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El Clot de Galvany es un Paraje Natural, ubicado en el municipio de Elche. Por desgracia, también es un oasis moderno rodeado de masas de cemento y asfalto. Si miramos, con el mar a nuestra espalda, vemos a la derecha los últimos bloques de apartamentos, algunos sin terminar, de los antiguos Arenales del Sol. Aquellas zonas de dunas inmensas ya son historia. A la izquierda, tenemos el Cabo de Santa Pola. Allí no hay grandes bloques. Urbanización junto a urbanización han cubierto el único arrecife coralino emergido del Mediterraneo. Este paraje estaba cubierto por pinos deformados por las constantes corrientes de aire. Antaño pero no hace mucho, aquí vivían hasta jabalíes.
¿No os lo creéis?
Os prometo que esta historia es real: "un barco de pesca de Santa Pola faenaba cerca de Tabarca. Por entonces, aún no era un espacio protegido. Localizaron un animal que nadaba, a duras penas, próximo al islote de la Nao. ¡Un gos al aigua! ¡Esta ofeganse! Los marineros lanzaron una red y subieron el supuesto perro al barco. La sorpresa fue mayúscula cuando comprobaron que el gos era, en realidad, un jabalí. Agotado, espiró en la cubierta".
El que les escribe, ha practicado esquí sobre arena cuando las dunas se desplazaban sobre las bases solidificadas. También ha visto cóomo el levante creaba inmensas lagunas entre la primera línea de la arena y los montículos de las dunas. A veces, estos "charcos" tenían su origen en las lluvias.
En la década de los setenta, se intentó desecar el Clot de Galvany con el fin de urbanizarlo. No se pudo. O, quizá, entonces no se quiso.
La cuestión es que entre dos zonas más que habitadas y construidas, se encuentra este pequeño tesoro de nuestra particular Naturaleza. Es fácil llegar; tanto, que en ocasiones no nos creemos que exista tan cerca un lugar tan maravilloso y agradable para pasear y comer. Sin embargo, lo que me lleva a contar este relato es todo lo contrario: triste y desagradable.
En las primeras rocas, tras la entrada en la zona protegida, vemos una planta típica del lugar. Debéis informaros bien de su nombre, pues se dan muchos endemismos en la flora del Clot. Al entrar, tenéis un aula de la naturaleza. Vale la pena visitarla. Los viejos olivos de las zonas previas a los humedales tienen muchos años y muestran sin pudor las cicatrices del paso del tiempo.
El camino está señalizado e, incluso, protegido con una barandilla de madera. Varios observatorios nos permiten ver el conjunto desde la altura y aproximarnos a zonas de descanso de las aves. Estos bunquers han servido como puesto de caza durante mucho tiempo. Quizás por eso están bien conservados en la actualidad.
Afortunadamente, el interior es inaccesible. Desde allí se ve un humedal no muy grande en esta época. Tras él, la sierra de Crevillente se recorta contra el cielo; y, a sus pies, a la derecha de los picos más altos, se puede ver la ciudad.
Aquí vemos la parte trasera del bunquer, el observatorio y, a la izquierda de la foto, grúas y parte de la urbanización masiva del lugar.
Al principio, siguiendo la ruta por la derecha del parque, vemos poca vida. Sólo alguna gaviota que ha cambiado los vertederos de las grandes concentraciones urbanas por las charcas soleadas.
Sin embargo, entre los arbustos, localizamos varias liebres que, como tales, corren ante nuestra presencia.
Pero no acaba la cosa aquí. En un rincón, varios patos se percatan de nuestros manejos por fotografiarles. Pasan bastante de nosotros.
El agua es poco profunda y, junto a los patos, vemos otros pajaros de pequeña envergadura. También hay varios grupos de camallongas, el único zancudo en este momento por la zona.
Por supuesto, este no es el motivo de mi visita. Pero la vida es bella. Estos animales libres dan un toque de frescura y de esperanza.
Tras el humedal, veo unos ejemplares de phoenix dactilifera de gran envergadura. Están arremangadas, lo que representa que alguna vez fueron cuidadas. No se encuentran como otros ejemplares de parque, más jóvenes, en estado salvaje, lo cual también es bello.
Su ubicación junto al humedal y el edificio en ruinas a su izquierda, más un camino que toma rumbo este, demuestra que fue zona habitada hasta no hace mucho tiempo. A la izquierda de las palmeras vemos el pico del Maigmo.
Desde este punto, donde antes divisábamos el Maigmo, vemos nuestro objetivo. Pinos autóctonos, de bajo porte, presentan un color gris atípico. Curiosamente los pinos que rodean la casa están en perfecto estado. Pertenecen a una especie distinta.
