había nadie ante nosotros.
Al pie del Lhotse, una potentísima expedición italiana pretendía hacer cumbre por una paredes de tres kilometros, virgen.
No pudieron.
Justo en ese momento se cubrió el cielo. Me había adelantado casi dos horas a mis compañeros y merecía un descanso.
Estaba sobre los 5.100 metros.
Las nubes hicieron bajar la temperatura bruscamente. Empecé a tiritar y empecé a andar tras los tres yaks.
Junto a mí, Dorje, el cocinero, sonreía.
Montamos el campamento y comenzó a nevar. Mi garganta picaba. Sería la sequedad del ambiente.

Preparando los bueyes para transportar el material

Dormí y al despetar todo estaba blanco. El pico se podía tocar. Salió el sol. La nieve se esfumó, salvo en las humbrias o en las sombras de las piedras por pequeñas que fueran.
Me costaba mantener el equilibrio.
La cabeza estaba ocupada por una pelota de tenis que saltaba del occipital al parietal y de allí a los ojos.
Faringitis.
Algo de fiebre y tristeza, rabia. Si no hubiera parado a ver el Lhotse, no me habría enfriado. Oriné y recordé que llevaba dos dias sin soltar lastre. Estaba estreñido.
Comenté con mis amigos.
Ellos estaban doloridos, pero no tenían mis dos problemas.
El día iba a ser de aclimatación y al siguiente para el campo uno. Perdí el equilibrio y caí como un pelele.
Tosí.
Creo que lloré.
Me senté. La garganta me picaba a horrores. Los oídos me zumbaban.
Tomé una decisión.
Consulte con Ang Kami, el shidar. El creyó que lo mejor era bajar. Habló con Dorje. Le nombró dos palabras, Periche y hospital. Preparé la mochila y dejé el petate. Mochila, saco de dormir, manta isotermica, cantimploras, galletas, frutos secos y el piolet para mantener el equlibrio. Las botas de cumbre, el pantalon acolchado y los repuestos de altura, guantes, manoplas, polainas, etc. se quedaron en el base.
Ang Kami pidió sustituirme en la cumbre.
Le dije que me hiciera ese favor.
Lo cumplió y eso le valió subir en su categoría como shidar.
Tres años despues fue shidar de una expedición al Everest.

FIEBRE, VISIONES, ANGUSTIA, PENA
Madre ocultando a sus hijas de las fotografías

Abracé a Manolo, a Juan, saludé a Amproa y a Nima, miré a lo alto y antes de ponerme a llorar, me volví a Ang Kami y le pedí que llegara por mí.
No sé si me comprendió ni si me expresé bien entre inglés, castellano y valenciano.
Ang Kami asintió y cumplió. Siempre sonriendo. Su sonrisa era el resumen de la bondad de aquella gente que un día se topó con Hillary, quien dedicó toda su vida a favorecer al pueblo sherpa.
Hace poco nos dejó.
No era necesario entrar en un templo para encontrar lo más parecido a la verdad. Estaba delante de mí
Comencé a descender en compañía de Dorje. Andamos doscientos metros cuando nos cruzamos con dos hombres y una mujer occidentales. Iban despacio. No hablaban y ni siquiera contestaron a mi saludo. A tres kilometros, nos cruzamos con un grupo de italianos y neocelandeses que buscaban un lago helado proximo. Estaban junto a una enorme piedra donde el camino se bifurcaba.
Camino del lago, camino de Chukung, camino de Periche y al campo base del Island Peak.
Iban derrotados y regresaron a Chukung.
Dorje tomó el camino del collado que lleva a Periche, allí está el hospital neocelandes. Subimos varios cientos de metros. Era el Chukung Ri. Al otro lado fotografié los contenedores que formaban el hospital y pude ver un helicóptero soviético capaz de transportar un contenedor lleno, dejarlo y volver con otro.
Era la primera máquina que veía en muchos días.
Dos sherpas saludaron a Dorje. Eran de la expedición neocelandesa al Taweche. Se podía ver en la pared un campamento de altura. Les quedaba poco. Pero tuvieron que abandonar dos días despues. Dorje les contó con orgullo que no llevábamos cuerda fija, ni campamentos fijos. Les dijo que yo estaba malo por la altura. Me preguntó si queria bajar a Periche o a Chukung. Me despedí de los dos nuevos amigos y contesté que a Chukung.
Dos dias después estábamos en Dinboche.
Al despertar a 4.400 metros aproximadamente, había superado el estreñimiento y la faringitis era sólo una sombra.
Era el día de la cumbre.
Le pedí a Dorje que volviera con el resto. Yo seguiría en busca de los amigos del trekking. Así se hizo. Dorje volvió para ayudar a desmontar el campamento y yo partí rumbo a Tiangboché.
Al llegar divisé a los españoles. Estábamos compenetrados por si necesitabamos encontrarnos. Así fue. El primero con quien me tropecé era Jordi, un catalan que no soltaba una en castellano. Con él me entendia en nuestra lengua. Le grité: ¡ Escolte, com va el Barça !. Al principio quedó traspuesto. Al reconocerme se rió un buen rato. Me acoguieron en sus tiendas y conté todo lo acaecido.
Esa noche nevó mucho.
Al mirar atras pensaba en la cumbre, pero ante todo en mis compañeros y si habrían podido hacer cumbre.
Así fuimos bajando entre nieve, mucha nieve, bosques de pinos y rododendros, pequeños poblados y montañeros en retirada. Cuando más arriba, mas nieve. Ya no paró el mal tiempo. Solo quedaba estar todos en el aeropuerto de Lukla el día 13 para poder volver.
Si el tiempo nos dejaba, claro.

