29 octubre 2009

JAIME I Y SU VISIÓN DE ALICANTE

Artículo de Víctor Manuel GALÁN TENDERO.



Estatua de Jaime I en la Plaza de Alfonso el Magnánimo de Valencia, obra de Agapit Vallmitjana.

(Imagen extraída de Wikipedia)


Un gran rey, una crónica excepcional.

Queda fuera de toda duda que Jaime I fue uno de los grandes reyes de la Hispania medieval. Sobrevivió a una complicadísima minoría de edad, impuso el orden en Cataluña y Aragón, conquistó Mallorca y Valencia a los musulmanes, organizó sus nuevos dominios, dictó leyes que perduraron hasta la Guerra de Sucesión a comienzos del XVIII, midió sus fuerzas con Castilla, se condujo con prudencia con Francia, coqueteó con la Cruzada a Tierra Santa, y dictó la crónica de sus hechos, el “Llibre dels feits”.

Tal obra atesora un acrecido valor histórico, ya que permite conocer en primera persona la visión que Jaime I tuvo de sí mismo y de los principales acontecimientos de su dilatado reinado (1213-1276). Su visión no es ingenua, aunque la mentalidad medieval nos la parezca, sino calculada e interesada. Supo refutar a aquellos que se burlaban de las circunstancias de su nacimiento y de su abandono de la empresa occitana. Proyectó con éxito su imagen de señor leal a los compromisos y buen guerrero frente a un Alfonso el Sabio enfrascado en ambiciosas obras historiográficas y jurídicas y aspirante al Imperio. Los méritos consignados en el “Llibre” lo convertían en el verdadero emperador de Hispania sin necesidad de formulismos y honores a cuestionar.

Con tales premisas la inserción de Alicante en su relato sobrepasó lo meramente fáctico al resaltar con lucimiento sus cualidades de rey caballero. El Alicante rememorado por don Jaime era un espejo de sus estudiadas virtudes. En nueve capítulos de su crónica lo mencionó:

C. 307. Proposición de Zayyan (Zaen) de intercambiar Alicante por Menorca.
C. 370. La caída de Penacadell en manos de Al-Azraq amenazaría la ruta hacia Alicante.
C. 377. Entrevista de Al-Azraq y Alfonso X en Alicante contra el rey de Aragón.
C. 415. En San Nicolás el rey ordena sus fuerzas para la campaña de Murcia.
C. 419. Llegada a Alicante de naves con provisiones para el ejército.
C. 420. En Alicante se negocia la rendición de los mudéjares ilicitanos.
C. 454. Se discute en nuestra entonces villa sobre una expedición a Almería.
C. 455. Jaime I deja una guarnición en Alicante a su marcha del reino de Murcia.
C. 506. Jaime I y Alfonso X se reunen en Alicante para tratar la política granadina.

De Laqant a Alicante.

Antes de la batalla de las Navas de Tolosa (1212) Laqant era una pequeña “madina” del imperio almohade, descrita sumariamente por el inquieto Al-Idrisi unos cincuenta años atrás. La dedicación marinera ya atraía con viveza a sus gentes. La descomposición de aquel imperio alentó a los conquistadores cristianos.

En 1243 el señor del “reino” de Murcia, en el que estaba incluída Laqant, acordó su vasallaje a Castilla, provocando la insurrección de los lugares contrarios a la sumisión. Laqant sería uno de ellos según se deduce por la escasa y dependiente población musulmana que permaneció aquí tras su incorporación a Castilla. De su conquista en concreto sabemos muy poco. Bendicho sostuvo que el patronazgo de San Nicolás rememoraría la entrada oficial de los cristianos un seis de diciembre, algo de lo que no estamos seguros en absoluto. Ibn Jaldún databa su conquista en el 1246 y Bendicho en el 1247, concediéndose su Fuero o ley municipal en 1252.

Entre 1252 y 1264 Alicante fue una villa castellana a promocionar, rodeada de importantes bolsas de población mudéjar. La colonización cristiana engendró problemas que terminaron en insurrección, secundada por la Granada nazarí. Las conquistas castellanas de Huelva a Murcia peligraron, y Alfonso X se vio obligado a pedir ayuda a su rival y suegro Jaime I, cuyos dominios llegaban al Barranc d´Aigües tras el tratado de Almizra (1244).

Don Jaime sofocó el levantamiento de los mudéjares murcianos sin contrapartidas territoriales, mereciendo la reprobación de muchos historiadores catalanes, si bien su campaña sentó las bases de la futura incorporación de Alicante a los dominios de los reyes de Aragón en 1296. En suma, Alicante se enclavaba en una de las más complejas encrucijadas de la Reconquista ibérica, como demuestran los posicionamientos de Jaime I.

