03 agosto 2010

LA DICHA DE SER ESCRITOR

            
Antes de marchar de vacaciones a un lugar donde no tendré acceso a Internet, quiero contaros una noticia enternecedora. Hace unos días, por medio de Juan José Amores y Alicante Vivo, me llegó el correo electrónico de una internauta perteneciente a la familia Santos Pérez, originaria de Peñarroya Pueblonuevo (Córdoba), interesándose por el lugar de enterramiento de su tío abuelo, muerto en la niñez a consecuencia del bombardeo del 25 de mayo de 1938 en Alicante. El niño se llamaba JUSTO SANTOS PEREZ y figura en la lista de víctimas que doy en mi libro "25 DE MAYO. LA TRAGEDIA OLVIDADA". Al parecer, un familiar residente en Alicante les había telefoneado para decirles que en un libro editado aparecía el nombre de aquel niño muerto entonces en los aledaños del Mercado. El niño no pudo ser localizado ni enterrado debidamente por sus padres, cuya muerte solo pudieron suponer al no regresar a casa desde el colegio aquel día fatídico. Me cuenta la comunicante que la familia había venido desde su pueblo con tantos otros refugiados de las zonas del frente que entonces acogía Alicante y que después de la desaparición del niño, regresaron destrozados a Peñarroya, donde el dolor acompañó a los padres por el resto de su vida. Ahora, los tres hermanos sobrevivientes y sus hijos y nietos pueden poner punto final a la leyenda familiar y convertirla en historia fidedigna, al poder comprobar que aquel niño asesinado por los avidores fascistas italianos tiene una sepultura y su nombre está en un registro oficial. Yo me he ofrecido a la familia Santos Pérez para mostrarles la sepultura en las fosas comunes del cuadro número 12 de nuestro Cementerio, donde yace tanta muerte de nuestra Guerra Civil y la vil posguerra, y les he facilitado cuantos datos me ha sido posible averiguar. Tengo con ello la satisfacción de haber contribuido a que una familia española encuentre la paz para sus muertos y la satisfacción de su memoria. Y siento profundamente que algún otro escritor de más fama que yo no se decidiera a escribir, veinte años atrás, un libro de investigación como el que yo he escrito. Porque quizá hace veinte años, los padres de Justo Santos Pérez todavía vivían y se hubieran marchado de este mundo con el consuelo de saber que su hijo tenía una sepultura digna. Si alguien pudo hacerlo y no lo hizo, no se lo perdono, por más que ahora yo no sería tan conocido en Alicante y él, quien fuese, se habría llevado el agradecimiento de quienes ahora me alegran la vida y me hacen sentirme justificado.
        

   
Aunque la literatura, en este país, no deje dinero, sí da grandísimas satisfacciones, como la que hoy os cuento. Creo que por recibir ese correo de la familia Santos Pérez vale la pena haber decidido ser escritor.
      
Hace unos meses recibí un correo de un estudiante de la universidad de México al que adjuntaba una foto en la que se le veía sosteniendo un ejemplar de mi libro "Giordano Bruno, el loco de las estrellas" con la etiqueta de la bilbioteca de dicha universidad en su cubierta, ajada y desgasta por el uso. El libro estaba envejecido a fuerza de ser leído, y eso, para mí, fue otra de esas grandes satisfacciones que me proporciona este oficio de escribir al que dedico mi tiempo.

¿Qué más le puedo pedir a la vida?

Un abrazo a todos y felices vacaciones.

Miguel Ángel Pérez Oca.

 
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