Este es el problema.
Una invasión de procesionarias ha cubierto las pinadas que separan el Clot de la carretera de Santa Pola.
Conocemos como "procesionaria" a un lepidoptero de nombre impronunciable para los legos. Thaumetopoea pityocampa sciff. Ahí queda eso.
No son agradables: están cubiertas por unos pelos que pueden producir quemazón al contacto con la piel (es su forma de defenderse, además de la forma de desplazarse). Su abundancia garantiza en el medio hostil en que viven la continuidad de su especie. Miles y miles de pequeños seres peludos se desplazan hocico con culo durante el mayor periodo de su vida al aire libre. Son frágiles, pero agrupados se defienden del frió y de la intemperie. Si se pierden, como veremos, mueren; pero quedan muchos ejemplares que llegaran a hacer su nido bajo tierra para transformarse en crisalida.
Curiosamente aquí, en el Clot, estas imagenes se producen en los primeros días de febrero. En zonas como Castalla, no las veremos hasta principios de marzo y, si viajamos a zonas más frías como el norte de Sierra Nevada, será casi en abril cuando salgan del nido sedoso y protector. De la misma manera, eclosinarán y comenzarán a volar, dependiendo del momento en que se han "enterrado".
Estos pinos de bajo porte se encuentran totalmente dehojados y, a simple vista, se aprecian las bolsas.
Cada día vemos cómo las gaviotas, cambiando sus hábitos, se dirigen tierra adentro en busca de los vertederos. Su canto matutino acompaña la salida del sol y es justo a su puesta cuando las vemos volver al mar. Las palomas torcaces se han adueñado de las zonas urbanas y se mezclan con las palomas de siempre, las blancas. Las primeras, de color gris y cabeza pequeña, se distinguen por su voz estridente. Por contra, los pequeños gorriones y otras especies como herrerillos, picapinos, carboneros, etc... escasean no ya en la ciudad, si no en los campos de nuestra provincia. Quizás sea este el motivo de la abundancia de este ser que en su vida metamórfica, adopta la forma de larva peluda y agresiva, como todos los seres que no están en equilibrio con el entorno. Pero no es solo el Clot donde se da en estos días el fenómeno. Por la autopista de circunvalación de Alicante, cerca de Villafranqueza vemos zonas de pinos azotadas por estas bolsas y sus consecuencias. Se que mucha gente se encuentra preocupada por el tema. No es la primera vez.
El viaje por las ramas comienza. La necesidad de alimentarse de tallos tiernos hace que las bolsas se trasladen a lo más alto del pino. Las aciculas surgidas en los últimos meses son su objetivo. La base del pino se llena de escrementos redondos, como perdigones, verduzcos. Al fin y al cabo, al igual que las hojas secas, caen al suelo y comienzan un nuevo ciclo vital, eterno en la naturaleza. Normalmente los pinos se recuperan del paso de las procesionarias. Pero su abundancia puede afectar a pinos jovenes o debiles, por crecer en zonas pobres como es el caso de la lomas coralinas que rodean el Clot.
Las hileras de procesionarias buscan alimento y, después, un lugar donde enterrarse. Si en su ruta se equivocan, algunos insectivoros o cualquier medio humano acabará con ellas.
Una última vista al parque. El bunquer, el mirador y los pinos agredidos.
Una vista desde el observatorio de madera.
A la procesionaria se le puede combatir, según su estado, con diversos medios. Hoy en día tenemos posiblidades de hacer el menor daño al entorno usando insecticidas biológicos, en base a piretroides y combinándolos con trampas de feromonas. Los insecticidas tienen como base la eliminación masiva y se utilizan en grandes espacios. Si cortamos ramas, rompemos las bolsas o interponemos barreras en los troncos afectados, será para casos de pequeñas parcelas, urbanizaciones, etc...
Yo personalmente he optado, tiempo atrás, por usar nidos prefabricados para potenciar la existencia de aves insectivoras. El tiempo ha desgastado estos nidos y espero reponerlos para la temporada que viene. Los fabrico yo mismo en base a madera, y los ubico en zonas inaccesibles para depredadores de estas pequeñas aves. Tambien invito a aquellos más expertos que yo, a que aporten su granito de arena: conseguir casitas de aves, darles de comer para atraerlas, conseguir trampas para su implantación antes de que las crisalidas se vuelvan mariposas, etc... Espero que este tema, que a mí me preocupa, sea de vuestro interes. También hago incapie en que lo que busco es el equilibrio, no la eliminación total de esta especie, que evidente forma parte de nuestro entorno.
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