12 julio 2010

ROTONDAS EN EL CAMPELLO

ARTÍCULO DE CARLOS SALINAS
           

En los últimos veinticinco años el arte público se ha instalado en las áreas urbanas periféricas, en zonas de promoción reciente o remodelaciones de espacios de uso turístico, comercial y viarios estratégicos. La combinación de estos elementos ha potenciado las rotondas como necesidad prioritaria, con frecuencia dudosa. Ha sido un proceso expansivo en todas las ciudades españolas.

La convergencia de intereses de políticos, constructores, medios de comunicación y artistas han convertido a la rotonda en hito artístico para la solución del paisaje urbano degradado, sobrecargado de usos, estandarizado y con pérdidas de cultura local y regional. Estos nodos son promocionados a la ciudadanía como espacios de calidad paisajística, pretendiendo convertir el islote en el nuevo referente urbano. Y esto es un error por su sobrecoste, la confusión entre arte y ornamentación y la configuración de la rotonda como espacio cerrado. Sí son necesarias cuando facilitan el flujo del tráfico y la accesibilidad, pero no cuando pretenden una restauración paisajística olvidando el entorno y la escena visual en la que se insertan.
                  
 
 
 
 
       
En El Campello asistimos al inicio tardío de este fenómeno. Tres han sido inaguradas este verano en el eje calle Sant Ramon-antigua N-332; - están previstas tres más -. En estos ejemplos, las esculturas instaladas no generan impacto visual negativo, porque su escala es proporcional al emplazamiento. Sus imágenes son dinámicas pero equilibradas dentro de un esquema formal, basado en la figuración estilizada por un fuerte grafismo  que ofrece significados de fácil recepción: el agua, la mar, la pesca, el topónimo y logotipo municipales, recortados sobre manchas verdes y el azul mediterráneo. Pero no son espacios públicos, no son glorietas tradicionales con espacios donde poder estar; son inaccesibles, no permiten la sociabilidad ni el contemplar sosegado de las esculturas.

Dos de éstas, El Rallador y Nadando libre se transforman en ornamentos porque sólo pueden ser asimiladas desde el coche; se convierten en producto para ser consumido rápido, observado a distancia, con visiones parciales y sin integración en el entorno. Muy diferentes de la senda Voramar de l´Escultures, en que las obras de Vicente Ferrero dialogan con el paseante en su recorrido marino. 
           
 
 
 
             
El caso de la rotonda Agua es grave. El área de intersección de las vías es más reducido y el escenario ambiental está muy alterado por la contaminación visual que supone la instalación de vallas publicitarias de gran tamaño. Cuando el conductor entra en la rotonda, procedente desde cualquier dirección, se topa con una pantalla continua de anuncios que se sobreponen a la imagen de la rotonda, y afean aún más los espacios degradados. La imagen de la rotonda como puerta de entrada del Campello en un cruce reducido choca con los volúmenes de la gasolinera, con los edificios de gran altura y con esta contaminación publicitaria.

Estas vallas anunciadoras impiden la percepción de las calidades paisajísticas que dan valor añadido al uso turístico; conllevan riesgos, distraen al conductor y pueden caer en días de viento. Otro efecto semejante producen en el escenario del Clot de l´Illot, al actuar como fondo de pantalla contempladas desde la playa, o circulando al entrar desde La Illeta. Se colocaron poco después de romperse la cubierta natural para habilitar un aparcamiento provisional. Se perdieron valores paisajísticos y no son una buena presentación para un turismo de calidad.

El Consell Valencià de Cultura, en su memoria anual 2007, recomendó que se retiren todas aquellas obras de arte que cubren rotondas o espacios públicos cuyo valor carezca de importancia significativa. No propongo tal intervención ahora, pero si extremar en las decisiones el cálculo de costes y las prioridades. Antes debe ser el restaurar los valores del entorno natural y humano. Limitar alturas, eliminar el cableado aéreo y en las fachadas, suprimir las vallas publicitarias permanentes que generan contaminación visual, en especial las más peligrosas en los cruces. No sólo los grafitis estropean el patrimonio público, sino también las concepciones erróneas sobre el territorio como recurso..
      
 
Escultor D. Vicente Ferrero

 
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