22 mayo 2008

ALICANTE A VISTA DE PÁJARO EN LOS AÑOS 80

Para muchos parece que quedan aquí al lado, pero desde la década de los 80 ya han pasado muchas cosas. La ciudad se ha transformado muchísimo, en unos casos, los cambios experimentados han sido positivos, pero en otros, no lo han sido tanto.
A continuación os invitamos a pasar un momento divertido, y en muchos casos, emocionante. Subámonos a un globo, hagamos compañía a las gaviotas, y sobrevolemos la ciudad casi treinta años atrás. Recordemos aquellos rincones hoy desaparecidos, y veamos cómo ha ido cambiando cada barrio. Viajemos en el tiempo, aunque sea sentados frente al ordenador, para recordar cómo éramos, como quien dice, ayer...

Agárrense, que el globo despega, y el vuelo comienza...

La iglesia de Santa María, cuya plaza entonces se encontraba convertida en un aparcamiento. A su izquierda podemos ver el Museo de la Asegurada, cuyo edificio anexo se demolió para ejecutar una controvertida ampliación en la actualidad. Varios edificios de esta imagen se encuentran en la actualidad demolidos, entre andamios, vaciados... el talud de roca que vemos al fondo en la Calle Balseta, hoy está revestido de hormigón gunitado, sin ninguna propuesta de interés para mantener un aspecto de paisaje urbano digno de una ciudad turística como Alicante, viviendo esta zona de espaldas al turismo y a la ciudad.
Si la imagen es desoladora, la realidad actual es mucho peor. Una inversión real y efectiva en este barrio para restaurar fachadas e interiores, impulsar la creación de trabajo y comercios, y animar a la población a venir a vivir aquí daría como resultado una revitalización del centro histórico, pero al parecer, esto no interesa.

La Plaza del Ayuntamiento, en este caso, parece haber salido perdiendo. Actualmente, nuestro Ayuntamiento considera que es mejor lugar para aparcar sus vehículos de lujo y no andar ni diez pasos que un lugar de disfrute del peatón y del ciudadano. Su apuesta por el "transporte público" es, en realidad, un juego de palabras, puesto que es "transporte privado y aparcar en espacio público". La Plaza de Santa Faz ha sido remodelada, manteniendo sus palmeras y su fuente, adecentando aledaños, fachadas... con un resultado bastante bueno.
En la fotografía también podemos ver una de las muchas operaciones de restauración de fachada que ha vivido la Casa Carbonell.

La Concatedral de San Nicolás y sus aledaños. En esta fotografía podemos comprobar los horrores del urbanismo desprogramado y agresivo que sufrió nuestra ciudad entre los 60 y los 70. El edificio rosado de la Plaza de San Cristóbal (BBVA) actúa como muralla y barrera hacia el centro histórico. Veamos también, un par de notas curiosas: la fachada medianera del edificio del Archivo Municipal tenía pintadas unas falsas ventanas para aportar un ambiente urbano continuo y sin el efecto de un paño blanco en medio de la calle. Desafortunadamente, no se restauró, y se decidió pintar de amarillo, como luce en la actualidad. Podemos ver también cómo en la Calle Labradores, junto al edificio rosado, aparece en la cubierta una pequeña capilla a modo de iglesia en miniatura, en la que fuera la casa del Cronista Viravens. Hoy esta capilla ya no existe.
San Nicolás ha sido recientemente restaurada, y sus fachadas lucen ahora limpias.

Vayamos ahora hacia la línea de costa. Podemos ver cómo la gran operación de entrada de la ciudad en el puerto todavía no se ha efectuado. La Plaza del Puerto no existe, y en su lugar, aparecen unos almacenes, una zona de aparcamiento y la Comandancia de la Marina, edificio trágicamente derribado para dar paso a un aparcamiento privado y la creación de una macro zona de bares junto al puerto.
Nuestro querido Hotel Palas sigue todavía en funcionamiento, con su restaurante entrando en la acera frente a la fuente de la Plaza del Mar. En la Rambla, podemos ver siguen en pie muchos de los edificios demolidos en la última década, que nos llevaban a los inicios del Siglo XIX, y que han sido sustituidos sistemáticamente por arquitecturas nefastas en una de las avenidas con más historia y representatividad de Alicante.
Tampoco ha sido realizado el paseo de Tomás y Valiente en el muelle de costa, que en este momento es un aparcamiento junto a una acera que da a las barquitas de pescadores que amarraban aquí. Al final del paseo, vemos el desaparecido edificio del Real Club de Regatas.
En Canalejas todavía existía el aparcamiento en superficie junto a la carretera, que si bien no aportaba nada positivo a la fachada litoral de Alicante, actualmente supone una barrera visual que ha roto la relación directa del parque con el mar.
La ciudad se ha acercado al puerto, pero no lo ha hecho de un modo coherente y amable, sino con ambiciones comerciales.

