03 noviembre 2007

EL JARDÍN DE SANTOS DE PENÁGUILA

Penáguila conserva una historia de viejos esplendores: callejuelas estrechas, las ruinas de un altivo castillo, lienzos de murallas y, en uno de los barrancos preferidos del caudillo moro Al-Azraq, un precioso jardín neoclásico de mediados del siglo XIX.


Entrada actual al barranco en el que se encuentra el Jardín de Santos


El Jardín de Santos, está integrado en una finca de recreo adquirida por el Ayuntamiento en 1987.
Se encuentra al noroeste del casco urbano y se llega hasta él por un paseo situado en el margen derecho del barranco Aladrach (apodo de Al Azraq), o desde un desvío de la carretera comarcal CV-3313 siguiendo una pista rural.

Uno de los accesos al Jardín nos informan en el lenguaje de la Naturaleza, cuan frío y tranquilo es este paraje


El perímetro de este parque botánico está prácticamente cerrado por un muro.
Desde la entrada principal, su estructura se apoya mediante un eje en la avenida principal y finaliza en el invernadero, del que veremos algunos ejemplares de plantas al final del artículo.
Allí cuelgan perpendicularmente el pabellón de recreo, y un corredor que lleva a otros espacios dispuestos en un plano inferior: el estanque, el laberinto, los parterres del mirador, la pajarera, el bosque y la gruta, una pequeña cueva con estalactitas y estalagmitas artificiales.



Bellas figuras a la entrada del recinto . Figuras que nos llevan en un maravilloso viaje en el tiempo a otra época.

El corredor o pasillo principal, del que surgen todos y cada uno de los senderos que nos conducen a las diferentes zonas del Jardín.


El Botánico está salpicado de balsas, surtidores, románticas pajareras, fuentes y esculturas de Venus.
Abrazan la casona de la finca hermosos ejemplares de pinsapo, tejo, magnolio, boj, cedro del Líbano, palmeras, plantas carnívoras, arbustos y flores de los cinco continentes, setos de tejo y cipréses formando intrincados laberintos.
Y no nos tenemos que olvidar del gran cedro que preside el camino flanqueado de cipreses que conduce a la casa del creador del jardín, Joaquín Rico,un terrateniente de Penáguila que quiso manifestar de este modo su amor por la naturaleza.

La inmensa balsa de un azul resplandeciente. Ese azul conjuga a la perfección con el cielo claro y despejado de Penáguila. Practicamente es el único lugar del Jardín, abierto al cielo raso. Desde allí, unas impresionantes vistas del valle y de la Serrella nos hacen "incluso creer en Dios" (cita de Arturo)


Que el Jardín de Santos es el enclave más significativo y romántico de la provincia de Alicante (con permiso de la Colonia Santa Eulalia), ya casi nadie lo pone en duda.
Su laberinto, a la vez la mayor atracción del Jardín y su elemento lúdico más importante, así lo demuestra.Tiene un simbolismo muy característico para los pueblos del mediterráneo, que acompañaban a las naves de los traficantes de metales que faenaban por las costas de éste histórico mar. Este ornato palaciego, tuvo su máxima importancia y esplendor en el equipamiento del Jardín de Creta, propiedad según la leyenda, del Rey de Minos, que encerraba al animal mitológico denominado Minotauro, monstruo con cuerpo humano y cabeza de toro. Como todos sabemos, al darle muerte Teseo, consiguió ahorrar a su pueblo el cruel tributo que había que satisfacerle anualmente al Minotauro, consistente en 7 muchachos y 7 doncellas.

Interior del laberinto.... aunque en esta ocasión, no huímos del Minotauro. Nuestra misión ahora es mucho más romántica: encontrar el inmenso árbol situado en el centro y, cuya leyenda dice, tenemos que pedirle un deseo. ¿Alguien quiere ver la película El Resplandor?

El principal atractivo moderno de estos complejos equipamientos radica, en contemplar desde un altozano, el trance en que suelen entrar los visitantes que quieren disfrutar de ésta experiencia, no siendo rara la semihisteria que muestran al no encontrar la salida.

Pero el laberinto del Jardín de Santos no es la infraestructura más relevante de éste paraje romántico de Penáguila, que consta también con hermosos componentes naturales habituales en éste tipo de instalaciones: árboles seculares, plantas hornamentales, arbustos de la zona, maravillosos parterres, espléndidos conjuntos rocosos, y cuevas mitológicas cargadas de evocaciones.

Vista exterior e interior de la "cueva mitológica" con estalactitas y estalagmitas.

Todo ello, evocador de los delicados enclaves naturistas de nuestra provincia, que tanto aprecio teníamos en el siglo XIX. No en vano, la última propietaria de ésta obra de arte era una sensible y popular literata que se desplazaba en coche de caballos desde la plaza de Penáguila al Jardín, circulando con ello a través de un grato bosquecillo que arropa al recinto.


El Jardín se ha mantenido en pie gracias a la tenacidad del alcalde de la ciudad, que ha aportado no sólo su buen gusto y los magros fondos municipales, sino también su propio esfuerzo físico.


El minimalismo de la Naturaleza salpica todos y cada uno de los rincones


Algunas piezas ornamentales se encuentran tan bien integradas en el entorno que en ocasiones resulta complicado encontrarlas.

Jardines y más jardines.... Cuando el tiempo se detuvo

Un mirador al estanque y al valle... ¿Por qué la Venus le dará la espalda y mirará la umbría?


Fuente clara, arroyo sereno... La montaña alicantina nos acostumbra a dar agua fresca a aquellos que se atreven a descubrirla



Dos especies de plantas carnívoras. Bellas y curiosas, su paciencia no tiene límites. Tarde o temprano, algún insecto se acercará a ellas y caerán en la trampa. ¡La Naturaleza no necesita de la ayuda del hombre para subsistir!



Las orquídeas hacen de compañera ideal a las plantas carnivoras.


Un último vistazo al estanque antes de la marcha.


 
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