(Supuesto retrato de Jaime I, pintado en 1427, que se encuentra en el Museu Nacional d'Art de Catalunya)



Un señor respetuoso de los acuerdos.

En las Navidades de 1272 en Tarazona Jaime I aconsejó a su yerno Alfonso X que respetara los acuerdos establecidos. Su poder como conde de Barcelona y príncipe de Cataluña reposaba en el acatamiento de los convenios feudales, posibilitando una autoridad no tan reconocida en el vecino Aragón. En la conquista de Valencia la firma de convenios o pactos con no escasas comunidades islámicas le permitió ampliar sus dominios sin acrecentar en demasía la fuerza de sus barones y economizar la acción militar. Tenía buenos motivos para respetarlos.

Los reyes aragoneses suscribieron con los castellanos en Tudillén (1151) y en Cazola (1179) acuerdos contra Navarra y de reparto de las conquistas de Al-Andalus, impregnados de reconocimiento vasallático a Castilla. En Cazola Alfonso II de Aragón entregó la conquista de Murcia a Alfonso VIII de Castilla a cambio de la exoneración de tal vasallaje. Los aragoneses y los catalanes no deseaban verse subordinados a la superior autoridad de un emperador hispánico radicado en Castilla-León, y Jaime I no cedió un ápice ante las pretensiones de un Alfonso el Sabio que llegó a aspirar al mismo trono del Sacro Imperio Romano Germánico. Su Crónica impugnaría tales pretensiones y le atribuiría la superioridad moral entre los monarcas de Hispania.

Con astucia don Jaime contrapuso en su “Llibre” su respeto hacia lo convenido en Cazola, no aceptando de Zayyan el castillo de Alicante a cambio del gobierno de Menorca (vasalla del aragonés), con la felonía del entonces infante don Alfonso, deseoso de hacerse con el dominio de Játiva por sus vinculaciones con la Murcia musulmana. Tal conflicto de intereses pudo ocasionar una guerra entre ambos, que se evitó con la firma de un nuevo convenio, el tratado de Almizra (1244).

Un nuevo juego de contraposiciones encontramos entre la amistosa acogida dispensada por Alfonso X a Al-Azraq en Alicante (calificada de maliciosa y poco fundamentada por Manuel González) y la brava y generosa respuesta del Conquistador ante la insurrección de los mudéjares murcianos. En este caso como en el anterior Alicante se convierte en un claro ejemplo de la superioridad moral de don Jaime, bien resaltada por las armas de su astuta propaganda.
Un guerrero sagaz y experimentado.

Entre las cualidades de un monarca del siglo XIII tenían que figurar las del guerrero, algo que Jaime I demostró con creces a lo largo de su vida. El 21 de noviembre de 1265 dictó en San Nicolás las normas a seguir por sus tropas en la campaña contra los mudéjares murcianos. En la Crónica Alicante es el lugar donde el estratega planea con acierto, aleccionando a propios y extraños.

En esta controvertida campaña el rey veló por la cohesión de sus tropas para evitar incidentes indeseados con castellanos y mudéjares. Los guerreros no atacarían sin su orden expresa, acudirían a la alerta a la voz de “via fora”, extremarían las precauciones nocturnas (protegiendo en todo momento al rey), y mantendrían la concordia entre sí. Toda contravención sería juzgada como traición.

En Alicante se robusteció su formación militar, avanzando en columna sin dispersarse en contingentes más pequeños, susceptibles de ser emboscados en combates secundarios. Este despliegue táctico se asemejaba al de los cruzados en Arsuf bajo Corazón de León (1191), divididos en grandes “batallas”, aunque la hueste de don Jaime se articulaba en compañías o unidades de dimensiones variables comandadas por un guerrero veterano.

Las disputas por el reparto del botín corroían sin piedad el compañerismo de armas, y el rey nombró dos caballeros para juzgar estos pleitos. El variopinto botín de las cabalgadas (objetos, animales y personas) era subastado por los cuadrilleros, distribuyendo su fruto entre los miembros de su cuadrilla atendiendo a su rango, condición, aportación a la expedición, actuación en combate, pérdidas y heridas. Tal sistema se mantuvo con ciertas variantes hasta 1369, cuando un condestable se encargara en la Corona de Aragón de tales juicios.

