30 mayo 2007

AGOST: UNA VIDA DEDICADA A LA ALFARERÍA (1)

Vicente y Manuel Antón Millá amasando el barro. 1946
Una vez se extraía el barro de las balsas de decantación, se cargaba en la carretilla y entraba al “pastaó”. Esta es ua habitación de la fábrica habilitada especialmente para el mantenimiento del barro. Solia tener un ventanuco pequeño. Lo justo para no estar a oscuras, ya que a parte de amasar, en esta sala se conservaba el barro y había que evitar que se secase. En la foto lo que estan haciendo, a parte de amasar el barro para conseguir una masa uniforme, es mezclarle sal al barro. La sal, cuando la pieza entre en contacto con el fuego, hará que coja el característico color blanco, que es la marca de identidad de la alfareria de Agost.
Luis Vicedo Martinez trayendo agua en la bota hasta la alfarería. Los carreteros tuvieron mucho trabajo con el auge de la alfareria. Se encargaban de transportar la tierra, el combustible de los hornos y también el agua para la elaboración del barro. El modo de transporte era colocar un tonel dentro de un carro. La “font del Llavador” era la empleada para el agua de las fábricas. Las primeras alfarerías nacieron al lado de esta fuente, buscando la proximidad a un recurso tan necesario para la alfarería como es el agua. Esta agua venía a través de un acueducto de origen musulman, conocido popularmente com “l’Arc”, que estuvo abasteciendo el pueblo hasta los años 70.

Joaquín Vasalo Mira cargando arcilla en el "terré". 1975 El Tio Ximo era un enamorado de la mula y eso se constata al ver un hombre con un carro en 1975, cuando ya circulaban los camiones por Agost. El lugar donde se recogía la tierra eran “els terrers”, donde muchas alfarerías poseían un pedacito de terreno de donde sacar su materia prima. Aunque también existía un yacimiento comunal de uso público llamado “Terrers dels pobres”, que actualmente es un área recreativa. Para medir la tierra que traían a la fábrica se empleaba el “cabasset de barcella”. Se cobraba por “càrrega”, que era lo que se necesitaba para llenar una “pilonà” i colar una balsa de barro.

Manuel Rizo Boix trabajando en el torno.

Alfareros y peonas en la alfarería Domingo Román Vicedo. 1953

Segundina Cuenca Molina y Gloria Jover Millá haciendo pellas en la alfarería de Miguel y Francisco Mollá Chorro. 1969 Esta fábrica se trasladó fuera del casco urbano en 1981, siendo actualmente “La Navà SL”. La peonas se encargaban de coger el barro amasado ya con la sal, subirlo del “pastaó” y darle esa forma cilíndrica que en alfarería se conoce como pella. Pero no solo era eso, sino que también se encargaban de “asaonar” el barro, tarea que consistía en cuidar que la masa estuviese en su punto.

Luis Pons Román cargando el forno en su alfarería. 1975. El trabajo de “enfornar” es muy complejo, ya que se trata de montar un puzzle en 3D que cada vez es diferente. Los hornos de Agost constan de tres plantas, y según el tipo de pieza se le asignará un nivel concreto. Esta jerarquización va en función del uso. Por ejemplo, las piezas de corral como bebederos, comederos o conejeras var arriba, ya que no importa demasiado si tienen alguna veta roja por la falta de calor. En el horno de abajo, junto con la caldera, se ponen los morteros y también los tiestos para plantas y otras piezas. Toda la obra de este nivel hay darle una mano de sacudidor, ya que suelen tener bastante ceniza. Y en el horno del medio se ponen las piezas más delicadas los botijos, que conviene que tengan la cocción exacta para refrescar el agua de forma adecuada.Incluso hay un dicho agostero sobre esto: “pareixes del forn del mig”, que se le dice a alguien cuando le quieres resaltar lo delicado que es.

Horno árabe en el Museo de Alfarería En esta foto de la planta del medio, si os fijais en el techo y en la parte de la pared de donde arranca la bóveda, se aprecian agujeros. Estos sirven para que el fuego suba desde la caldera hasta la planta superior, y así lograr un espacio de cocción próximo a los 75 metros cúbicos.

Barnizando morteros en la alfarería Evaristo Boix Vicedo. 1950 Esta era una práctica peligrosa que sanidad se ha encargado de eliminar. El barniz tradicional de Agost se elabora a base de plomo. Y lleva sulfato de cobre para el color verde o “cacaferro” para el melado. La mano de barniz se daba una vez secas las piezas. La mezcla se punía dentro de un “còssil”, que es esa maceta grande, se iba bañando los morteros, que se dejaban secar durante unos minutos. El barniz siempre acompaña a la cerámica que va a estar en contacto con alimentos. Para cocer estas piezas las fábricas tenían un horno moruno a escala y con una sola planta. La piezas com barniz no se pueden cocer con las blancas, ya que necesitan menos temperatura. Si alguna vez os queren vender una pieza barnizada “tradicional” y no lleva muescas os estan intentando engañar. Al meter en el horno las piezas barnizadas, con el calor se pegan las unas a las otras. Así que al sacarlas siempre se le quedan una muescas características que certifican su autenticidad.

 
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