22 septiembre 2008

TABACALERA EN MI RECUERDO

Si hablamos de recuerdos, casi siempre los tenemos relacionados con todos nuestros sentidos.
Desde muy niño, recuerdo el repique de las campanas de la Iglesia del Convento de los Padres Franciscanos, cerca de mi casa. Practicamente con estas campanas aprendí a contar.
Otro sonido dulce a mis oídos era el ensayo de la banda municipal en la lonja, en Capitán Segarra, los miércoles. Lo malo era el calentar de los instrumentos. Una vez hecho esto, el ensayo de cualquier pieza era una delicia. Yo miraba desde mi casa y veía salir a un hombre grande, enorme, con bigote. Era D. Moisés Davia Soriano, el director. Los domingos, acompañado de mi padre, escuchaba las zarzuelas, las músicas populares y clásicas que conocía por la proximidad a la lonja. En la oreja de la Explanada, don Moisés, allá arriba, parecía más alto.
Pero si había un ruido que marcaba una pauta, ese era la bocina de Tabacalera. 
Representaba la marcha de mi padre al trabajo. Miguel llevaba un paquete con el bocadillo y venía con algún mono sucio de grasa y polvo de tabaco. Solo un día al año se iba hecho un pincel. Era el día 20 de Mayo.
Este día en el año 1844 un pavoroso incendio se cobró las vidas de dos operarias. El resto, a pesar de la virulencia del fuego, el material almacenado y la cantidad de naves y pasillos a recorrer, lograron salir indemnes. Se escucho repetido el grito de "Faz Divina, Misericordia".
Los vecinos, las trabajadoras y personal especializado corrieron a salvar LA FABRICA. Todos a una. Peligraba el pan de medio Alacant.
Miles de trabajadoras y trabajadores compusieron la plantilla, llegándose a superar los 5.000.
Las operarias venían del propio Alicante pero era conocido el camino de las cigarreras, que bajaba desde Mutxamel.
En la década de los 60, un grupo de representantes sindicales, Jurados de Empresa los llamaban, dieron el do de pecho por la injusticia de la falta de promoción para la mujer. Si entrabas de barrendera, te jubilabas de barrendera. ¡No era justo!.Se peleó durante años y al fin, con el Marques de Urquijo como Director General de Tabacalera S.A., aquel grupito de sindicalistas que ya tiraban para donde debían tirar, consiguieron la promoción del sexo femenino. Se acabo una marginación secular. Mi padre, el Capitá, fue uno de los artífices. Se reía de como hacia enfadar al prepotente del Marques, que se las daba de eso, marqués. Años después murió asesinado.
No es justo.
Cada 20 de mayo, mi padre volvía con unos rollos de anís o algún dulce para nosotros, sus hijos. Venía feliz. La celebración tenía su continuidad en días próximos a la Santa Faz. Miguel, católico practicante, no faltaba nunca.
Pero era dentro de la Fabrica donde, en compañía de amigos, viejas maestras, sindicalistas o los Oficiales administrativos y el Ingeniero, se compartía un día de fiesta que cada año se planteaba mejor.
Fue la época de los 60 cuando el Grupo de Empresa de Tabacalera en Alicante, comenzó a efectuar viajes por la provincia y cuando había un puente, Madrid, Zaragoza, Barcelona. La convivencia continuaba y era una gozada ver al Maño, antiguo jugador del Hércules, contar chistes o cantar alguna jota que era coreada por las maestras que ya lo tenían que aguantar a diario. De pronto una voz salia de entre los viajeros: "Maño, que bruto eres", era mi padre. El Maño contestaba: "Del roce con tu". Todos reíamos.
Yo sólo conocía la cara amable de aquella gente. Pero había historias muy hermosas, como la maestra que tenía a su hijo en las misiones y al volver de Barcelona le cedí mi asiento para que viajara con su madre. Recuerdo las reuniones de los sindicalistas en las murallas del Castillo de Santa Barbara. Uno vigilaba con los niños, tres o cuatro, y el resto discutía libremente las estrategias a seguir. A veces, un joven sacerdote que oficiaba en San Nicolás, subía a coordinar los diversos grupos de la HOAC (Hemandades Obreras de Acción Católica). De allí surgieron sindicalistas de los diversos grupos que hoy conocemos. El cura fue después mi amigo y compañero de trabajo, se llamaba Enrique Soriano Antón.
Ahora bien, para mí, lo mejor era el día de Reyes. Regalos entregados por los propios pajes y a veces por algún Rey Mago: un camión de madera, una pelota de colores que pronto se volvía negra y un hacha con mango rojo. 
Me faltaba un mes para cumplir un año. Después volví año tras año solo y más adelante con mi hermana.
Lo recuerdo. 
Como si fuera ayer. 
¡Cuantos amigos!
Cuanta gente trabajaba en aquella Fabrica. No había barrio ni calle donde no hubiera un Tabacalero o una Tabacalera. Yo siempre vi la cara bonita y es la que recuerdo.
Pero Alicante duele. 
Alicante tiene la enfermedad del olvido. 
Hoy, la Fabrica es un cascaron vacio, pendiente de ser reconvertida en lo que quieran los amos de la ciudad, los de los votos y las pelas. 
Mientras, un velo cubre un pasado próximo. Se extingue. Primero le cambiaron la ubicación y el nombre. Alicante permutó terrenos con gran beneficio para la Empresa. Ahora, la Empresa tiene nuevos amos. Y el amo manda. Se llevan lo que queda de la fabrica y Alicante pierde tejido industrial, puestos de trabajo y el olvido lo cubre todo.
Yo no olvido. 
Los compañeros de mi padre y él, seguro, el 23 de septiembre a las 19,30 horas.gritarían como yo: NO AL CIERRE DE LA FABRICA DE TABACOS. POR EL EMPLEO. NO AL CIERRE DE ALTADIS.
Alicante duele. 
Pero aun así, no me resigno. Estoy con mis amigos, los que se movieron por ese esqueleto vacio cercano al barrio de San Antón y a los jóvenes que, a las afueras de Alicante , luchan por su derecho al trabajo.
No lo puedo negar soy hijo y hermano de tabacaleros.
EUSEBIO PEREZ OCA
22 de septiembre de 2008.

 
La Asociación Cultural Alicante Vivo se reserva el derecho de moderación, eliminación de comentarios malintencionados, con lenguaje ofensivo o spam. Las opiniones aquí vertidas por terceras personas no representan a la Asociación Cultural Alicante Vivo.