21 junio 2008

SOLSTICIOS: ORIGENES DE LA FIESTA DEL FUEGO

El 21 de junio se celebra en el hemisferio norte el día más largo del año. La naturaleza y el hombre se disponen a celebrar una fiesta cargada de poder y magia.
Desde antiguo, hadas y dioses andan sueltos por los campos, y los agricultores dan gracias por el verano, las cosechas, las frutas... Es el momento idóneo para pedir por la fecundidad de la tierra y de los mismos hombres.

Orígenes del culto al Sol

La celebración del solsticio de verano es tan antigua como la humanidad. La palabra solsticio procede del latín y significa “parada del sol”. En un principio se creía que el sol no volvería a su esplendor total, pues después de esta fecha los días era cada vez más cortos. Por esta razón, hogueras y ritos de fuego se iniciaban en la víspera del 20 de junio, para simbolizar el poder del sol y ayudarle a renovar su energía.
En tiempos posteriores se encendían fuegos en las cimas de las montañas, a lo largo de los arroyos, a la orilla del mar, en mitad de las calles y frente a las casas. Se organizaban procesiones con antorchas y se echaba a rodar ruedas ardiendo colina abajo y a través de los campos. Se bailaba alrededor del fuego y se saltaba por encima de él para purificarse y protegerse de influencias demoníacas, y asegurar así el renacimiento del sol.

Se puede decir que todo empezó hace más de cinco mil años, cuando nuestros antepasados, tan amigos ellos de observar las estrellas, se dieron cuenta de que en determinadas épocas del año el sol se mueve desde una posición perpendicular sobre el que hoy conocemos como Trópico de Capricornio, hasta una posición perpendicular sobre el Trópico de Cáncer. Estos días extremos en la posición del sol, los solsticios de invierno y verano, coinciden con los días 21 de diciembre y de junio, respectivamente, en el hemisferio norte. El día que veremos al sol ponerse más al sur es el 21 de diciembre, y el día que lo veremos ponerse más al norte es el 21 de junio.
Hablando propiamente del solsticio de verano, en esta fecha el eje de la tierra está inclinado 23’5 grados hacia el sol, lo que ocasiona que en el hemisferio norte el 21 de junio sea el día más largo del año.

Ni que decir tiene que esta fiesta es muy anterior a religiones mayoritarias como la Católica o el Islam. Un antecedente lo encontramos en la celebración celta del Beltaine, que se realizaba aproximadamente a primeros de mayo. El nombre significaba “fuego de Bel” o “bello fuego” y era un festival anual en honor al dios Belenos. Durante el Beltaine se encendían grandes hogueras que eran saltadas por los más atrevidos con largas pértigas. Después, los druidas hacían pasar el ganado entre las llamas para purificarlo y defenderlo contra las enfermedades, a la vez que rogaban a los dioses que el año fuera fructífero, y no dudaban en sacrificar algún animal para que sus plegarias fueran mejor atendidas.

Otra de las raíces de tan singular noche hay que buscarla en las fiestas griegas dedicadas al dios Apolo, que se celebraban en el solsticio de verano encendiendo igualmente grandes hogueras de carácter purificador. En esos antiguos mitos helenos, a los solsticios se les llamaba “puertas”: la “puerta de los hombres” correspondía al solsticio de verano (del 21 al 22 de junio), a diferencia de “la puerta de los dioses” del solsticio de invierno (del 21 al 22 de diciembre). Los romanos, por su parte, dedicaron a la diosa de la guerra, Minerva, unas fiestas con fuegos, y tenían la costumbre de saltar tres veces sobre las llamas. Ya entonces se atribuían propiedades medicinales a las hierbas recogidas en aquellos días.

