21 abril 2009

DE ÁRBOLES Y CAÑONES EN EL BENACANTIL (DIRECTOR´S CUT)

 
                       
Es natural que a la hora de relatar algunos antecedentes históricos de nuestra fortaleza,  separaremos aquello que se refiere al Benacantil como monte público y  civil, del Castillo de Santa Bárbara, casi totalmente vinculado durante siglos a la vida militar o bélica de Alicante.
Y es que el Benacantil es el primer gran parque público de la ciudad, aunque esté inacabado y haya sido fuente de inquietudes desde hace décadas.
Hace casi un siglo, plasmaba así sus preocupaciones el gran arquitecto D. José Guardiola Picó: “Soy de  la opinión que debería desaparecer la aridez de la falda del Benacantil, para lo cual la plantación de arbolado que, resistiendo la sequía, serviría para detener las piedras arrastradas por las aguas (…), y cambiarían el aspecto del monte en tros de verdor y frescura”. El ilustre arquitecto añadía este hermoso párrafo: “!Qué cuadro tan diferente presentaría Alicante al verla reclinada sobre la falda con un fondo de verdura! Veríamos el empinado Benacantil, en cuyo vértice se asienta el famoso Castillo de Santa Bárbara, no ya como un señor feudal que en momentos determinados ha sembrado el terror y el espato y teñido de sangre el suelo alicantino, sino como padre amoroso que presta al mismo los medios para mejorar la higiene, al par que sitios de esparcimiento sin peligro alguno a la pública tranquilidad”.
                    

La parte recayente al mar, arrabal o Postiguet, estaba huérfana de plantaciones aún a pesar de  que el 9 de septiembre de 1913, en “El Luchador” llegara  a escribirse que: “el Benacantil será como el Tibidabo o el monte de los Mártires parisino”
No es hasta  el año 1911 cuando mediante real orden del Ministerio de la Guerra se “autoriza la repoblación forestal en las laderas del castillo” trabajos que recayeron en Francisco Mira i Botella (ingeniero de montes que llevó a cabo la reforestación de las Dunas de Guardamar), a quién el Ayuntamiento de la capital otorgaría en 1925 el título de Hijo Adoptivo de Alicante.
                   
 
Monumento a D. Francisco Mira, en el corazón de Guardamar
            
En Marzo de 1912, aprovechando la visita a  Alicante de los reyes don Alfonso XIII y doña Victoria Eugenia, esta última tuvo el honor de presidir el acto que inauguraba oficialmente el propósito de crear una espléndida zona verde en las laderas de Santa Bárbara. “El Correo” decía así: “De todos los festejos que este año se han celebrado en Alicante, el que más recuerdos dejará es el de la plantación del primer pino por la reina, pues pasando el tiempo tendremos en las inmediaciones de esta capital un sitio donde estar agradablemente un rato aspirando los aires puros de un monte poblado de pinos”  a lo que el periódico añadía que “inmediatamente el alcalde de Alicante sacó de un estuche dos paletas de plata y las entregó a la soberana, que cubriéndolas de tierra las arrojó sobre un pino y una palmera”.
El Benacantil se puso así de moda.
La ciudad quería programar su futuro.
                    
Un momento de la visita de Alfonso XIII a la ciudad. (Extraída de "Alicante Miradas y Recuerdos". ED. Tívoli)
               
Salvador Sellés Gosalbez, ilustre poeta alicantino,  escribiría en un artículo de “El Luchador” el 16 de septiembre de 1913: “No más bombas en la cumbre, no más prisioneros en la cima, no más fusilamientos en la falda. Lo que fue volcán, será balcón; lo que fue cráter, ramillete”.
Estas alusiones a la paz, nos recuerdan el artillamiento y desartillamiento del Castillo de Santa Bárbara como fortaleza en función de los tiempos transcurridos.
Francisco Montero Pérez, cronista y divulgador de temas de la terreta, publicó en el  "Diario de Alicante" a finales de 1926 una serie de datos curiosos sobre la fortaleza: “la plaza de  Alicante fue la segunda de España en la que se hizo uso de la artillería. El primer cañón llegó a Santa Bárbara en el reinado de los Reyes Católicos; dos más fueron regalados por Carlos V;  y Felipe II donó el numero necesario de piezas de artillería para la fortaleza, baluarte y murallas de la ciudad".
La invasión napoleónica incidió en la dotación de unos 150 cañones más, si bien las tropas napoleónicas desistieron de su intención de conquistar Alicante nada más conocer los efectivos dispuestos para su defensa.
Medio siglo después, en 1858, Alicante dejó de ser plaza de armas y fueron desmontadas las baterías de las murallas y del castillo San Fernando, quedando solamente la de Santa Bárbara y el baluarte de San Carlos, que fue derribado en 1868.
                     
