Por los años 1950-60, acudían a Biar grupos de emigrantes que de enero a marzo, trabajaban la oliva; de mayo a septiembre la teja; y de octubre a diciembre el turrón.
Eran los “castelleros” que dejaban sus hogares buscando el sustento familiar. Cerraban el año en la campaña turronera de Navidad y eran magníficos operarios del ramo de la dulcería.
José Soler Albero, gerente de “Turrones y Dulces Solmar”, contaba que su saga familiar llegó a Biar procedente de Jijona para integrarse en la población. El fundador fue Francisco Soler Verdú, que en 1875 levantaría dicha empresa.
De alguna manera Solmar y Pedro Luna, las dos fábricas de dulces de Biar, apelan con su antigüedad de 1874 y 1880 respectivamente, a la importancia que tuvo la miel en este lugar de entre montañas y abundante flora aromática silvestre. Las exigencias de la vida del siglo XIX imponía a turroneros, heladores, “xocolaters” y otros artesanos alicantinos a mercadear por España, en carruajes de caballerías, pueblo a pueblo y casa por casa, desarrollando la dura tarea de pioneros que como en este caso de Biar, fue sembradura del prestigio que detentan.
Ambos, Solmar y Pedro Luna, anotan en su palmarés, haber sido proveedores de la Casa Real.
Dulces clásicos como los turrones de almendra blando y duro, nieve, yema, frutas, gurilache, peladillas, garrapiñadas, almendras rellenas... y otras célebres especialidades se alternan ahora con artes de repostería, dulce y salada de muy notoria aceptación.
Al primor de sus industrias de colchas y mantelerías, famosas muñecas y cerámica artística barnizada, suma Biar su condición de dulce, dulce, dulce...
José Soler Albero, gerente de “Turrones y Dulces Solmar”, contaba que su saga familiar llegó a Biar procedente de Jijona para integrarse en la población. El fundador fue Francisco Soler Verdú, que en 1875 levantaría dicha empresa.
De alguna manera Solmar y Pedro Luna, las dos fábricas de dulces de Biar, apelan con su antigüedad de 1874 y 1880 respectivamente, a la importancia que tuvo la miel en este lugar de entre montañas y abundante flora aromática silvestre. Las exigencias de la vida del siglo XIX imponía a turroneros, heladores, “xocolaters” y otros artesanos alicantinos a mercadear por España, en carruajes de caballerías, pueblo a pueblo y casa por casa, desarrollando la dura tarea de pioneros que como en este caso de Biar, fue sembradura del prestigio que detentan.
Ambos, Solmar y Pedro Luna, anotan en su palmarés, haber sido proveedores de la Casa Real.
Dulces clásicos como los turrones de almendra blando y duro, nieve, yema, frutas, gurilache, peladillas, garrapiñadas, almendras rellenas... y otras célebres especialidades se alternan ahora con artes de repostería, dulce y salada de muy notoria aceptación.
Al primor de sus industrias de colchas y mantelerías, famosas muñecas y cerámica artística barnizada, suma Biar su condición de dulce, dulce, dulce...
Por el lado que se la mire