Resulta frecuente que se entienda el movimiento feminista como forma de conflictividad social y de pensamiento reivindicativo, centrado en las manifestaciones políticas del sufragismo a partir del discurso de igualdad. Sin embargo, desde la perspectiva histórica se hace necesario establecer otros parámetros a partir de resortes socioculturales que se asienten en el reconocimiento de la diferencia de género y de roles sociales distintos para hombres y mujeres, rescatando como feminismo, actuaciones, experiencias e iniciativas encaminadas al cambio social.
En España, con la llegada del pensamiento liberal, la ilustración y la cultura fueron enriqueciendo la vida y la formación de muchas mujeres. Los salones literarios, las tertulias y la lectura fueron sembrando en la mujer inquietudes que irían más allá de las cuestiones "exclusivamente femeninas" de manera que, puede decirse, que el componente feminista de las corrientes librepensadoras en el tránsito de los siglos XIX al XX, contribuyó y mucho a matizar las características del discurso igualitario de raíz ilustrada que suponía, en líneas generales, el abandono de la minoría de edad y la construcción de un espacio entre iguales aún cuando se dejaba la lucha activa a los poderes del hombre, conformándose la mujer con adquirir su dignificación como compañera.
En España, con la llegada del pensamiento liberal, la ilustración y la cultura fueron enriqueciendo la vida y la formación de muchas mujeres. Los salones literarios, las tertulias y la lectura fueron sembrando en la mujer inquietudes que irían más allá de las cuestiones "exclusivamente femeninas" de manera que, puede decirse, que el componente feminista de las corrientes librepensadoras en el tránsito de los siglos XIX al XX, contribuyó y mucho a matizar las características del discurso igualitario de raíz ilustrada que suponía, en líneas generales, el abandono de la minoría de edad y la construcción de un espacio entre iguales aún cuando se dejaba la lucha activa a los poderes del hombre, conformándose la mujer con adquirir su dignificación como compañera.
La conexiones entre librepensamiento, masonería y feminismo se hicieron patentes en la trayectoria de muchas mujeres fuera y dentro de España – Rosario Acuña, Marguerite Durand, Amalia Domingo, Belén Sárraga, entre otras – y la "Masonería de Damas" no tardó en convertirse en un espacio asociativo desde donde se haría causa común en la defensa de la libertad, el progreso y la razón.
En Alicante, la logia Constante Alona en 1891 creaba una Cámara de Adopción femenina integrada por un total de veintiuna mujeres, todas ellas escritoras a excepción de dos artistas , lo que hace pensar que se trataba de un colectivo de clase media. La conexión entre el incipiente discurso feminista y esta Cámara de Adopción femenina se produciría a partir de los contactos establecidos entre los círculos masónicos alicantinos con dos pioneras del librepensamiento, Rosario de Acuña, la primera mujer que habló en el Ateneo de Madrid y que llevada por los ideales comunes: el anticlericalismo, la búsqueda del progreso humano y el respeto a la tolerancia, solicitó el 12 de Febrero de 1886 su ingreso en la logia femenina de Alicante y la valenciana Belén Sárraga, fundadora de la "Asociación Femenina de Valencia" en 1897 y cuyas actividades masónicas en la ciudad conocemos tanto por la documentación existente de la citada logia Constante Alona, como por sus intervenciones en diversos actos públicos junto a conocidos masones alicantinos, Rafael Sevila, el arquitecto José Guardiola o José Mª Santaelices.
Si bien como dijimos al principio, éste feminismo decimonónico estaba aún muy lejos de cualquier forma de reivindicación política, de lo que no cabe duda es que la preocupación de estas librepensadoras estuvo encaminada a fomentar el cambio de mentalidad a partir de la reivindicación del a una educación igualitaria y reclamando la dignidad de la mujer como individuo así como su emancipación liberándose para tal fin, tanto de la tutela masculina como de la del confesionario.
Si bien como dijimos al principio, éste feminismo decimonónico estaba aún muy lejos de cualquier forma de reivindicación política, de lo que no cabe duda es que la preocupación de estas librepensadoras estuvo encaminada a fomentar el cambio de mentalidad a partir de la reivindicación del a una educación igualitaria y reclamando la dignidad de la mujer como individuo así como su emancipación liberándose para tal fin, tanto de la tutela masculina como de la del confesionario.
No obstante, es preciso señalar que se trataba de reducidos círculos de mujeres que, tal como afirma Mary Nash, además de sufrir la incomprensión de sus contemporáneos, tuvieron que enfrentarse a serias dificultades, puesto que, al término de sus días, el abandono por parte de sus familias, el silencio y la pobreza serían destino común de muchas heterodoxas.
MARÍA D. PERALES
Boletín LLOIXA 102