ARTÍCULO ANTERIOR: EL FRANQUISMO EN ALICANTE (1)
Visita del príncipe Juan Carlos a la factoría alicantina de Aluminio Ibérico, en febrero de 1965 (Arjones, AMA)

Aunque desde 1959, con el Plan de Estabilización, había comenzado a cambiar la situación económica española, no fue hasta 1966 y la Ley de Prensa impulsada por Fraga, cuando se empezaron a ver los primeros y tímidos cambios políticos.

Poco antes, en abril de 1964, la España franquista había conocido un momento de gloria con la campaña de los XXV Años de Paz en que, con el propósito de legitimizar el régimen con “el bienestar y la paz conseguidos”, tanto el Ejército como la Falange encontraron una perfecta ocasión para dar fe de su presencia y de su papel en el régimen.

La Ley Orgánica del Estado, sometida a referéndum en 1966, intentó garantizar el continuismo del franquismo mediante “una monarquía con las esencias del Movimiento”. De ahí que en 1969, las Cortes designaran a Juan Carlos como sucesor del Jefe de Estado, a título de rey. El referéndum que aprobó la Ley Orgánica fue muy bien preparado desde el Ministerio de Información y Turismo, y en Alicante contó con la presencia “pintoresca” de los pieds-noirs, que habían llegado a la ciudad entre 1962 y 1964, y que se pusieron decididamente al lado del orden franquista.

Continuaban año tras año los actos rituales del régimen: el desfile de autoridades ante el Gobierno Civil en el Día del Caudillo, las inauguraciones de obras públicas y escuelas el 18 de julio, las nostálgicas jornadas de cada 20 de Noviembre y las patrióticas manifestaciones de rigor cuando tocaba.

Mientras tanto, la ciudad cambiaba vertiginosamente y crecía con nuevos barrios, como Virgen del Remedio, Colonia Requena, Juan XXIII, Mil Viviendas y Tómbola…., aunque a costa de una desaforada especulación de terrenos y la ocupación casi total de la franja costera.
La ciudadanía inexistente no acertó a controlar dicha especulación y aquello conllevó la pérdida de las señas de identidad de Alicante. La construcción del Hotel Meliá en terrenos de propiedad pública puede ser una buena prueba de ese crecimiento salvaje.

Las costumbres cambiaban también a pasos agigantados y la sociedad, ya a comienzos de los años 70, no tenía nada que ver con la que había salido de la Guerra Civil. A pesar de la Fábrica de Tabacos, de Manufacturas Metálicas Madrileñas o de la inauguración en 1966 de la Fábrica de Aluminios, la ciudad derivó claramente hacia el sector terciario de la economía, desaparecieron casi por completo agricultores y pescadores, y Alicante pasó a ser una ciudad de servicios.

Los “nuevos ricos”, surgidos sobre todo en el terreno de la construcción, conectaron perfectamente con los poderes tradicionales y con las jerarquías del régimen, que ya sólo en contadas ocasiones recordaban antiguas diatribas, más retóricas que otra cosa, contra el insano capitalismo.

Sin embargo, el inmovilismo político llegó, en algún momento, a constituir una estructura ajena a la realidad social y económica, mucho más dinámica. En cierto modo, todos eran conscientes de la monumental parafernalia y pura representación que eran los fastos y las organizaciones del régimen ya en los años 70.
Salvo cuatro nostálgicos, todos los franquistas emprendieron el camino de la transición hacia una democracia que no pasó cuentas ni políticas ni económicas de lo ocurrido durante la dictadura franquista.










info: Francisco Moreno Sáez.
Memoria Gráfica de Alicante y Comarca