05 junio 2009

AVENTURAS EN LA SERRA GROSSA


 
               
Cuando la presidenta de mi hoguera me comento que este año el llibret trataba de la Serra Grossa, sentí una emoción especial. Algo dentro de mí, que andaba muchos años dormido, se estremeció y despertó de repente.
No sé... una mezcla de alegría y nostalgia. Es difícil entender estas sensaciones si no os cuento mi pasado ligado a esta montaña.
Veréis:
Yo nací prácticamente a las faldas de “la piedrecita”, como yo la llamo, en el Perpetuo Socorro. Los primeros años de mi niñez los pasé en el Raval Roig, donde grabé en mi mente imágenes de los Amaneceres espectaculares que se podían observar a través de la ventana de mi habitación, situada en un ático de la calle Virgen del Socorro. A mi izquierda veía toda la Serra cercana a los Jesuitas, las Calasancias, una casa de campo, la Goteta, y la otra parte de la serra más pequeña. Un poco más centrado en el ventanal solía ver el Sol salir entre el Mar y el Cielo, la fundición, y las casitas de los portuarios, y a la derecha la estación de la FEVE, la playa del “Cocó" y parte del Postiguet.
A la edad de 8 años, nos trasladamos al barrio del Plá, en otro ático, muy cerca del cine Goya, donde también teníamos una terraza y una habitación que, si nos asomábamos, podíamos casi “tocar” la Serra Grossa. No sé por qué razón, me pasaba horas observándola e imaginando miles de aventuras en ella.
Cada vez que tenia ocasión, subía con mis amigos, cruzando el “Campo las Cabras” a jugar y explorar por muchos de sus rincones sin que nuestros padres supieran de nuestras escapadas. Y así, dulcemente, jugando, pasaba de ser un niño a ser un adolescente que seguía deslumbrado por la belleza del entorno que le rodeaba.
Precisamente fue en esa época, en torno a mis 16 y 17 años, cuando empezaba a exteriorizar mis sentimientos y la inspiración fluía a borbotones del corazón a la cabeza. Compuse una canción a nuestro monte querido, realicé mis primeras fotos y escribí mis primeros relatos, relatos como este:

Septiembre del 81: Subida a la “Serra Grossa”
(Atardecer – Amanecer)
                       
Una tarde de Septiembre, decidimos coger los trastos y subir a un punto alto para transmitir con nuestros pequeños emisores.

               
Bueno, así dicho, parece facil, pero subir una moto, equipo fotográfico, baterias, emisoras y merienda, nos acarreó bastantes dificultades. Parece mentira que un sitio tan simple o sencillo, esconda en su cima imágenes tan maravillosas de la naturaleza.

 
  
 
Emisora 27mhz bateria de coche, moto Duch x30 antena tagra 5/8 y cuatro aventureros
                                              
Sin darnos apenas cuenta, comenzó un espectáculo maravilloso: el Sol se marchaba entre las montañas, silencioso, la vida abajo seguia normal, nadie parecía darse cuenta, solo las pequeñas aves….. habían parado de cantar.
Yo me eché al suelo con la cámara intentando conservar ese instante. Todo nuestro entorno, al ritmo del Dios Sol, se silenciaba y se ocultaba entre las sombras…. había anochecido.
                     


(Foto del atardecer desde la cima den serragrossa acostado sobre el tomillo)

Y lo curioso es que algo seguía iluminando el cielo débilmente. Volví mi mirada al mar y arriba, esa fuente de luz, grande, majestuosa….era La Luna. Quería coquetear y se mostraba con toda la plenitud de su encanto ante nuestra mirada.
La pena es que la cámara no podía ver como yo la misma dimensión, y solo un punto quedó reflejado en su recuerdo, pero no en el mio….
Unas semanas después, decidimos subir de madrugada. Serían las 3 o las 4 de la madrugada cuando nos pusimos en camino. El viento soplaba tibio en la penumbra de la noche y hacía que esta fuese más agradable de lo que esperábamos.
Fue emocionante dejar abajo los (ahora) pequeños haces artificiales de luz, sobre todo al adentrarnos sendero arriba por entre los pinos del camino. Estos impedían el paso de los rayos lunares y tuvimos que encender nuestras linternas….pero lo mejor lo escondía celosamente la cima de nuestra “Piedrecita”.

(acampados en la cima de madrugada)

Al llegar arriba, nos pudimos hechar entre el tomillo mirando el firmamento….¡¡ tan lleno de vida…!!. Estuvimos largo tiempo mirando las estrellas y charlando; de vez en cuando, cruzaba ante nuestra vista alguna
estrella fugaz que desaparecía velozmente.

 
                 
Mas tarde, nos trasladamos a la parte barrancosa, para ver la costa aparentemente dormida. Entre la quietud del mar se podía contemplar la lejana lúz de alguna embarcación que, protegida por el incansable faro del cabo, continuaba segura su viaje nocturno en la oscuridad.
Poco a poco, el cielo se tornaba de un negro a un azul oscuro, teniendo minutos después un azulado más claro. Al igual que en el atardecer, la vida comenzaba a desperezarse al ritmo musical que la luz diafana marcaba. Los pájaros comenzaban a susurrar sus cánticos anunciando la llegada de nuestro gran amigo…. ¡¡ahí está !!

                    
Irrumpiendo en el horizonte, parecía abrazarnos con sus rojizos brazos. En unos instantes tuve que entornar mis ojos para ver sin dificultad aquel poderoso astro. 
¡¡ Ha vuelto a renacer !!
En ese momento comprendí el milagro de la vida.                                   

                          
…Que tiempos aquellos. Cada vez que tenía ocasión, subía a la cima con cualquier excusa; era mi refugio particular. Iba ya solo ya acompañado, hasta pasabamos por allí para ir a bañarnos al Cabo de las Huertas, subiendo por los Jesuitas y bajando por la Albufereta… ¡¡menudas caminatas!!
Cuando conocí a Carmen, la mujer de mi vida, éramos dos pipiolos todavía y muchos de nuestros paseos también los realizábamos por Serra Grossa. Éste fue el entorno de un par de enamorados más, que comenzaban a descubrirse mutuamente….
Poco a poco dejamos de subir;  nuestras vidas continuaron por caminos separados. De un lado Carmen y yo, nuestras nuevas ilusiones, nuestros proyectos... y de otro lado mi Montaña querida, enfrentándose a su destino, sola, abandonada, traicionada por mí y entregada a la especulación y la degradación que solo los humanos sabemos hacer tan bien.
No he sido capaz de unirme a ninguna iniciativa que proteja este entorno único de los Alicantinos.
Quizá ahora tenga otra oportunidad de defenderla a capa y espada, quizás “La piedrecita” me perdone y me vuelva a regalar la belleza que seguro todavía atesora en su cima.
Volveré a subir a recoger muestras de ello…..
POR FAVOR AYUDADME A CONSERVARLA.

Jose María Manzanaro.

 
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