18 julio 2007

LAS CAÑADAS DE LA MESTA EN ALICANTE

En la España medieval, durante la Reconquista, los reinos cristianos y musulmanes estaban separados por una franja de territorio que podía llegar a tener hasta 100 km de anchura. Eran terrenos despoblados, pues estaban sometidos a continuas incursiones bélicas de los dos bandos. No valía la pena labrar, porque las campañas bélicas se organizaban durante el buen tiempo, en la época de las cosechas, de modo que lo más probable es que, por unos o por otros, acabaran dadas al fuego o al saqueo.
Este territorio lo aprovechaban los pastores, cuyo ganado podía moverse de un lugar a otro, practicando la trashumancia, de modo que lo recorrían durante el otoño y el invierno (temporadas frías) y, en la temporada de campañas (primavera y verano), se refugiaban en las montañas del norte, más húmedas y que conservaban sus pastos durante el tiempo cálido, consiguiendo formar una ganadería muy importante. La base de la importancia económica de estos rebaños era la oveja merina, cuya lana, de gran calidad, era apreciada (y todavía lo es) en toda Europa, y tenía como mercados importantes Medina del Campo y Burgos.
Conforme avanza la Reconquista, estas tierras se iban repoblando y labrando, mientras se establecía otra franja de tierra de nadie más hacia el sur.
Cuando el rey Fernando III dio un gran impulso a la Reconquista incorporando a sus reinos gran cantidad de territorio y haciendo tributarios a los reinos "moros" que quedaban, la tierra de nadie se convierten en segura y los labradores prohibieron el paso de los ganados que se comían las plantas verdes. Teniendo en cuenta que otra gran riqueza de Castilla era el trigo, Alfonso X el Sabio se vió obligado a promulgar leyes para defender a unos y a otros. Esas leyes se llamaron Honrado Concejo de la Mesta de Pastores, y fueron dictadas en 1273, reuniendo a todos los pastores de León y de Castilla en una asociación nacional. Les otorgaron imp
ortantes prerrogativas y privilegios tales como eximirles del servicio militar, de testificar en los juicios, derechos de paso y pastoreo, etc.
Con anterioridad ya los ganaderos se reunían en asambleas o concejos llamados "mestas" (la palabra mesta proviene de mixta, mezclada) en diversas localidades dos o tres veces al año con el fin de tratar de los negocios concernientes a sus ganados o gobierno económico, y para distinguir y separar los mestencos (animales sin dueño conocido) que se hubiesen mezclado.
Durante la Edad Media y con el paso del tiempo a la Mesta, como pasará a ser conocida, se le añadieron nuevos privilegios reales y una fiscalización especial para protegerla de los agricultores, lo que provocó largos e incontables pleitos hasta el año 1836 en que es abolida.
La Mesta es considerada como una de las agrupaciones corporativas o gremio, más importantes de Europa de la Edad Media y el primer gremio ganadero.

En Alicante, la Mesta atravesaba San Vicente del Raspeig y llegaba al Barranco de las Ovejas. Su importancia aqueológico, histórica, toponímica o como parte del mundo agropecuario medieval es indudable. Sucesivas generaciones de investigadores de la Universidad de Alicante han permitido conocer el origen prehistórico (3.800 años a.C.) de los bancales/borda de las montañas alicantinas como habitación y refugio ganadero en lugares estratégicos, fácilmente defendibles, encontrándose en ellos restos que llegan hasta la Edad Media. Las especies domésticas más utilizadas fueron la oveja y la cabra. La importancia económica de la trashumancia en España posibilitó un potente mercado lanero de resonancias internacionales. La Corona protegió durante siglos las Cañadas Reales. Las vías pecuarias son necesarias para la preservación de las razas autóctonas, siendo auténticos “corredores ecológicos”, esenciales para la migración, la distribución geográfica y el intercambio genético de las especies silvestres. La diversidad de plantas de los pastos naturales es una de las más altas y favorece, entre otras, la supervivencia de las aves de llanura más sensibles. La cultura vinculada a las vías de la trashumancia todavía subsiste y debemos conservarla mediante una protección que debe partir de una perspectiva local, pero inscribirse en una más general.

 
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