24 junio 2008

LA NIT DEL FOC LEJOS DE CASA

Detalle de la Hoguera Plaza Manila. Fotografía de nuestro compañero Elias Gomis

Pocas veces, en toda mi vida, me he perdido la Nit del Foc.
La primera vez fue en 1963. Las chicas del grupo folklórico que vivían en la pensión madrileña donde yo me preparaba para las oposiciones, me llamaban “el chiquito del cuadro”, porque cuando volvían a altas horas de la madrugada, siempre me veían ante mi ventana, que daba al patio central, en la misma postura, estudiando mis apuntes y mis libros. “Xiquiyo, que pareseh el personahe de un cuadro”, me increpaba Lola, la más dicharachera, que estaba empeñada en que las acompañara al tablao, a verlas actuar y a beberme con ellas unos vasitos de manzanilla. Pero esa noche no me sorprendieron leyendo, sino asomado a la ventana y mirando al cielo. A esas horas, en Alicante, los fuegos artificiales cruzaban el espacio con las llamas al son de “A la llum de les fogueres”, y mi corazón pugnaba por salirse del pecho y volar hacia mi tierra. “Xiquiyo, ¿qué haseh ahí, que te va a costipá?” “Nada, Lola – le contesté -, que esta noche es la Nit del Foc”.
Peor fue en 1966, en el Campamento de Reclutas de Ifni. Nos reunimos cuatro o cinco alicantinos, y a falta de coca amb tonyina, compramos unos bocatas de atún, y a falta de bacores nos tuvimos que conformar con higos chumbos. Tampoco pudimos esperar a las 12, porque el toque de silencio era a las 11. El caso es que nos comimos el bocata y los chumbos, regados con unos tragos de vino de origen indeterminado y nos fuimos a la piltra, en medio de aquella nada polvorienta y seca que nos rodeaba. Pero, a pesar del cansancio, no pude pegar ojo, ni mis paisanos tampoco, enfermos de nostalgia. Y me dio por pensar que un alicantino no es nadie si el 24 de junio está lejos de casa.
Al año siguiente yo ya era un veterano de las montañas de Ifni y la Noche de San Juan me deparó una cremá insólita. Estaba haciendo guardia en la frontera, entre chumberas y tabaibas. A lo lejos, se oía el aullido de los chacales. Con mi fusil al hombro y envuelto en una manta, me paseaba por la posición, junto a las alambradas, cuando ocurrió algo asombroso: Un bólido celeste cruzó el cielo, entre las estrellas, iluminándolo todo con una luz verdosa. Tras de sí iba dejando una larguísima estela, y la roca que formaba su núcleo giraba sobre sí misma mientras se iba consumíendo en nuestra atmósfera, procedente de quien sabe qué rincón del Cosmos. Cuando desapareció tras el horizonte, dejó en el aire nocturno un extraño sonido, como el ronroneo de un gato gigantesco. Y yo me quedé mirando a lo alto, fascinado, y recordé que en ese mismo instante, en mi Alicante, la Palmera del Foc estaría estallando sobre la Cara del Moro.
Me juré que nunca más me perdería la Nit del Foc. Nunca dejaría de comer coca amb tonyina la noche de la Plantá, ni me perdería las mascletás de la Plaza de los Luceros, ni dejaría de maravillarme con la Palmera que, a las doce un punto de la noche, preludia la fiesta del fuego.
Y sin embargo, hay algo que no me gusta en estas fiestas de ahora. Una querida amiga, tan alicantina como yo, me confesaba el otro día que huye de Alicante en estas fechas. Son muchos los alicantinos que prefieren estar fuera en los días más alicantinos de Alicante. ¿Por qué será? ¿Por qué nuestro jolgorio ha dejado de resultar atractivo para mucha gente? Los tiempos cambian, la tecnología moderna ha evolucionado mucho, y parafraseando a Lampedusa: “Habría que cambiarlo todo para que todo siga igual que antes”. Porque no es lo mismo cerrar las calles en los años cincuenta, cuando había mil coches en todo Alicante, que ahora que hay más de cien mil. No es lo mismo presenciar la cremá oliendo el sano humo natural de la madera y el cartón, que respirar los gases tóxicos y negros que desprenden los plásticos. Y no es lo mismo tener una barraca debajo de casa, con aquellas orquestinas de música suave e ingenua, que soportar las vibraciones de esos bafles que ahora destrozan nuestros tímpanos. Si los festeros quieren recuperar a los alicantinos fugitivos, tendrán que pensar muy bien qué cosas hay que modificar y controlar en nuestras fiestas. O al final, salvo la gente joven y unos pocos nostálgicos como yo, a la mayoría de los alicantinos les pillará la Nit del Foc lejos de casa.

Miguel Ángel Pérez Oca.
(Leído en Radio Alicante el 24-6-2008)

 
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