04 junio 2008

ALICANTE EN 1884

Aquella capital del 1884 era una ciudad que sólo censaba a 40.000 vecinos, lo que casi equivale a decir que Alicante cabía en un puño. Era alcalde constitucional (interino) José Soler y Sánchez, un ilustre alicantino, un hombre de ciencia, que, a nivel municipal y como hombre de actividad pública, habría de dejar hondas resonancias en la ciudad.

Siendo alcalde, y por lo que se puede leer en las actas municipales, José Soler puso especial empeño en que su tarea y la de los demás compañeros de Corporación quedase inscrita como una positiva acción de alicantinismo, y se cuidaba tanto de publicar un bando prohibiendo que los niños ensuciasen las paredes y puertas de las casas y templos, como de dar un clamoroso sí a la creación de un dique flotante en el puerto "para favorecer el comercio y la industria de esta población que alcanza ya un gran desarrollo que ha de acrecentarse con la terminación de la vía férrea de Alicante a Murcia y la inmediata construcción de la de Alcoy".

En la vida de la ciudad del primer semestre de 1884 dejaremos anotado el acuerdo del Ayuntamiento de gratificar con 500 pesetas a los empleados de la contaduría municipal por sus trabajos extraordinarios, aunque hubo quien recordó que se adeudaban algunas mensualidades a los médicos titulares de la beneficencia.

Los asuntos municipales del primer semestre del 1884 se mezclan con acuerdos tan variados como el traslado de la Audiencia a la Casa del Consulado, la renuncia al cargo de concejal de José Carlos de Aguilera, marqués de Benalúa, "por vivir la mayor parte del año en la corte", y la reclamación de 750 pesetas al Hospital Militar de San Fernando por el suministro de agua potable y la proyectada construcción del mercado de abastos en la plaza de Hernán Cortés.

Simultaneándolo, como facilitando una mejor salsa a este condumio municipal, leemos la liquidación de fondos correspondientes al mes de febrero del 84, en la que se informa que hubo unos ingresos de 40.548,23 pesetas y unos gastos de 34.050,90. Esto es, superávit mensual. Entre los gastos habidos, hay 4.032 pesetas para empleados; 700 para material de oficinas; 100 para la conservación de la casa consistorial; 30 para los gastos de representación (a peseta diaria, que el presupuesto no da para más); para los guardias municipales, 1.305,35 pesetas; para los vigilantes nocturnos, 1.212,50; personal de la Policía Urbana, 187,50; personal de paseos, 268,32; de mercado, 119,33 y de matadero, 194,99. Para médicos y matronas, 700; los socorros a pobres transeúntes suman 100; los peones camineros, 160,11; el material de carreteras, 500; el personal de fuentes y cañerías, 271; el de la cárcel de partido, 164; los socorros a presos pobres, 1.300 y la compra de agua, tres mil pesetillas más.

Sin duda, el acontecimiento del año, que marcaría un antes y un después en el urbanismo de nuestra ciudad, fue la creación del primer barrio planificado con criterios higienistas, en las afueras de la ciudad, el Barrio de Benalúa. Sus obras se inauguraron el 7 de Julio de aquél año. Pero su historia es tan curiosa y completa, que merece para ello decenas de artículos completos, (que podéis conocer en el blog de Benalúa).

Hay que hacer una anotación especial en este resumen de la gestión municipal de aquel año: la actitud del Ayuntamiento respecto a la inauguración del ferrocarril Alicante-Murcia. Pues, en efecto, la Corporación alicantina estuvo presta a la organización de fiestas para solemnizar "tan fausto acontecimiento por la importancia que reviste para los intereses comerciales y generales de la capital".

 
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