Si nos asomamos al Postiguet, vemos un arenal inmenso, junto a un gran aparcamiento entre palmeras, los antiguos chiringuitos, los autobuses urbanos de la época... y vemos, con una mezcla de añoranza y rabia, lo que fue el Paseito de Ramiro, con sus escalinatas de acceso y con su configuración de plaza romántica, hoy convertido en una plaza sin significado y sin aporte urbano pese a su privilegiada ubicación.

En el extremo del muelle de Poniente, nos asombramos al ver qué era ese lugar donde hoy se levanta Panoramis. El varadero agotaba sus últimos años de funcionamiento, la Casa del Mar seguía teniendo sus funciones vinculadas a los marineros, y la carretera se desdoblaba frente a ella, pues la vía del ferrocarril al puerto trazada en el Siglo XIX, todavía continuaba pasando junto al muro de la Lonja del Pescado.

De repente, decidimos darle gas al quemador de nuestro globo, para subir la altura, y mirar por encima del hombro al moro del Benacantil. La ciudad se abre a nuestros pies, y nuestros ojos se van al Tossal, para ver la ladera del Castillo de San Fernando repleta de pinos donde muchos iban incluso a acampar en Semana Santa mientras tomaban la mona. La zona de la ciudad deportiva es un erial donde el protagonista es el hipódromo y su pinada, junto a un Rico Pérez sin asientos de plástico en el que se apretaban muchos más espectadores que ahora. En San Blas nos llaman la atención los edificios de arcadas de ladrillo rojo junto al parque... nos encanta, y vamos a dejarnos caer suavemente para ver de más cerca el trasiego del día a día en la ciudad, escuchar los pitidos de los coches y los motores de los autobuses.

Bajamos hasta la ladera que recae a San Antón, y nos encontramos estampas que nos traen muchísimos recuerdos. La Plaza de Toros con su fachada antes de ser restaurada, con un color terroso. El Panteón de Quijano convertido en un vergel con olmos de gran porte, junto a una Plaza de España en la que bajo las palmeras aparcaban motocarros y vehículos.
Algo nos sacude de repente, y es la escena de un Paseo de Campoamor hoy totalmente cambiado. El mercadillo con sus vendedores y compradores en agitación en plena mañana, y junto a él, el convento, la beneficencia... Un poco más arriba, vemos el antiguo centro de menores Granadella (hoy demolido) y el Instituto Sismológico pintado curiosamente, de blanco y azul.

Ahora el aire nos empuja, y nos lleva a ponernos sobre Benito Pérez Galdós. Mirando al frente, vemos las últimas calles del ensanche, que chocan de frente contra grandes muros de contención del monte. El Castillo de San Fernando se alza sobre una auténtica montaña con pinadas, sin extraños parques de cemento, y con un Parque de Tráfico en el que los niños todavía van con sus bicicletas a jugar. Tras él, vemos el Colegio de Huérfanos de Ferroviarios. Y de fondo, un Polígono de San Blas que emergía de la nada, entre grandes avenidas, con torres y urbanizaciones. Este lugar, se decía, iba a ser una de las mejores zonas para vivir en el futuro en Alicante, y quedaría bien comunicado por aquél sueño llamado la Gran Vía. Pero de momento, estaba rodeado de descampados. Junto a estas torres, se levantaba la preciosa ciudad deportiva diseñada por Francisco Muñoz Llorens, en cuyas piscinas al aire libre muchos aprendimos a nadar. Y cómo olvidarnos, en el mismo sitio donde hoy existe una pista de atletismo, muchos subimos a los caballitos, al "scalextric" y a las atracciones de la feria que allí se instalaba.

