22 enero 2009

PENÁGUILA Y ENRIC VALOR

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La histórica población de Penàguila es uno de esos lugares que, por haber formado parte de mi adolescencia y juventud, constituyen un referente paisajístico y emocional. 
Cova Dimoni
En mis recuerdos estará siempre unida a la figura del gran escritor Enric Valor y Vives y de su familia, con los que pasé unas vacaciones inolvidables en los veranos de 1963 y 1964, cuando yo tenía doce y trece años, debido a la relación de mi hermana con el hijo del escritor, que más tarde se convertiría en mi cuñado, y a cuya población  regresé en múltiples ocasiones a lo largo de la década de los años setenta y ochenta del pasado siglo, en visitas esporádicas a la masía familiar de La Lloma, que ya había dejado de pertenecerles legalmente por un desgraciado proceso judicial de la etapa franquista que algún día habrá que revisar.
La Lloma Penáguila
La primitiva orientación de la masía era hacia el sur. Aún puede observarse en su interior el hueco tapiado de la primitiva puerta de entrada, situada entre las dos monumentales carrascas. Fue el hermano mayor de Enric Valor, Josep, quien cambió la entrada a la masía y abrió una angosta puerta hacia el este, con vistas a Penàguila y el nacimiento del sol, seguramente para evitar que entraran las ráfagas del frío y fuerte viento que arreciaba en el gélido invierno de la sierra.
                               
La Lloma en aquellos años no tenía aún  luz eléctrica. Por primera vez conocí en ella un mundo nuevo, como si regresara a un tiempo ya pasado, pues para un niño nacido y criado en la ciudad resultaba insólita aquella situación. También pude contemplar la noche tachonada de estrellas, el fulgor de la luna de agosto, escuchar el silencio profundo del campo, el canto de los gallos al amanecer, el balido de las ovejas, el sonido gutural de los pavos, el ruido ululante del viento atravesando las ramas de las enormes y poderosas carrascas, ver pasar el agua como una sutil cortina durante los imprevistos aguaceros estivales, hacer el pan a Leonor Doménech y cocerlo en el horno de la masía, todo un mundo desconocido se abrió para mí en aquel lugar maravilloso.
Enric Valor y Hernández
Aunque Enric Valor nació en Castalla en 1911, donde estaban instalados sus padres Enric Valor y Amorós y Dolors Vives y Amorós, ambos primos segundos, la familia Valor era oriunda de Alcoy. Allí tenía la familia su casa solar en la calle San Nicolás, habiendo ocupado a lo largo de varios siglos puestos relevantes en la administración pública y en la milicia y habiendo emparentado con otras familias nobles de hidalgos del entorno o cavallers de parança,  como los denominaba Enric Valor, como los Doménech, los Puigmoltó, los Vives de Denia o los Amorós y Soler de Castalla.
La familia Valor
Sus abuelos paternos Josep Valor y Doménech  y Àngela Amorós y Soler tuvieron cuatro hijos: José, Enrique, Ignacio y Amparo Valor y Amorós. En Penàguila, donde pasaban largas temporadas, tenían varias propiedades. La casa principal era la conocida como Casa del Portalet, por estar situada junto a un portal de la muralla medieval que, afortunadamente, aún se conserva. En ella nacería el padre del escritor.
                                                   
Pero la masía principal de la familia era la denominada Bítol de Valor. Frente a ella, al otro lado de la carretera que  actualmente conduce hacia el Safari Park, se conserva un ginebre o enebro que está profundamente vinculado a los Valor. Es un árbol monumental que, durante más de tres siglos, ha sido abrazado por todos los miembros de la familia como símbolo de su unión a estas tierras, como raíz que los unía a las planicies cercanas a Aitana. La finca fue heredada por el hijo mayor o hereu, el notario Josep Valor y Amorós y vendida por su hija Virtudes Valor, afincada en la población de Banyeres, a pesar del interés de  Josep y Enric Valor y Vives de recuperarla y conservarla en el ámbito familiar. Enric Valor llevó a  sus nietos y nietas a abrazar simbólicamente este enebro centenario, que constituye un árbol  doblemente valioso, porque se unen en él el valor afectivo del gran escritor y su interés botánico y monumental.
                                                
Los padres de Enric Valor, como ya hemos dicho, se habían afincado en Castalla, donde nacerían sus dos hijos. Como consecuencia de la plaga de filoxera, que afectó a la Península a comienzos del siglo XX,  se arruinaron y la familia perdió las propiedades rústicas que poseían en aquella población. La familia no quiso ayudarles en aquellas circunstancias y  emigraron a Elda, donde Enric entró en contacto con partidos políticos de izquierda que modelarían su ideología, alejándolo para siempre del entorno social en el cual había nacido: la pequeña nobleza rural.
                                        
