02 noviembre 2007

LA REBELIÓN CANTONAL EN ALICANTE (3ª PARTE)

Artículos Anteriores: LA REBELIÓN CANTONAL EN ALICANTE (1ª PARTE)
LA REBELIÓN CANTONAL EN ALICANTE (2ª PARTE)


Si el primer intento de conquista de Alicante constituyó un claro fracaso pese a la presencia de la fragata “Victoria”, apoyada por sus 23 cañones y el curioso personaje de Antoñete Gálvez “general de tierra y mar” con su ostentoso grupo y su ultimátum de “dinero o bombardeamos la ciudad”, el segundo intento, con el fatal bombardeo de seis horas a que se sometió a la ciudad, mostró la heroica actitud de un pueblo que luchaba contra el enemigo superior en capacidad ofensiva pero inferior en el amor a lo propio.

Al fin y al cabo, se trataba de vulgares aventureros que no llegaron ni siquiera a sospechar que Alicante, como sucedió, podía convertirse en un baluarte inexpugnable.
Transcurrieron dos largos meses desde aquel 20 de julio. Ahora se anuncia la llegada del “Numancia”, el barco español de guerra con más prestigio. Fue el primer barco de coraza que había dado la vuelta al mundo, lo que se anunciaba con evidente pasión en la placa que exhibía en su alcazar de popa: In loricata navis quae primo terram circuivit. El barco era el orgullo de nuestra Marina de guerra, pero se veía obligado a participar en unos sucesos nada deseables.
En Cartagena, capital del cantón, estallaban veros cantares y coplas, como:

Viva la Numancia

valiente con el cid,

la victoria y la Almasa.
vengan todas aquí
viva Antoñete
y la revolución
y la “Méndez Núñez” con su tripulación.

A las tres y media de la tarde del día 20 de septiembre, fondearon en la bahía el “Numancia” y el “Fernando el Católico”. Una hora después, un bote de la “Numancia” se acercó hasta la nave de la escuadra inglesa “Narcisus”. A bordo iba el brigadier Leandro Carreras, jefe de la expedición cantonal. Venía dispuesto a romper el fuego contra la plaza aceptando no obstante una tregua de 96 horas “a la que accedió, manifestando que transcurrido dicho plazo, rompería irremisiblemente las hostilidades”.
Leandro Carreras envió también, una comunicación al Gobernador Militar de Alicante “con órdenes de mi gobierno de apoderarme de la plaza, reconozco lo ineficaz de toda resistencia”.


Fernando Guillis le respondió “podrá usted cometer un acto vandálico de piratería, valiéndose de la impunidad que le proporciona el hallarse resguardado a borde de un buque blindado. Pero la sociedad lo rechazara con indignación y las naciones civilizadas verán con asombro un acto indigno de agresión contra esta población, siendo usted y su mal gobierno responsables de la sangre que se vierta y ruina que se cause a este honrado y pacífico vecindario. El ataque será enérgicamente rechazado”.
Alicante hirvió en preparativos de defensa. Madrid se volcó en suministros de armas y municiones, enviando tropas. Llegaron dos compañías de cazadores, una de Artillería, una columna de carabineros, miembros de la Guardia Civil, 400 hombres de Infantería, Artillería, voluntarios procedentes de Cieza, una compañía de Ingenieros, y dos compañías del Batallón de Córdoba que traían dos cañones de bronce.
La defensa artillera de la ciudad había sido dispuesta con claro sentido táctico. Esta zona de emplazamientos artilleros comenzaba en el Castillo de Santa Bárbara, donde asentaron las baterías de Santa Ana (con tres cañones del 10) y la de Santo Domingo (con dos del 15). En el derruido torreón de la Puerta Nueva (a la entrada del Arrabal Roig) quedaron instalados dos cañones del 15 y uno del 21, hallándose seguidamente la Puerta del Muelle, con un obús del 16 y un cañón del 10.
Para animar a la población, nuestro paisano Eleuterio Maisonnave, Ministro de Gobernación, envió al alcalde un mensaje en el que decía que “ese pueblo es honrado y valiente, no puede esperarse de él ni debilidades ni traiciones. Antes que abrir las puertas a esos bandidos, antes que vernos humillados por esos infame, es preferible ver arrasada la población”.


