“Esto, Fabio, ¡ay dolor!, que ves ahora
campos de soledad, mustio collado
fueron un tiempo Itálica famosa…”
campos de soledad, mustio collado
fueron un tiempo Itálica famosa…”
Que dice el verso de Rodrigo Caro.
Y esto que aquí ves ahora, dolorido alicantino, espacio vacío y yermo, fue la Volvo Village, hoy convertida en un espacio caótico, lleno de obreros que, destornillador y llave inglesa en mano, desmontan los efímeros palacios publicitarios de los promotores para, seguramente, llevárselos despiezados en avión a la siguiente etapa, la ciudad de El Cabo, antes de que lleguen allí los sofisticados barquitos de plástico con GPS, y siga la fiesta.
Y después, ¿qué ocurrirá después? ¿Podremos pasear libremente por los campos de soledad de nuestro muelle de levante, en medio de la nada?
Me han dicho las malas lenguas que hasta las palmeras que se pusieron allí eran alquiladas, y que nada quedará de provecho en el espacio portuario que creíamos ganado para la ciudadanía. Ni restaurantes, ni bares, ni exposiciones, ni jardines. Solo asfalto y frágil madera, que ya empieza a agrietarse y que me temo va a durar menos que un caramelo a la puerta de un colegio.
Y es que, a lo peor, no hay vida después de la Volvo.
Hoy me entero por la prensa de que la Autoridad Portuaria está negociando el libre uso para los alicantinos del espacio que ocupó la Volvo Village. Pero, ¿cómo?, me pregunto, ¿es que eso no había sido acordado ya antes del evento? ¿No nos dijeron que ese lugar sería una nueva zona lúdica para uso y disfrute del pueblo de Alicante? Entonces, salvo el paseo elevado del rompeolas, que hemos pagado todos nosotros con nuestros impuestos, ¿no va a quedar nada nuevo para nuestra ciudad?
Típico, típico de la administración del señor Camps. Pan y circo… bueno, circo solo, que el pan hay que pagarlo. Viajes papales, carreras de fórmula uno, regatas oceánicas, y detrás… nada, nada de nada. Bueno, nada, no, detrás está la famosa carta que reciben los hemipléjicos y parapléjicos, los nonagenarios con pañales y silla de ruedas, que les dice que no reúnen suficiente minusvalía para ser beneficiarios de la nueva Ley de Dependencia (lo sé por experiencia en mi propia familia). Detrás están los barracones donde los niños aprenden la asignatura de Educación para la Ciudadanía en Inglés, todavía sin una escuela decente después de tantos años; o peor, que no la aprenden por falta de profesores de Inglés. Detrás están los barrios cochambrosos, los hospitales insuficientes, los servicios sociales restringidos, los tranvías escasos que cada media hora circulan por túneles faraónicos, la avaricia que rompe el saco con sus miles de pisos sin vender; esa crisis que hace el derroche más escandaloso, y que tanto cacarean los que pretenden ganar unos votos, aunque sea a costa de asustar al personal y que todos queramos llevarnos el dinero a casa, retroalimentando la misma crisis. Como en aquella película de Disney, “Mary Poppins”, donde un banquero se niega a darle un penique a un niño y, ante los gritos del infante, todos los clientes se precipitan a las ventanillas para retirar sus depósitos, y el banco quiebra.
Al final, los alicantinos vendimos nuestra primogenitura por un plato de lentejuelas. Dimos el visto bueno al circo de la Volvo a cambio de un paseo para toda la vida; y se fue la Volvo y todo parece que volverá a estar como antes. Si al menos nos dejasen las palmeritas y los banquitos y pusieran unos parterres con flores en la zona yerma, con algún espacio de ocio y cultura y un parque infantil, pues, vale, eso que habríamos ganado.
Pero me temo que, ahora que ya está hecho el negocio y que los barquitos andan por mares ecuatoriales, la hospitalidad de los alicantinos les importa un bledo a los organizadores y a los ediles. ¿Verdad?
A lo mejor hay suerte y el año que viene se vuelve a montar la juerga mediática por unos días. Y después, los malos alicantinos volveremos a criticar por criticar. De todos modos, si nos falla la anhelada Volvo, ya nos buscará alguna otra fiesta el señor Camps… mientras los niños siguen en sus barracones y los viejos pasando miserias en sus desvencijadas sillas de ruedas. Que para todo no hay. Faltaría más.
Si quieres tener de todo, oye, haberte dedicado a la construcción.
Miguel Ángel Pérez Oca.
(Leído en Radio Alicante el 21-10-2008)
(Leído en Radio Alicante el 21-10-2008)