Antes de cristianizarse esta fiesta, los pueblos de Europa encendían hogueras en sus campos para ayudar al sol en un acto simbólico con la finalidad de que “no perdiera fuerzas”. En su conciencia interna sabían que el fuego destruye lo malo y lo dañino. Posteriormente, el hombre seguiría destruyendo los hechizos con fuego, y el cristianismo fue experto en “reciclar” los viejos cultos paganos. Y en los países orientales, con ritos y creencias distintas, se celebraban igualmente estas fiestas conservando en todas ellas la misma esencia: rendir un homenaje al Sol, que en ese día tiene un especial protagonismo, cuando el poder de las tinieblas tiene su reinado más corto.

En cualquier caso, al sol se le ayuda para que no decrezca y mantenga todo su vigor, simbolismo que era también compartido por pueblos incluso separados por océanos. Es el caso de los incas en Perú, cuyas dos fiestas primordiales eran el Capac-Raymi (Año Nuevo), que tenía lugar en diciembre, y el que se celebraba cada 24 de junio, el Inti-Raymi (Fiesta del Sol), en la impresionante explanada de Sacsahuamán, muy cerca de Cuzco. En el momento de la salida del astro rey, el Inca elevaba los brazos y pedía al sol su calor para que el frío desapareciera. Este gran festival se sigue practicando y representando hoy en día para conmemorar la llegada del solsticio de invierno, con un claro tinte turístico. Los habitantes de la zona se engalanan con sus mejores prendas al estilo de sus antepasados quechuas, y recrean el rito inca tal y como se realizaba.

Universalización del rito

Si revisamos la gran cantidad de leyendas y creencias al respecto, podemos observar en la Noche de San Juan muchos casos de enigmáticas desapariciones y encantamientos. Un buen número de esas fantásticas fábulas son unánimes al decir que es un período en el que se abren de par en par las invisibles puertas del “otro lado del espejo”. Así, entonces, nos encontramos que: se permite el acceso a grutas, castillos y palacios encantados; se liberan de sus prisiones y ataduras las reinas moras, las princesas y las infantas cautivas merced a un embrujo, ensalmo o maldición; braman los dragones y vuelan los “caballos del diablo”; salen a dar un vespertino paseo a la luz de la luna, seres femeninos misteriosos en torno a sus infranqueables moradas; afloran enjambres de duendes amparados en los matorrales y la oscuridad de la noche; las gallinas y polluelos de oro, haciendo ostentación de su áureo plumaje, tientan a algún que otro incauto codicioso a que les eche el guante; las mozas enamoradas sueñan y adivinan quién será el galán que las despose; las plantas venenosas pierden su dañina propiedad, y las salutíferas centuplican sus virtudes (buen día para recolectar plantas medicinales en el campo); los tesoros se remueven en las entrañas de la tierra, y las losas que los ocultan dejan al descubierto parte del mismo para que algún pobre mortal deje de ser pobre; el rocío cura mil y una enfermedades y hace más hermoso y joven a quien se embadurne todo el cuerpo; los helechos brotan y reverdecen al dar las doce campanadas...

En definitiva, la atmósfera se carga de un aliento sobrenatural que impregna cada lugar mágico del planeta, y es el momento propicio para estremecernos, ilusionarnos y narrar a nuestros hijos y nietos toda clase de cuentos, anécdotas y chascarrillos sanjuaneros que sepamos. Esta noche se abre la puerta que nos introduce al conocimiento del futuro y a las dimensiones mágicas de la realidad. Es la noche en que el diablo anda suelto y los campos son benditos por el Bautista. En la mañana, muy temprano, la gente se lava el pelo y la cara con las aguas benditas, y en la noche anterior dos han sido los eventos más importantes: el baile del fuego y las pruebas. Algunas de esas pruebas que podemos encontrar descritas en esta celebración que casi se podría calificar de universal, son:

- Si una joven sale al amanecer y se encuentra con un perro, su marido será un “goloso” perro durante su vida.

