08 octubre 2007

EL PANTANO DE TIBI

El nombre de Tibi está relacionado desde hace siglos, inexorablemente, a uno de los lugares más impresionantes y bellos de la provincia de Alicante: su pantano.

Aunque, para ser sinceros, más que al pantano, Tibi se aparenta con orgullo a la presa del mismo, de las más antiguas de Europa en funcionamiento.

El Pantano, desde lo alto de "La Cresta"
El pantano y la Cresta
Allí todo es verde... Incluso sus aguas. No en vano, el Pantano de Tibi se construyó con el fin de almacenar las aguas de un río muy curioso, que nace en la Sierra de Onil. En su curso alto, este río recibe el nombre de río Verde; a partir del pantano es cuando se llama propiamente río Monnegre, ya que el cauce atraviesa un manto de calizas triásicas negras, presentando las aguas esa coloración como reflejo del lecho por el que discurre; y al llegar a la Huerta de Alicante y hasta su desembocadura en Campello, recibe el nombre de río Seco debido a su falta de agua, provocado por el aprovechamiento íntegro para los cultivos.
Pero, antes de explicar la visita de hoy, hagamos un poco de historia.

Foto de una familia tomada desde lo alto de la presa

En el año 1580, los 336 hectolitros de hora y media de duración en que había sido dividido el caudal del Río Monnegre llegaron a ser insuficientes para la agricultura alicantina.
Para remediar esta situación, la ciudad construyó a sus expensas un embalse entre los años 1580 y 1594. Fue levantado en el término municipal de Tibi, entre los cerros del Mos del Bou y la Cresta.
Las obras siguieron el diseño elaborado por los arquitectos Jorge Fratin, Juan Bautista y Cristóbal Antonelli. La contrata del pantano fue adjudicada a los maestros Joan Torres, Gaspar Vicent y Gaspar Córdoba, quienes en 1594 habían alzado la pared hasta los 196 palmos.
El coste total de la obra ascendió a 58.000 libras valencianas.



El autor del artículo, acercándose a la presa.
Por este motivo, la ciudad de Alicante quedó fuertemente endeudada, otorgando Felipe II en 1596 el beneficio de los diezmos obtenidos de las tierras novales regadas con el agua del pantano.
La construcción de la presa modificó radicalmente el sistema de riegos imperante hasta la fecha. Así, el caudal correspondiente al fluir natural del río siguió perteneciendo a los descendientes de los primitivos propietarios y pasó a denominarse “agua vieja”. El agua embalsada en el pantano fue igualmente fraccionada en 336 hectolitros de la Huerta a razón de un minuto por tahulla de tierra poseída.

La misma familia en una de las márgenes del pantano

Este agua era distribuída por medio de 11 acequias. Estas acequias atravesaban toda la Huerta Alicantina y se regían por un estricto cómputo horario, controlado por relojes de arena.
A poco de finalizar las obras del pantano, la pared sufrió un desperfecto en el año 1601 que lo mantuvo inactivo durante 3 años, viéndose obligada la ciudad a afrontar un nuevo gasto de 30.000 ducados.
La presa funcionó con normalidad hasta 1697, fecha en que padeció una nueva rotura como consecuencia de un sabotaje que la dejó inservible durante más de 40 años.
Desde entonces, la normalidad impera en su funcionamiento.

Cascadas naturales que fluyen desde lo alto de la presa
Para llegar al pantano, debemos tomar en San Vicente del Raspeig la carretera CV-805. No tiene pérdida. Todos la conocemos: es la carretera que parte de San Vicente y nos lleva directamente al Maigmó. Una vez en la gasolinera, hay dos formas: podemos ir por Tibi, cruzando el pueblo y siguiendo las indicaciones (acabamos en el centro del pantano), o coger la carretera que parte de la misma gasolinera y que está indicada como BIC (Bien de Interés Cultural).
A unos pocos kilómetros de la gasolinera, circulando por una pista asfaltada, nos encontramos con una valla metálica que nos impide continuar. Allí tenemos que dejar el vehículo y continuar andando.

Valla de no acceso. A partir de ahora, a patita que es más sano

Aquí os pongo unas cuantas imágenes de las vistas que nos encontramos durante el recorrido en vehículo hasta la zona permitida. Como es lógico, y tras las marranadas que hacemos los domingueros por nuestros montes, la Diputación cortó el acceso motorizado hasta la misma presa hace unos años, al recibir denuncias de ecologistas por el mal uso que hacíamos de la zona: restos de basura, barbacoas, destrozos en el ecosistema...
Ahora, quien quiere peces, tiene que mojarse el trasero; o lo que es lo mismo, caminar algo más de un kilómetro hasta el área visitable.
Ya no hay cabida a campamentos, reuniones familiares con la tortilla de patatas, furgonetas con el camping gas y la abuela, etc...