La campaña murciana (noviembre de 1265-marzo de 1266) resultó un completo éxito militar, y don Jaime no perdió oportunidad para aleccionar en Alicante a sus hijos. Su modesto espíritu de sacrificio, alejado del de sus impetuosos días de juventud, les imposibilitaría cabalgar contra la granadina Almería en breve tiempo, aprovechando la ocasión. No hemos de pasar por alto que el brillante conquistador omitió en su Crónica la valiosa actuación de su hijo don Pedro, llegado a Alicante a finales de agosto de 1265 para combatir a los mudéjares alzados, preparando convenientemente el terreno.

(Retrato de Jaime I, por Manuel Aguirre y Monsalbe)
(Imagen extraída de Wikipedia)



Una figura patriarcal.

La afortunada experiencia militar y política del rey le permitió asumir un acusado tono y papel patriarcalista en circunstancias difíciles, convenientemente resaltadas en el “Llibre”, ante su familia natural y política, en especial frente a su yerno Alfonso X. En 1271 no perdió oportunidad de aleccionarlo sobre política granadina y conducta pública en un encuentro en Alicante. El castellano se había casado con su hija doña Violante en 1249, de la que tuvo cinco varones y seis hijas. Sus ruegos le obligaron a luchar contra los mudéjares murcianos, según un emotivo pasaje de su Crónica. Quizá no fuera emperador de Hispania, pero sí el patriarca de sus reyes en su relato.

De doña Violante la tradición alicantina nos ha regalado el cuentecillo de su excepcional embarazo, conseguido en el Pla de Bon Repós a punto de ser repudiada. Tal dicha le haría exclamar la famosa “Beneïda siga la terra d´Alacant!”, consignada hoy en día en la placa municipal de la calle doña Violante, en la falda noreste del Benacantil. Aunque la frase nos llene de orgullo a los alicantinos, máxime si somos del Pla, no debemos olvidar que pende de una noticia errónea del obispo de Burgos don Gonzalo de la Hinojosa, que en su Historia hasta 1288 dialogada sostuvo que la llegada a la corte castellana de la princesa Cristina de Noruega se debió al deseo de Alfonso X de repudiar a la esteril Violante. La realidad era que la hija del Conquistador ya había alumbrado descendencia, pretendiendo su regio esposo casar a Cristina con uno de sus hermanos para fortalecer las relaciones entre Castilla y Noruega de cara a la consecución del título imperial. Pese a todo la hija de Jaime I ha entrado a formar parte de nuestras tradiciones con luz propia.

Alicante, punto estratégico mediterráneo.

Además de realzar las cualidades del Conquistador a través de sus hazañas o hechos, su Crónica nos ofrece una visión más objetiva de Alicante. Ante todo era un valioso puerto, enlazado con la avanzada Cocentaina, por donde aprovisionar a sus tropas durante la campaña murciana. Por fuentes cancillerescas sabemos que don Jaime contrajo importantes deudas con el sacristán de Lérida Jaime de Roca, con Ramón de Cervera, Geraldo de Cambafort, Simonet de Modulo y Conrado de Junta por la adquisición de víveres. Los cien caballeros establecidos en Alicante a su marcha en 1266, capitaneados por don Artal de Luna y don Eiximén de Urrea, dispusieron de raciones para cinco meses, llegando a vender hasta 30.000 soldadas, ejemplo de maridaje entre actividad comercial y política.

Alicante era la antesala de nuevas conquistas aragonesas, acreditándolo la referencia a Almería, que sería atacada infructuosamente por Jaime II en 1309. La prudencia de Jaime I vedaría la posesión de Alicante durante su reinado, pero no en el de su nieto Jaime II. Era una presa demasiado tentadora en la permeable frontera valenciana entre Aragón y Castilla, algo perfectamente consignado en la Crónica del Conquistador.

Fuentes y bibliografía.

BENDICHO, V., Chrónica de la muy ilustre, noble y leal ciudad de Alicante (edición de Mª. L. Cabanes), 4 vols., Alicante, 1991.
BURNS, R. I., Jaume I i els valencians del s. XIII, Valencia, 1981.
CINGOLANI, S. M., La memòria dels reis. Les quatre grans cròniques i la historiografia catalana, des del segle X fins al XIV, Barcelona, 2007.
GONZÁLEZ, M., Alfonso X el Sabio, Barcelona, 2004.
JAIME I, Crònica o Llibre dels feits, Barcelona, 1994.
MARTÍNEZ ORTIZ, J., Alicante y su territorio en la época de Jaime I de Aragón, Alicante, 1993.
SOLDEVILA, F., Jaume I el Conqueridor, Barcelona, 2008.

 
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