- Si al salir después de las doce se encuentra con un gato negro, es mala suerte para el futuro, pero felicidad si el gato es de otro color.
- Si a medianoche se hace una cruz en los árboles, producirán el doble.
- Si a las doce miras la luna y después la higuera, la verás florecer.
- La higuera y el helecho florecen esta noche. Quien posea una de estas plantas será muy afortunado.
- Quien vea florecer la hierbabuena esta noche será muy afortunado siempre que lo mantenga en secreto.
- Si en la víspera se planta una hortensia en un tarro con tierra y agua, y se le pide un deseo poniendo fe en el bautismo de San Juan, éste se cumplirá.
- Hay que lavarse las manos con agua de manantial para mantenerse joven, y el cabello para conservarlo hermoso.
- Cuando llueve esa noche o al día siguiente, va a haber abundancia de manzanas.
- Antes de la salida del sol hay que regar los árboles con agua de manantial, para que den mucha fruta durante el año.
- Para tener buena siembra hay que encender una vela la Noche de San Juan.
- Para aprender a tocar la guitarra hay que colocarse durante esa noche bajo una higuera...

He afirmado poder calificar de “casi” universales las celebraciones de ritos de fuego, y no lo he hecho gratuitamente. Sin contar las innumerables muestras de este culto ancestral que perviven en nuestro país, todavía podemos encontrar hoy día ejemplos en multitud de otros lugares, no necesariamente mediterráneos, en ocasiones ni siquiera del entorno cercano: Alemania, Francia, Estados Unidos (Louisiana, Alaska, Texas), Noruega, Irlanda, Finlandia, Italia, Japón, Inglaterra, Brasil, Grecia, Israel...
Aunque con algunas incorrecciones, en la web Festes podéis encontrar abundante material gráfico.

La cristianización de lo pagano

La noche y el amanecer están dedicados a San Juan en un esfuerzo por cristianizar las numerosas fuerzas que se manifiestan en esta mágica jornada, en la que todas las sociedades tradicionales de Europa ponen en marcha numerosos rituales de antiguo origen y profunda funcionalidad cultural. La fiesta no es específica de localidades concretas, sino que se extiende por toda Europa y buena parte del Mediterráneo no europeo, y trasciende a las américas con muy diversas variantes. Un personaje-símbolo de la cristiandad y un astro presiden la celebración. Por una parte el sol, que según la tradición popular sale bailando al amanecer del día 24. Por otra parte el santo de la fecha, San Juan Bautista, encargado de dotar de sacralidad a la fiesta, pero que no ocupa lugar central en los rituales. Contando con ambos, los hombres manipulan diversos instrumentos simbólicos con la finalidad de luchar contra los distintos males que perjudican a los humanos, a sus actividades y a sus bienes a lo largo del año. La Noche de San Juan es noche de brujas, entes que pueden provocar numerosos males a los humanos. La Noche de San Juan, la de las tradiciones mágicas, se caracteriza por la multitud de hogueras que la iluminan, y los ciudadanos arrojan a las mismas, antes de su encendido, pequeños objetos, conjuros, deseos, con el objetivo de hacer desaparecer esos malos espíritus.
Sin embargo, otras facetas del ritual se pierden y son cada vez menos frecuentes, como la antiquísima tradición de “enramar las fuentes”, relacionada con la prosperidad, la abundancia y la fecundidad. Esta tradición decía que, al amanecer del primer día de verano, las mujeres recogían de las fuentes las “flores del agua” (flores acuáticas) con la esperanza de encontrar pareja, concebir hijos o hacerse con poderes curativos. Al amanecer, cuando las mujeres iban a la fuente, se cantaba a esa “flor del agua”.