El nuevo Ayuntamiento, tomó entre otros acuerdos el de fortificar la Plaza de Ramiro, “a cuyo afecto se fijó en las esquinas un anuncio ofreciendo una jornal de 10 reales a los que se prestasen a trabajar en dicha fortificación”.
También hizo acto de presencia “una sociedad de jóvenes denominada la Cruz Roja”, que presidía el médico don Evaristo Manero.
Las autoridades habían tomado todas las precauciones posibles; mandaron llenar todos los depósitos de agua, se estableció un hospital en el Convento de las Monjas de la Sangre, la Diputación trasladó sus oficinas a la Fábrica de Tabacos, la estación telegráfica fue instalada en el Jardín Botánico, en San Blas; y los presos fueron trasladados a Santa Bárbara y a la Fábrica de Tabacos.
El día 27 amanecío triste y nublado. “A las cuatro de la madrugada recorrió la ciudad la banda de la Beneficencia, tocando diana” para animar a los militares, que ocupaban sus puestos esperando acontecimientos. Cuando sonaron las cinco de la madrugada, todos esperaron el estallido inicial del cañón, pero pasaría una larga hora más sin que la quieta madrugada se viese alterada por la esperada explosión. “Por fin a las seis y treinta y cinco minutos, retumbó el primer cañonazo, que era esperado con ansia por todos los defensores de Alicante, quienes deseaban el momento de que los insurrectos intentasen el desembarco”.

Un Testigo de aquel acontecimiento señaló: “Otros dos disparos dirigidos al Castillo de Santa Bárbara siguieron al primero, los cuales fueron contestados con precisión admirable y puntería por todas las baterias de la ciudad al grito de ¡Viva Alicante,mueran los piratas! Desde aquel momento siguió ya sin interrupción, por espacio de seis horas, un fuego continuo incesante, mortífero, que puso a prueba la destreza del General, la pericia de los Astilleros y la bravura de todos los que defendían la ciudad”.
La nota más impresionante se produjo en el Castillo de Santa Bárbara, donde “habiendo penetrado una granada de 300, fue a reventar sobre la cantina de la fortaleza, en donde se hallaban reunidas muchas personas, de las cuales murieron horriblemente mutiladas tres carabineros, dos mujeres y dos niños”.
Se anotó la actitud de un bravo paisano natural de Santa Pola, Manuel Penalva, quién pidió permiso para apuntar un cañón de los de la batería del cuartel general y lo hizo con tanto acierto que de siete disparos, cinco dañaron a la “Numancia”
El absurdo ataque a la ciudad tocaba a su fin, pues los piratas viendo que eran impotentes para luchar, se hicieron a la mar llevando “el despecho del bandido que ha visto fracasar su tentativa de pillaje y dejando a los hijos de Alicante coronados de gloria”.
Durante 6 interminables horas, los insurrectos habían lanzado sobre la ciudad 186 proyectiles enormes (que medían 96 centímetros de longitud por 22 de diámetro). Las baterías de la ciudad contestaron a su vez con 179 disparos tan certeros que, a pesar del blindaje de las fragatas, sembraron la confusión en su interior.
Los muertos fueron los siguientes:
Domingo Containa Rubio ------- Carabinero
Bartolomé García Catalán ------ Carabinero
Manuel Nieto Hernández ------ Carabinero
Gaspar Perez ------ Artillero
María “La Morena de las Cuevas” ------ Civil
Tres Anónimos ------ Civil

info: Alicante de la A a la Z. Fernando Gil Sánchez

 
La Asociación Cultural Alicante Vivo se reserva el derecho de moderación, eliminación de comentarios malintencionados, con lenguaje ofensivo o spam. Las opiniones aquí vertidas por terceras personas no representan a la Asociación Cultural Alicante Vivo.