17 abril 2009

EXALTACIÓN DE LA PROVINCIA DE ALICANTE - GASTÓN CASTELLÓ



En el mosaico de 50 metros cuadrados, he querido compendiar el folklore y el trabajo de tantos pueblos diseminados a lo largo y ancho de la provincia alicantina. La primera superficie, con 30 metros cuadrados, arranca desde el descansillo de la escalera, formando un tríptico central que es señero y guión del conjunto. Las tres figuras que lo integran, para destacarlas con rotundo vigor sobre las demás, han sido realizadas con grandes trozos de mármoles de Carrara, de Suecia, Bélgica, granito gallego, basalto y rojo Bilbao. Tal tríptico lo componen: una mujer estilizada, portadora del escudo provincial, ante un fondo de casitas de nuestro típico barrio de Santa Cruz, dominadas por el castillo de Santa Bárbara. A la derecha, apoyado en una rueda dentada, la recia silueta de un hombre vestido con un mono gris, simboliza nuestra pujante actividad industrial; y a la izquierda, una campesina entre viñas y almendros floridos, muestra los distintos y ricos frutos de las ubérrimas huertas de nuestra geografía.
Al pie del tríptico campean los 14 escudos de la antigua división en partidos judiciales de la provincia. Desde aquí en adelante, la elaboración del mural, se hace con teselas de mármol de dos y tres centímetros.
La parte izquierda de este panel se dedica al sin par folklore de fiestas, con un moro y un cristiano, ricamente vestidos, como símbolos y puntales de estas arrogantes fiestas de fama universal. En su parte superior, surgen las fiestas del Fuego, con un estilizado caballo griego, montado por un arlequín con paraguas, un hipocampo y, sobre un capitel, un botijo "pollastret d´Agost". A los pies del caballo un ninot femenino, con los brazos extendidos, espera el sacrificio del fuego.
A la derecha del lienzo vertical, irrumpen la figura de una recia mujer vistiendo la bella falda de Monóvar, listada horizontalmente de vivos colores, mantoncillo y larga trenza al viento, marca un paso de danza a su pareja, un jijonenco en traje típico. Son los bailadores del "ball xafat" de la jota de Onil, o de Jijona, de la sandigna, etc.

Sobre la pareja, una moza de Torremanzanas lleva sobre su cabeza el "pa beneit" (pan bendito de San Gregorio), gran "toña" dulce coronada por un ramo de flores; de este pan que se apoya en un plato de cerámica, caen sobre la doncella finísimas mantillas que la envuelven hasta la falda. Esta nota folklórica es la más extraña y subyugante de nuestras tierras.

Seguimos en marcha ascendente hacia el paraíso de los niños. Una chica de Ibi nos sale al paso sosteniendo un trenecillo cual muestra de las sensacionales e importantes fábricas de juguetes de la villa; la doncella lleva falda negra plisada, mantón blanco, sombrero negro de pastora con apliques de oro y coronado de flores. Junto a ella, las deliciosas muñecas de Onil, y los refinados juguetes de Denia.

En un zapato de elegante trazo, está simbolizada la pujante producción zapatera de Elda, Elche, Petrel, Villena, Monóvar y Cocentaina, industria importantísima y poderosa que ha procurado al Estado español abundantes divisas. En lo más alto de este sector vertical, un telar esquemático sirve de fondo a un obrero que muestra al viento, los paños de toda la producción textil de Alcoy.
Remontamos la escalera y pasamos al piso superior en donde el mosaico continúa, apaisado, cubriendo veinte metros cuadrados. El dios del vino, Baco, rollizo y coronado de pámpanos, recostado en un tonel, nos ofrece el buen vino de las comarcas de Pinoso, Monóvar, Villena, Benejama y Benisa. El pedestal de tan optimista dios es un bloque de mármol noveldense o monovero que Baco, para su comodidad, cubrió con una alfombra de Crevillente. Tras él, campos de viñas y rius-raus de Jávea, Denia, Benisa, Teulada y Calpe, sombreando las pasas, sirven de marco a la majestad de los castillos de Villena y Biar, que representan a los cien castillos de la provincia.
Una joven campesina de albas vestiduras avanza entre naranjos y limoneros mostrando la artística Orihuela, con las ubérrimas huertas de la Vega Baja del Segura, y las no menos exhuberantes de los distritos de Denia, Pego, Callosa y Polop. El dulzor y la fama de Jijona se sintetiza en una rama de almendro, de la que penden, entrelazados, esas cajas de turrón de nuestro orgullo que llegan a los más lejanos confines del mundo.

La composición terrena se completa con la bella presencia de la Dama de Elche, de extraordinario valor arqueológico y las fenicias diosas Tanit, aparecidas a lo largo de nuestras costas.
En un mar de azules y grises, una sirena de áureos cabellos se apoya en un pequeño "llaüt" pesquero, sosteniendo el popular "barquito de sal" de Torrevieja. La costa desde ésta hacia el norte, termina en la luminosa Denia, la rica y antigua Diana de los romanos, de nítida blancura al pie de su legendario castillo. Sigue el arrogante Peñón de Ifach oteando los caminos del Mediterráneo, Jávea y Altea en la feracidad de sus comarcas, el cosmopolita Benidorm, llamado el milagro del siglo XX, las casas marineras de colores típicos de Villajoyosa, de Santa Pola y Guardamar y un horizonte de las cumbres, Aitana, Cabeçó d´Or, Bernia y Puig Campana, son el marco lírico y azul de nuestra amada provincia alicantina.

 
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