Pero, ¿por qué San Juan Bautista, y no otro santo?
San Lucas narra en el primer capítulo de su Evangelio que María, en los días siguientes a la Anunciación, fue a visitar a su prima Isabel cuando ésta se hallaba en el sexto mes de embarazo, quedándose con ella hasta el parto. Por lo tanto, fue fácil fijar el nacimiento del Bautista en el mes de junio, tres meses después de esa visita, y seis meses antes del nacimiento de Cristo el 24 de diciembre. Desde entonces se señaló esta noche como la de San Juan, muy próxima al solsticio de verano, que ha heredado así la serie de prácticas, ritos, tradiciones y costumbres, cuyos orígenes hemos visto que son inmemoriales. Lo paradójico del asunto, es que el 24 de junio se celebra la fecha del nacimiento del Bautista, que en realidad no debería festejarse porque de los santos siempre se recuerda el día de su muerte, y de hecho, el 29 de agosto la Iglesia conmemora su decapitación, pero según San Agustín se hace una excepción porque San Juan fue santificado en el vientre de su madre y vino al mundo sin culpa: “No tengas miedo, Zacarías, pues vengo a decirte que tú verás al Mesías, y que tu mujer va a tener un hijo, que será su precursor, a quien pondrás por nombre Juan. No beberá vino ni cosa que pueda embriagar, y ya desde el vientre de su madre será lleno del Espíritu Santo, y convertirá a muchos para Dios”.

El Evangelio de Lucas cuenta igualmente que el padre de Juan, el sacerdote Zacarías, había perdido la voz por dudar que su mujer, Isabel, que era estéril, estuviera encinta: “Yo soy Gabriel, que asisto al trono de Dios, de quien he sido enviado a traerte esta nueva. Mas por cuanto tú no has dado crédito a mis palabras, quedarás mudo y no volverás a hablar hasta que todo esto se cumpla”. En el momento del nacimiento, cuando Zacarías escribió en una tablilla “su nombre es Juan”, recuperó la voz milagrosamente tal como se lo había predicho el arcángel. Rebosante de alegría, la tradición dice que encendió hogueras para anunciar a parientes y amigos la buena nueva. Cuando siglos después se cristianizó esta fiesta, la noche del 23 al 24 de junio se convirtió en una noche santa y sagrada, sin abandonar por eso su aura mágica.

La fiesta de San Juan Bautista, el 24 de junio, es pues una fiesta solar, de luz y de fuego, decantación de los más antiguos ritos de la humanidad en la más grande de todas las fiestas. Y mientras Jesús ocupa el solsticio de invierno, San Juan toma posesión del de verano porque fue imposible erradicar las ancestrales celebraciones solares. Fue precisamente el hecho de la vinculación de su nombre a las fiestas más esplendorosas y más vitalistas, lo que elevó su prestigio hasta límites que sólo milenios de historia pueden explicar.

Las Fallas de San José

Pues bien, llegados a este punto, veamos cómo llegó la fiesta del solsticio de verano a convertirse en Les Fogueres de Sant Joan. Y puesto que esa conversión vino en cierto modo “importada” a Alicante, tomando como modelo Las Fallas de Valencia, que no tienen nada que ver ni con los solsticios ni con San Juan, pero no dejan de ser fiestas del fuego, vamos a ver algunas de las diferentes teorías que se barajan de cómo la fiesta del fuego caló en Valencia en una fecha y bajo el patronazgo de un santo que no tienen nada que ver con los ritos ancestrales ni con su cristianización.
Tirando de la etimología de la palabra “falla”, probablemente las acepciones que parecen más veraces son dos. Por una parte, en la antigüedad se tiene constancia de que para iluminar las costas valencianas por la noche se empleaban unos recipientes llenos de brea denominados alimares, denominación sarracena equivalente a fallas en la lengua autóctona, vocablo que se fue perdiendo con el tiempo. Estas fallas, fogatas o alimares, duraron hasta el siglo XVIII, y se encendían encima de torreones, murallas y campanarios, para hacer diferentes señales y comunicados. En la ciudad de Valencia fue muy popular la que se encendía encima del Miguelete y que servía de guía a los marineros por la noche. Esta falla era también la señal que anunciaba a todo el que trabajaba fuera de las murallas, que había llegado el momento de entrar en la ciudad y recogerse en casa.

Pensad que antiguamente, debido a la falta de medios de comunicación, los valencianos desarrollan su saber e inventiva para hacer frente a los constantes ataques de los piratas berberiscos que navegaban a lo largo de las costas de nuestro Reino, y para que no los cogieran por sorpresa instalaron a lo largo de toda la costa una serie de torreones que vigilaban la misma, y en caso de inminente peligro se comunicaban entre sí al tiempo que lo hacían a la población a través de esas fogatas o fallas que encendían encima de ellas a modo de códigos.
Y tenemos por otra parte otra definición del vocablo “falla”, como una derivación de la palabra latina “facula”, que significa hacha, o también antorcha. Es una palabra mozárabe que aparece en escritos antiguos de nuestra historia. Menos romántica, pero parece que más fundada.