Niño en las Escuelas de Hillary

La noche del 12 de abril, ya aterdecido y en el lodge de Lukla, salí angustiado para ver si veía a lo lejos a mis compañeros.
Varias linternas frontales se acercaron a nosotros.
Un Dorje orgulloso y feliz se abalanzó sobre mí. ¡ Victoria, victoria !.
Le seguían Juan, Nima, Amproa, y juntos Manolo y Ang Kami.
Todos nos abrazamos y lloramos.
Salieron el resto de los españoles y algún que otro alpinista.
Nunca nadie había ido, subido y vuelto desde Lukla al Pico Imja y otra vez Lukla en solo 12 días. Ni se había hecho ni me consta nque se haya vuelto a hacer.
Cogimos (solo los hombres), un pedal de licor típico sherpa.
Pregunté a Ang Kami que era aquel licor con sabor a regaliz. Me explicó que lo hacian las mujeres mientras tejian. Colocaban un cuenco grande en el centro, masticaban las raicen de una planta olorosa de la montaña y escupían en el cuenco. Cuando estaba lleno, lo dejaban sobre la cocina. El calor, el humo y los fermentos de la saliva, alipasa,etc... hacían el resto. Pasados unos meses se colaba y se embotellaba.
Estaba buenisimo.
Aunque ya no quise más.
Preguntado Ang Kami por si habían visto a los montañeros que me crucé el salir del campo base, contestó que nadie habia entrado al valle desde la gran piedra al pié del Chukung Ri.
Yo no dije nada más.
Ang Kami dijo que posiblemente fueran los espiritus de dos jovenes y una mujer yankis que habían muerto en el Island Peak por falta de equipo cuatro años antes y que eso solo lo ven los afectados por el mal de las cumbres.
Me acojoné, pero pienso que me tomó el pelo.
En el fondo son unos cachondos.

ÚLTIMAS ANECDOTAS
Yak

Resaltar el día en que Juan enseñó a Dorje a hacer tortilla de patatas.
Peló y frió con grasa de yak varias patatas tipo Jijona, pequeñas; después batió varios huevos y rascó un pilon de sal. Ang Kami no comprendía eso de freir las patatas, pero le gustó el resultado. Juan sabia algo de inglés y les contó que aquello era un plato "thypical Spain" o algo así.
Nima nos hacia espaguetis de pure de patata con verduras y trozos de carne seca de yak.
Sabía a gloria.
Al probarlos grité ¡ Che, que bó !.
Los siguentes días en que tocaba comer lo mismo, Nima entraba en la tienda comedor gritando: ¡tse,tse,tsequebo, tse,tse,tsequebo!.
Me siento orgulloso de que la tortilla de patatas y el valenciano hayan yegado al Khumbu Himal antes que las hamburguesas.
Siempre será un honor.

MANOLO, JUAN, OCA
Juan, Bass y Manolo

Manolo ya conocía los Alpes, el Caúcaso y el Pamir antes que el Himalaya.
Volvió al Pamir, al Himalaya, al Atlas, a los Andes y al Kilimanjaro; recorrió el Amazonas y volvió a los Alpes.
Se conoce toda la Península en invierno y verano.Y además el año 1.982 coronó dos cumbres virgenes en el Pamir, entonces Sovietico, las dos de más de 4.800 metros. Una se llama PICO ALICANTE y la otra PICO SAN JUAN DE ALICANTE. Asi figura en los libros de registro de la antigua URSS.
Es maestro en Xixona y no para de enseñar y de recorrer cumbres.
Es una máquina.
Juan Alvarez Galiano repitió cumbres en el Atlas, recorrió varia veces las selvas de Venezuela y el Orinoco.
Fallecíó en agosto de 1990 en el rio Segura en un desgraciado y tragico accidente.
Teniamos mucho por hacer.
No pudo ser.

Yo he recorrido como Juan y Manolo toda España, sobre todo en invierno. He estado en el Himalaya y en el Atlas, he recorrido el Nilo y ahora doy clases de salud laboral en trabajos de altura.
Colaboro con Alicante Vivo.

EUSEBIO PÉREZ OCA

Puente cerca de Padding

Piedras con oraciones

Con nuestro amigo Lakkpa

Lamasterio con restos de Yeti

Entrada al Parque de Sagatmata

Rellenando papeles en el control del parque

Esperando el permiso

Una estupa sherpa

El Taweche

En una casa sherpa

Amai Dablan. La madre con el niño

Thiambotche

Imja Tse. Nuestra montaña

En la cumbre

Manolo con el aliento congelado

Bajando solo

Nieve en Thiangbotche

En Punki. El pueblo de nuestro Shidar

Molino de agua de oración

Amanecer con nieve

Stupa con nieve

De regreso

Un yak en el camino

 
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