15 julio 2008

NOS QUITAN LA FÁBRICA

Lo que son las cosas.
Cuando yo entré a trabajar en Tabacalera, en los años 60, fumar era un hábito elegante y sofisticado que practicaban los artistas de cine y las mujeres de mundo. Yo nunca fumé, a pesar de tener el tabaco gratis, porque siempre me pareció una pérdida de tiempo.
“El alcohol te pone alegre – me dije -, el sexo da gustirrinín, pero el tabaco, ¿qué placer proporciona el tabaco?”
Así que me decidí por practicar otros vicios más gratificantes. Cuando me fui, en enero del 2000, las cosas habían cambiado radicalmente y el tabaco era una droga letal que arruina la salud. Yo no lo niego, debe ser así, pero no sé por qué las autoridades sanitarias, esas que ponen cartelitos en las cajetillas advirtiendo de lo malo que es el tabaco, no se toman la misma molestia en decirnos lo malo que es el alcohol, la comida grasa y, sobre todo, las emanaciones del tubo de escape de los vehículos, poniendo los oportunos cartelitos en los salchichones, las botellas de wisky y la trasera de los autobuses. Si vamos a vigilar la salud pública, hagámoslo del todo, ¿no?
En fin, digo todo esto a raíz de la noticia de que una multinacional va a cerrar la Fábrica de Tabacos de Alicante.
El antiguo edificio de dicha Fábrica, en el barrio de San Antón, fue una institución en nuestra ciudad a lo largo de dos siglos, siendo su más importante instalación industrial hasta finales del siglo XIX. Compartía con el puerto su importancia económica y social; dado que ambos constituían los dos focos principales de empleo de la población obrera.
El edificio, de gran valor histórico, no estuvo destinado a la industria tabaquera desde su inicio. Fue mandado construir en 1751 por el obispo Gómez de Terán, para Casa de Misericordia y Palacio Episcopal. Fue el obispo don Francisco Cebrián quien, en 1801, cedió al Estado una parte de la finca, con el fin de establecer allí una Fábrica de Tabacos.
Gran número de mujeres alicantinas trabajaron en ella, siendo el número de cigarreras de 500 en 1801, 2.000 en 1828 y 6.200 en 1884, número que iría disminuyendo conforme se implantaban las máquinas para la elaboración de cigarrillos; y así, en 1939, ya sólo eran 881 las que allí estaban empleadas.
Destruida la dependencia en un pavoroso incendio, en 1844, la totalidad de las cigarreras salvaron la vida, atribuyéndolo a un milagro de la Santa Faz; siendo desde entonces tradición en la factoría conmemorar el suceso con una misa en el Monasterio de la Verónica y diversas fiestas en los talleres, tradición que se había mantenido hasta la actualidad.
En 1951 terminaron las negociaciones entre la Iglesia y Tabacalera por las que se cedían las propiedades eclesiásticas en la finca, incluida la Iglesia, a cambio de un solar cercano y la construcción de un nuevo templo, la actual parroquia de la Misericordia. Como consecuencia de la adaptación del edificio, desapareció la antigua nave central de la iglesia, así como la cúpula y la torre, y fue modificada la puerta principal, perdiéndose también gran parte de los claustros y demás estancias; lo que constituyó un daño irreparable al patrimonio artístico e histórico de la ciudad.
Por último, en el año 2004, la empresa Altadis cedió el edificio al Ayuntamiento de Alicante, a cambio del solar que hasta ahora ha ocupado su factoría en un polígono industrial de la periferia.
Si el cierre de la actual fábrica, con dos siglos de tradición, significara que el pérfido tabaco que en ella se produce ya no se va a colocar en el mercado, podríamos felicitarnos, pero no es así. Se trata de una maniobra típicamente empresarial y bursátil que, desde luego, no tiene nada de filantrópica. Se cierra esta fábrica para abrir otras en países donde el trabajador cobra menos y no hay tantos controles sanitarios. Así que es peor el remedio que la enfermedad.
Mientras, el viejo edificio sigue esperando a ver qué hace con él nuestro Ayuntamiento. No estaría mal que, entre otras cosas, albergara un museo de las cigarreras y su vieja industria, hoy obsoleta y desacreditada, pero con la que Alicante tiene una impagable deuda histórica.
Y a ver si se mojan nuestros políticos y defienden los intereses de los trabajadores perjudicados, que no tienen culpa de nada.

Miguel Ángel Pérez Oca.
(Leído en Radio Alicante el 15-7-2008)

 
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