En cuanto al origen de Las Fallas como fiestas del fuego, bastante controvertido, yo me quedo con la siguiente teoría. Antiguamente, la luz la facilitaban los crisoles, y los artesanos, sobre todo los carpinteros, los colgaban de un artilugio hecho de listones llamado parot, estai, astai o pagés, una especie de candelabro bastante alto que tenía diversos brazos de los que colgaban los crisoles. Al terminar el invierno y conforme entra la primavera, el día va alargándose, por lo que los carpinteros se deshacían de los parots quemándolos, y a la vez aprovechaban para limpiar el taller y quemar igualmente todos los retales de madera que se habían almacenado durante el invierno. El Gremio de Carpinteros adquirió la costumbre de realizar estas limpiezas la víspera de su patrón San José, fiesta que se celebraba desde el año 1497 el día 19 de marzo.
Muchos historiadores coinciden en que este fue el origen de Las Fallas, y aducen que haciendo gala del ingenio valenciano, a un carpintero se le ocurrió la idea de “vestir” su parot con ropas viejas, lo que a su vez motivó que algún poeta espontáneo le pusiera un cartel criticando alguna situación o hecho del momento. Así podríamos decir que nacieron Las Fallas, o mejor tal vez el primer “ninot”. La documentación más antigua hallada sobre Las Fallas data de 1784, y es un Oficio de la Autoridad Municipal de Valencia que prohíbe quemar fallas en las estrechas calles de la ciudad de entonces, obligando a colocarlas en plazas suficientemente amplias.

Las Hogueras de San Juan

Cerca de un siglo más tarde, concretamente en 1881, nace en una tierra ajena a fallas y ninots, concretamente en Cádiz, José María Py y Ramírez de Cartagena. Hombre observador y sencillo, prueba de esto último es que nunca hizo ostentación del título de Barón de Rosta, que le pertenecía al formar parte su madre de la nobleza gaditana, vicisitudes de la vida le llevan a Valencia, donde reside durante 25 años. Allí conoce la fiesta de Las Fallas, formando parte de varias comisiones, y se empapa del arduo proceso de conversión de las mismas en Fiestas Oficiales de la Ciudad de Valencia (antes lo era la Feria de Julio). En 1922, se traslada a Alicante, ciudad donde su padre es destinado como notario. Vive primero en el Barrio de Carolinas, y luego en la Avenida Alfonso X el Sabio. José María Py se integra rápidamente en la sociedad alicantina y participa de las tertulias de la época, entre ellas “Alicante-Atracción”, que organizaba un programa de festejos populares. Entusiasta y desprendido, en ese caldo de cultivo deja caer en 1928 su idea de crear para Alicante una fiestas del fuego similares a las de Valencia, pero llamándose Hogueras y centradas en la fiesta de San Juan y el solsticio de verano, como mandaba la tradición ancestral del rito del fuego.
Pero una cosa es una idea, y otra muy distinta plasmarla en la realidad. No voy a aburrir a nadie con datos, fechas y artículos de fácil acceso en cualquier publicación que se precie sobre el origen de Les Fogueres, pero sí voy a sacar a la luz un desconocido personaje que fue en buena parte catalizador del éxito de José María Py. Su nombre: Leandro Galán.

