27 octubre 2008

EL VALOR DE VALOR

Andaba yo la otra mañana paseando mi colesterol por Alicante cuando, al pasar por la plaza de Gabriel Miró, me pareció que había retrocedido en el tiempo a mis años mozos, que todo resultaba más armónico, que el gigantesco ficus amparaba a la aguadora de Bañuls con más ternura que nunca, y que el maestro Miró contemplaba la escena con un expresivo gesto de complacencia. Y entonces me di cuenta del prodigio: ¡Don Gabriel tenía otra vez nariz, y la aguadora se había curado de la lepra que le corroía el brazo!
Un inesperado gozo se apoderó de mí, y un sentimiento de gratitud hacia quien fuese el responsable de aquella operación de cirugía estética ciudadana… A la noche, entré en el blog de Alicante Vivo y lo comprendí todo. También a la mañana siguiente, la prensa se hacía eco de la  decisión de nuestro concejal de Cultura, don Miguel Valor, de rehabilitar y reponer las muchas esculturas urbanas deterioradas o depositadas en los almacenes municipales durante tanto tiempo de desidia.
De nuevo podremos ver a don Ramón de Campoamor en su paseo. Otra vez podremos inclinarnos ante Rubén Darío y recitar muy bajito su poema “Lo Fatal”. Al fin veremos al doctor Rico, el padre de las pinadas de los castillos, con la cabeza sobre los hombros. Y también recuperarán su cabeza las esculturas que guardan el cadáver de don Trino Quijano, nuestro santo civil. Y el niño flautista que antaño se sentaba sobre las colas de los tres peces en la fuentecita de Canalejas, volverá a deleitarnos con su pífano.
¡Qué alegría, Dios, qué alegría!
Y los perros y leones de Canalejas volverán a tener hocico y cola. Y podremos empezar a estar de nuevo orgullosos de nuestras señas de identidad.

Con lo fácil que era, con lo sencillo que hubiera resultado dedicar una mínima parte del presupuesto municipal a mantener el viejo patrimonio en buen estado, en lugar de llenar la ciudad de monumentos que no conmemoran nada. Porque para eso apenas hace falta dinero, lo que hace falta es amor a Alicante. Lo que hace falta es voluntad, decisión y eficacia; y por lo visto el concejal Valor las tiene. Así que, reciba usted, señor Valor, mi reconocimiento más sincero.
Y que sepa la señora Alcaldesa que nosotros, los que nos inquietamos por el aspecto de Alicante, los que formamos esas plataformas mediáticas que tanto le incomodan, no criticamos por criticar, y que no nos duelen prendas a la hora de alabar un acierto. Espero que algún día se disculpe por sus imprudentes palabras, que fueron un mal comienzo de su mandato; porque, en primer lugar, la crítica, justificada o no, entra en su sueldo de alcaldesa, y segundo, la crítica siempre resulta estimulante para el que quiere hacer las cosas bien y no tiene nada que ocultar.
Solo tengo que hacer una reserva al Plan de Rehabilitación de Esculturas que emprende el señor Valor. El Monumento a los Caídos de la Vega Baja, por sus connotaciones franquistas, va a resultar un tema polémico, que solo se solventaría si una clara voluntad de concordia final se hiciera patente por parte de nuestros ediles de la derecha; si, a la vez que se ordena restaurar el monumento a los 50 fusilados falangistas, se mandase erigir el memorial del Campo de los Almendros en la Goteta, y la “Paloma” de Eusebio Sempere a los últimos republicanos del puerto, y un recordatorio decente a los 300 muertos del 25 de Mayo, y se repusiese el tradicional monumento a los Mártires de la Libertad en la Plaza del Mar. Para mí, que soy acérrimo enemigo de la pena de muerte, todos los asesinados y ejecutados de nuestra contienda merecen un respeto. Honremos a los muertos y reneguemos de sus verdugos, sean del color que sean, tuvieran o no razón, y al fin podremos convivir en paz. Bauticemos calles con los nombres de los muertos de una y otra parte, tal como durante muchos años se hizo solo con los del bando ganador, y reconozcamos, por parte de la derecha, que Franco y sus secuaces fueron unos criminales, y por parte de la izquierda, que en nuestro bando también se cometieron monstruosidades. Y todo quedará saldado.
Yo no podría hacer más concesiones, pero Miguel Valor y doña Sonia Castedo sí; en bien de Alicante y de la paz entre todos los alicantinos. Ojalá tengan el valor de hacerlo, señor Valor.

Miguel Ángel Pérez Oca.
(Leído en Radio Alicante el 28-10-2008)

 
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