De nuevo, resulta muy dificl perderse. Ni siquiera para mí

Oro parece, plata no es.... ¿Pirineos? No. Es el entorno paisajístico de Tibi

No hay nada como parar el coche y echar la vista atrás. El Maigmó nos indica el trayecto

Tras dejar nuestro vehículo "allá lejos", el entorno empieza a cambiar. Dejamos la espesura y el bosque mediterráneo que nos ha cobijado durante la primera etapa del trayecto, y nos adentramos en una zona mucho más rocosa. A través de algarrobos, belloteros y olivos, vemos como se acerca la gran quebrada en la que se construyó el embalse. Es algo impresionante. Los cortantes de piedra de la "Cresta" están tan cerca que parecen tocarse; la "Mos del Bou" se queda, poco a poco, a nuestra izquierda. Y allí hacemos nuestra primera parada. Para visitar una curiosa edificación de mampostería.
Las marcas son inconfundibles: amarillo y blanco. Todo recto

Delante nuestra, "Mos del Bou". Al fondo, la "cresta" de la gallina. El embalse aún se muestra invisible.


Grandes bellotas. Una estampa casi navideña

Se nota que la afluencia de gente ha bajado. Los olivos están repletos

Cima de "la Cresta" desde otra cima: Mos del Bou. Por allí abajo, ya vemos (y olemos) el pantano.

Sendero hacia una extraña construcción antigua. ¿Qué será?

Curisoso árbol que ha crecido en el interior de la construcción. Aún hoy, no sé de que se trata

De vuelta por el mismo sendero. Ahora, cuesta abajo

Ahí vemos perfectamente la "Cresta"
Adios, amiga mía. Nos veremos abajo.

Con muchas ganas de ver la presa (una muy difícil obra de ingeniería hidráulica, acometida por el Estado Español hace 400 años), regresamos a la pista asfaltada y bajamos hasta nuestro destino.
Antes de llegar, tenemos que atravesar 3 puentes diferentes: el primero en el que se levantó la lápida conmemorativa con su inauguración (sin barandilla, ojo al acercarse al borde para ver el nuevo río, ahora llamado Monnegre), el segundo "un poco" más moderno situado cerca de una central hidroeléctrica, y el tercero, de madera y casi suspendido en el aire, que nos lleva hasta la misma base de la presa. En el trayecto, nos encontramos con una curiosa cascada que ya habéis visto en una foto anterior. ¡Gracias, lluvias!
Allí el olor a podredumbre es casi insoportable, quizá debido a la poca higiene de los visitantes y al menor esfuerzo de nuestras autoridades para drenar el pantano y mejorar la salida del agua y el inicio del nuevo río.
Sin embargo, el olor no es suficiente para enturbiar una de las visitas más impresionantes de la provincia: la de una obra majestuosa, levantada a base de piedra y esfuerzo humano, y que se convirtió en todo un hito admirado en el mundo.
Allí, se talló en la piedra una complicada escalera de caracol que nos lleva hasta la cima de la presa. Poco a cambiado la escalera en 400 años. Emociona saber que el maestro Cavanilles subió los mismos escalones, cuaderno de dibujo en mano, haciendo anotaciones de nuestras tierras. Un desvencijado quitamiedos oxidado de hierro recuerda aquellos años... y te sientes importante (y diminuto) Subir es algo especial, algo que no tiene palabras. Lo recomiendo a todo el mundo, pues el vértigo es casi inexistente gracias a la genial distribución de los escalones.
Desde luego, los arquitectos de entonces eran genios con mucho menos medios que ahora.

¿Tenemos que bajar hasta allí? Sí... no hay atajo posible.

Carlos IV, jefe del estado... ¡si mi profesora de latín me viera por el ojo de la cerradura!


Alguien empieza a emocionarse cada vez que nos vamos a visitar la provincia... y no es el bajito


Casa en la que se han instalado paneles solares para abastecer de electricidad la zona


Ya vemos la pared granítica de la presa... ¡Qué emoción!





Tercer y más peligroso puente. Ojito con la abuela y el niño


Estoooooo, ¿a qué huele aquí? Abuela... ¿se le ha escapado un pedo?


Escalera tallada con y en la piedra. ¿Entendéis por qué me siento como Cavanilles?

Cascada e impresionante pared del pantano. Mira que podemos ser pequeños e insignificantes ante las grandezas de la Naturaleza.

Ya en lo alto, poco podemos decir.
El olor nauseabundo ha desaparecido y nos encontramos ante la inmensa garganta que separa las dos montañas. Desde luego, no es Guadalest, pero el paisaje rocoso y áspero contrasta de una manera muy especial con el azul impoluto del cielo y el verdor de las aguas.
Allí hay habilitada una barca para el que quiera remar pos sus aguas... ¡yo no tuve narices, para qué engañarnos!
Tenemos que recordar que Tibi es diferente a otros pantanos. Allí, las aguas llegan hasta lo alto de la presa, y se desbordan naturalmente por un pequeño desfiladero. No hay compuertas ni complejas estructuras.
400 años de aprendizaje nos contemplan.
Único y grandioso.
Hasta pronto

El agua casi rebosa por la piedra

Agua. Septiembre. Año de Nuestro Señor de 1723

Pequeño y ruinoso embarcadero. ¿Como era hace 400 años?

Verde que te quiero verde....
Una puerta de forja te despide la visita...

Hasta pronto

Y tras el paseo, la escalada y la subida a la presa, no hay nada como un almuerzo en el Mesón Maigmó, a base de patatas con ajo, calamares a la romana y cervezas.
¡Aiiiiis!, el descanso del guerrero.






Podéis aprender más del Pantano de Tibi, en ESTE enlace a la web "Por ahí no es", de nuestro amigo Angel.

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