                   
Simultaneamente al desmantelamiento de las piezas de artillería de la fortaleza de Santa Bárbara, el histórico baluarte pasó a utilizarse como prisión militar. Pero eso es harina de otro costal que bien merecerá un artículo otro día.
Sabemos que: “Francisco Botella Torremocha, capitán de Artillería, nacido en Alicante el 15 de Octubre de 1865 fue el encargado de desmontar las últimas baterías”.
Los cañones de Santa Bárbara son historia permanente de la ciudad tanto en sus funciones bélicas (participaron en la defensa de la población contra la escuadra francesa, en 1698; defendiéndonos de la cometida de los ingleses, en 1707; contra las de Roncalí, en 1844; o contra el asedio de los piratas de Cartagena, en 1873),  como en su participación  en acontecimientos no bélicos (las salvas de ordenanza con ocasión de onomásticas de los reyes y príncipes,  siendo una de éstas últimas salvas de ordenanza las que se hicieron en 1888, “al desembarcar aquí el príncipe de Edimburgo hijo de la Reina Victoria de Inglaterra en mayo de 1891").
Dos años después de que el poeta Salvador Sellés, escribiera aquello de "no más bombas, no más prisiones,...", concretamente el 2 de julio de 1927, el Ministro de la Guerra anunció oficialmente que ”no teniendo objeto militar Santa Bárbara, se iba a proceder a su venta por 700.000 pesetas”.   
                      
Fotografía del cuadro de las ejecuciones de Pantaleón Boné y sus carabineros, tras ser apresados por el General Federico Roncali. Es una pintura de autor desconocido que está en el Archivo Municipal de Alicante Cedida por Alfredo Campello Quereda.
                        
El día 13 de octubre de ese mismo año, el alcalde Suaréz Llanos solicitó del Ministerio de Hacienda la donación gratuita de la antigua fortaleza “para convertirla en parque de esta ciudad, completando la obra de repoblación forestal incialda por el Estado en l monte Benacantil”.
Tras varios meses de insistencia, no fue hasta el día 6 de octubre de 1928 (casi un año después) cuando en la “Gaceta de Madrid” número 280,  apareció la siguiente exposición firmada por el  Ministro de Hacienda, D. José Calvo Sotelo: "El Ayuntamiento de Alicante ha solicitado la cesión grautita, en propiedad, del castillo de Santa Bárbara, sito en dicho término municipal, con arreglo a las prescripciones del Real Decreto-Ley de 2 de octubre de 1927  con el fin de embellecer la ciudad construyendo un parque en el luagar que aquella fortaleza ocupa. Las aludidas disposiciones legales consienten en acceder a la peticion de que se trata, pero ello aparte, el Gobierno ha sentido especial complacencia al estar de acuerdo en conceder a la bella ciudad levantina la propiedad de un inmubeble que recuerda el patriotismo y el herosimo de los alicantinos. Con arrego, pues, a los preceptos vigentes sobre la materia, y además como premio a la fidelidad y nobleza de la población de Alicante, el ministro que suscribe, de acuerdo con el Consejo de Ministros, tiene el honor de someter a aprobación de vuestra majestad el siguiente proyecto de decreto”.
El Real Decreto era breve y constaba de un artículo único: “De acuerdo con el Consejo de Ministros,  a propuesta del Ministro de Hacienda,  vengo a decretar lo siguiente: Se cede gratuitamente al Ayuntamiento de Alicante la antigua forataleza denominada “Castillo de Santa Bárbara”, sita en la cumbre del monte Benacantil, de aquel término municipal. La cesión referida se entenderá otorgada con sujeción a las prescripciones del Real Decreto-Ley de 2 de octubre de 1927 y con el fin de que el Ayuntamiento realice en el luagar que ocupa aquel inmueble obras de embellecimiento en la ciudad. Por el Ministro de Hacienda se adoptarán las medidas necesarias para la ejecución de este decreto. Dado en Palacio, a 4 de octubre de 1928. Alfonso”
                 
D. José Calvo Sotelo
                 
El refrendo del Rey se producía por el particular afecto que el ministro D. José Calvo Sotelo sentía por nuestra ciudad y por el apoyo de diversos ilustres alicantinos que firmaron el documento de solicitud de cesión, estando entre ellos: D. Rafael Altamira, D. Gabriel Miró, D. Oscar Esplá, los condes de Casa-Rojas y Torrellano, el Marqués de Hermida, D. José Francos Rodríguez, D. Salvador Canals, D. Fernando Alfaya, D. Rafael Alvarez Sereix, D. Federico Carlos Bas, D. Manuel Senante, D. Luis Pérez Bueno, D. Manuel Diez Mas, y D. Carlos Arniches.
Así pues, D. Julio Suárez Llanos y Sánchez, alcalde desde 1924 a 1930, recibiría la Medalla de  Plata de la ciudad “por la meritísima labor que en su cargo ha realizado” en su entrega a la ciudad,e idéntica distinción recibiría D. Francisco Mira Botella “en señal de gratitud por su labor meritísima en la repoblación forestal del Monte Benacantil, obra altamente beneficiosa para ciudad”.
                                 

Fuente:
Fernando Gil-Sánchez.
"Alicante. De la A a la Z"

 
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