No obstante, a la muerte sin descendencia de la hermana de su padre, Amparo Valor y Amorós, que había casado con un Jorro de La Marina, la familia recuperó varias fincas tanto en Penàguila como en Castalla. Así es como pasaron a ser propietarios de La Lloma en la primera población y del Molí d´Amorós y la finca de Planisses en la segunda, el famoso Almusai en que sitúa una parte de la acción de sus novelas.
                                       
Mientras vivió la madre de Josep y Enric Valor, las fincas permanecieron proindivisas siendo ella la usufructuaria de éstas. No obstante, Enric Valor convirtió La Lloma en su lugar de veraneo familiar. Allí pasaban su mujer Mercedes Hernández y sus hijos Enric, Lola y Mercé los  meses de julio, agosto y septiembre, tras los que regresaban a la ciudad de Valencia donde se habían instalado. La relación de los hijos del escritor con Leonor y Juan Mullor Doménech, hijos de los medieros de la masía fue de auténtica hermandad. Con ellos crecieron y han conservado la amistad y el afecto hasta la actualidad.  No obstante Enric Valor no permanecía todo el tiempo en La Lloma, sino que iba y venía a Valencia o a Castalla para atender sus compromisos laborales.
                             
Si algo me impactó de aquellos veranos en La Lloma y de los constantes viajes posteriores fueron las largas  excursiones que realizábamos por la montaña cuando estaba Enric Valor en las que desplegaba su sabiduría enciclopédica. Con él aprendí a amar nuestra lengua y nuestra cultura con sus constantes anécdotas familiares y sus rondallas oídas de viva voz, visitando la Cova del Dimoni, bajo el castillo, donde él situaba la acción del Dimoni Fumador, y a conocer las propiedades terapéuticas de las plantas. Por desgracia, a pesar de la insistencia con que en los últimos años de su vida le pedimos cuantos le conocíamos que redactara las jugosas e interesantes historias familiares que recordaba, jamás consintió en hacerlo. Quizá chocaba con su concepto de la justicia y de la vida aquellos recuerdos de privilegios de sus antepasados. Pero afortunadamente su sobrino, el también escritor Josep Valor i Gadea, ha recopilado toda la historia familiar que esperamos ver publicada algún día para completar el entorno social y familiar que permitió forjar el espíritu del escritor que tantos momentos hermosos nos ha deparado con sus descripciones de Castalla y de Penàguila.
                                                       
La masía de La Lloma no es muy significativa desde el punto de vista arquitectónico si la comparamos con otras de su entorno: El Moreral, el Mas de Pau, el Mas de La Creu, La Torressena etc. Dada su proximidad a la población de Panàguila era utilizada, hasta época de Enric Valor y Vives, por sus anteriores propietarios familiares únicamente como lugar para estancias muy esporádicas, pues poseían otras construcciones de mayor envergadura y comodidad. No obstante, el hecho de haber pasado en ella  largas temporadas estivales el escritor y su familia tiene mérito suficiente para que se convierta en un lugar de culto para quienes admiramos su obra.
                                       
Situada, como su nombre indica, sobre una loma u otero, destaca en el paisaje circundante por sus dos robustas y centenarias carrascas que, aun estando actualmente enclavadas en una propiedad privada, creemos deberían ser protegidas y declaradas monumentos botánicos por la Generalitat Valenciana junto al enebro de Bítol de Valor, tanto por su valor ecológico y biológico como por su connotación sentimental y su relación con Enric Valor, aprovechando que el año 2011 se celebrará el centenario de su nacimiento. Quizá la conversión de la antigua masía en restaurante o casa rural, una vez restaurada, podría proteger una parte importante de nuestro patrimonio histórico y sentimental y proporcionar a sus actuales propietarios, a quienes hay que agradecer que la hayan rodeado de una valla protectora y conservado las carrascas, una fuente de ingresos que permitieran transmitirla a las futuras generaciones. Seguro que sería lugar de visita obligada para quienes nos sentimos identificados con la obra de uno de los gramáticos y escritores más representativos de la  cultura valenciana del siglo XX y que ha contribuido al mejor conocimiento de nuestra lengua y de la historia y etnología de Alicante.
Juan Antonio Micó Navarro

 
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