Pero Alicante no se acaba en el centro, así que tomamos una corriente de aire de poniente que nos lleva rápidamente hacia la Playa de San Juan. Allí vemos la impresionante terraza con piscina del entonces único hotel de cinco estrellas de la ciudad, el Sidi San Juan, al que acudían las grandes personalidades cuando venían a disfrutar de nuestro sol y la infinita playa.

¿Recordáis aquella playa? Salías con los pies llenos de arena y te subías al coche que tenías aparcado allí mismo. Los chiringuitos sobre la arena... y un poco más adelante, junto a la discoteca "Voy Voy", el trenet hacía entrada junto a la línea de costa, y cercenaba la conexión entre las urbanizaciones y la playa, teniendo que cruzar todos sobre las vías y los guijarros hasta no hace muchos años. Levantamos la vista y vemos las dos torres gemelas de apartamentos "Peña Blanca", proyectadas por Francisco Muñoz Llorens en 1965. Años después, la comunidad de vecinos decidió que no les gustaba su diseño (realmente moderno y vanguardista, con importantes alardes estructurales) y decidió modificar por completo una torre, convirtiéndola en un prisma rojo coronado por una ridícula pirámide, auténtico icono de la arquitectura hortera. De fondo, vemos aquellos grandes vacíos que existían en la condomina, hoy casi todos colmatados por nuevas construcciones. Y recortando el cielo, Entreplayas y la gran torre que preside el cabo, conocida como "El Barco".


Nos acercamos ahora a la querida Albufereta. Alrededor del el pequeño puerto deportivo se fraguan tertulias a diario, muchas de las cuales continúan en el restaurante Alfín. Si vas paseando por las rocas desde la Albufereta a la Almadraba (con tus chanclas cangrejeras, por supuesto) puedes pasar frente a los talleres y ver cómo se repara una barquita.


Y para finalizar, llegamos a esta vista maravillosa. La Albufereta, con su antiguo puente, por el que el autobús "D" pasaba rozando el techo para entrar en el Camino de la Colonia Romana. Aquella playa, entonces de aguas limpias y suave arena, se llenaba en verano de familias desde muy temprano hasta la noche, siendo sus mesas y sombrillas salones veraniegos improvisados con comidas junto a castillos de arena y cenas junto a las cañas de pescar. El coche quedaba aparcado en el cauce del barranco de Orgegia-Juncaret, donde años antes hubo un camping y que una riada convirtió en desgracia. Tras la carretera, vemos de izquierda a derecha, un edificio del conjunto Vistabella, la urbanización Las torres, y tras el cauce, el pequeño kiosko-bar "Paco" (arrasado tras la inundación del 97), una antigua casa similar a las barracas valencianas (que afortunadamente todavía existe!!!) y la pantalla del Cine Bahía, donde uno tantas veces se llevó el bocadillo y una lata de fanta para ver un par de películas. Frente a éste, una antigua finca con un espléndido jardín, hoy convertida en edificio comercial, y el residencial Ulises.
La huerta está prácticamente intacta todavía. Una sinuosa carretera (el vial Flora de España) la sesgaba hasta llegar al Camino de Benimagrell, y poder desviarte hacia San Juan o hacia la Carretera de Valencia. A la izquierda de la foto, junto a un oasis de palmeras, vemos el Rancho Chinchorro, que por entonces era una discoteca llamada "Factory". Y a la derecha, algunas urbanizaciones de los años 60 y 70. Pero los campos todavía estaban sembrados, las granjas con gallinas y conejos, los olivos centenarios seguían dando su preciado regalo... y la Albufereta era un pequeño pueblo, entre el mar, la montaña y el campo.


El viaje acaba aquí, cargado de recuerdos y añoranzas. Si te han gustado estas fotos, ahora cierra los ojos e imagina subirte a una avioneta para poder ver Alicante desde el cielo... Puedes hacerlo, igual que puedes ir por la ciudad abriendo bien los ojos, para poder recordar algún día, quizá dentro de otros veinte años, cómo era la ciudad en la que vivías y lo que fue cambiando.

Fuente:
Alicante desde el aire, Fernando Gil Sánchez.
Editorial Ayalga.


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