A mediados de la segunda década del siglo XX, Leandro Galán llega a Alicante desde Estados Unidos. Se establece en una finca de su propiedad, en la zona más alta del Barrio de Carolinas, aproximadamente a la altura de la actual Plaza del Sol. Allí entabla amistad con José María Py, vecino entonces del barrio. Informado por éste de que hay un excelente local comercial en venta, justo debajo de donde su padre tiene la notaría, con la fortuna que trajo de las américas, con la que ya había comprado la citada finca, adquiere el local y abre un establecimiento de tejidos, por todo lo alto, en la Plaza de Isabel II (hoy Plaza de Gabriel Miró), a la que le pone el nombre de “La Bola de Oro”, situando en su fachada una brillante bola dorada como reclamo.
Se le empieza a conocer popularmente a D. Leandro como “el de La Bola de Oro”, y a su finca comienza a conocérsele con el mismo nombre que la tienda: “La Bola de Oro”. Dicho sea de paso, este es el origen de la denominación del actual distrito foguerer que tiene como centro de sus actividades la Plaza del Sol: la Foguera Bola de Oro.

Como las telas que vendía eran más bien de “alto standing”, comienza a codearse con la alta sociedad alicantina de la época, su clientela al fin y al cabo, y dado su carácter abierto y amigable, a participar así en las anteriormente citadas tertulias que se llevaban a cabo en lugares cercanos a su establecimiento de tejidos: el Casino de Alicante, la Asociación de la Prensa, el Hotel Samper, el Círculo Mercantil, etc. De este modo llega a integrarse en el grupo de artistas, escritores e intelectuales de la época, entre los que se encontraba su amigo José Mª Py, en plena “campaña” para crear Les Fogueres de San Chuán, que así se conocerían al principio, si bien fue inevitable que el primer año se denominaran “Fallas de Alicante”, pasando a apoyarle incondicionalmente, y dicho sea de paso, también económicamente.
Enemigo de mezclar la política con la Fiesta, y dado que en esos lugares de reunión se celebraban igualmente las tertulias políticas, que por lógica comenzaban a tener influencia en las meramente festeras, propone celebrar las reuniones de “creación” de Les Fogueres en su finca “Bola de Oro”, propugnándose a su vez como fundador de una foguera en Carolinas, cosa que no prosperaría hasta el segundo año de Fiesta, 1929, por falta de apoyo vecinal, dado que no gustaban sus ideas, demasiado “progres”, fuertemente influenciadas por sus numerosos años de estancia en Estados Unidos.

Pero he aquí que nos encontramos con que prácticamente todo el grupo de “fundadores” de Les Fogueres estaba enmarcado claramente en la derecha política de la época, “de boquilla”, claro, pues la realidad era muy distinta como bien se pudo comprobar cuando se instauró la II República pocos años más tarde, pero no olvidemos que nos encontrábamos en plena Dictadura de Primo de Rivera, con lo que Les Fogueres nacieron con un marcado cariz político, que en cierto modo fue una de las claves de su éxito, pues apenas encontraron obstáculos por parte de las administraciones públicas al estar lideradas por un hombre de derechas, José Mª Py.

Pero Leandro Galán, de ideas claramente distintas, pues en Estados Unidos iban por caminos bien distintos, decidió no ser identificado políticamente con la derecha, y pidió permanecer en el anonimato. Es por eso que no ha pasado a la Historia de Les Fogueres. Pero no fue así con José Mª Py, que sí comulgaba con el momento político, y como la derecha sólo controló el tema un par de años, y en 1931 se estableció la República, la cosa cambió por completo. José María Py fue apartado de la organización de Les Fogueres, o más bien se “autoexcluyó” de la Fiesta, forzado por los comentarios y críticas de sus propios compañeros de la Comisión Gestora de entonces, la primera, a la sazón presidida por D. José Mª. Lo digo así, porque de ese modo se interpreta el Acta de la Reunión de la Gestora que pude consultar entre las últimas del primer tomo de la colección depositada en el Archivo Municipal de Alicante.

Y lo demás, es historia más conocida...
Pero, ¿sabíais que el antecedente documentado más antiguo que se conoce de Les Fogueres de Sant Joan se remonta nada menos que a 1698?
Pues sí, hay constancia de que entonces ya se quemaban hogueras en honor a San Juan Bautista en las calles de Alicante.

ARMANDO PARODI ARRÓNIZ

 
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