Leyendas aparte, originariamente las aguas de la Font Santa, situada en la vertiente oeste del Tossal, (entre lo que hoy es el hipódromo, el centro asistencial de Cruz Roja y el transformador del extremo del parque del Tossal) discurría a través de la partida de San Blas uniendo las aguas de las fuentes del Baile, de Valladolid, de los Chorros con las aguas que desde la Lloma Redona discurrían por los llanos del Raspeig y la partida de Los Ángeles llegando al mar en la confluencia de las playas de las Barcas y El Babel, a la altura de lo que fue el baluarte de San Carlos, hoy Avd. Dr. Gadea, aunque su trazado fuera modificado posteriormente llevándolo a las estribaciones del barrio de Benalúa.
La Fuensanta fue rebautizada como Font del Través, pues desde su nacimiento en la vertiente noroeste del monte (la que mira hacia Fontcalent) y a una cota de unos 75 msnm. y mediante una profunda brecha excavada en la roca de unos 5 metros de profundidad, salvaba la cresta del monte situada a unos 80 msnm, para verter el agua a la ladera noreste (la que mira al Benacantil). Según relata J. B. Maltes y L. López, en la obra "Ilice ilustrada" en 1752 «Naze aqesta Fuente en un llano, que está a la otra parte del zerro, que llaman Tosal, entre Norte y poniente, donde hoy está el Través, que es una Acequia honda, cavada en la Peña; y de aquí es, que antiguamente tomó el nombre de Fuente del Través. Esta agua de la Fuente Santa se lleva a la ciudad por medio de una Mina y Acequia clavada en las entrañas del Tosal, y sale encañizada azia el llano de Capuchinos bajo tierra, y se distribuye por las varias fuentes artificiales de la ciudad para su abasto y consumo».
Así pues la canalización tras atravesar el collado del Tossal bajaba hacia lo que hoy es el paseo de Campoamor, enfilando el arrabal de San Antón por la Misericordia-Panteón de Quijano y por Díaz Moreu entraba a la villa amurallada por la plaza de San Cristóbal, para de dirigirse hacia Labradores, San Nicolás, Montengon, San Agustín y acabar su recorrido en la Plaza del Mar hoy plaza del Ayuntamiento.
hacia el Llano de Capuchinos
Ya en el S XVII, el cronista Bendicho, nos relata que el número de fuentes importantes que se repartían las aguas de la Font Santa, eran, «la del Ángel, en la plaza de la Mar, con quatro caños y dos albercas en que cae el agua, con las armas reales en el pecho del ángel. La fuente Biexa, cerca del hospital, debaxo de las casas de Luis Martí, que antiguamente solían ser lonja de la villa, están sobre la fuente las armas de la Ciudad. La fuente Nueva, en la plaza de Pedro Fernández de Mesa, de un caño. La de San Cristoval, en la plaza del portal de la Huerta, puesta donde oy está, en el año de 1603 y la última de San Nicolás, casi en las paredes de la colegial, con quatro caños en su alberca, alrededor y encima la ymagen del santo obispo y patrón de piedra, antiquíssima y bien entallada, y otra que ha dentro del claustro de la misma yglesia colegial con quatro caños, que solo sirve para regalo del huerto y limpieza de la yglesia»
Eucaliptus en el Tossal, próximo al manantial
Durante los siglos sucesivos el abastecimiento de la ciudad fue ampliándose y mejorándose, girando en torno a los dos manantiales principales, el de La Goteta y el de la Fuente Santa que pasó a llamarse de la Casa Blanca cuando próximo al manantial se perforaron nuevos pozos y minas que aumentaron el caudal que llegaba a la ciudad. Ambos recursos llegaron a unirse en la Fuente Vieja, en la calle Montengon y junto a los pozos y manantiales privados, aljibes y cisternas que recogían las aguas de lluvia, garantizaban el abasto de agua de los alicantinos.
En la actualidad, el manantial como tal, ha desaparecido, aunque en su lugar hasta hace pocos años, había una caja de registro, con un grifo y una cañería que se dirigía hacia el hipódromo, hoy aun quedan algunas arquetas que delatan el lugar de la fuente o el pozo de donde aun se saca agua para riego. Y no muy lejos de allí, aun brota un hilillo de agua junto a los Maristas, perteneciente al mismo acuífero. Así es que la Fuente Santa, la que ha regado por siglos los huertos de lo que hoy son barrios, la que sació la sed de los alicantinos durante siglos, sigue viva, aunque solo sea en lo más profundo de las entrañas del Tossal.