04 noviembre 2008

LAS RUEDAS DEL CARRO DE LA HISTORIA

"Un anillo para gobernarlos a todos..."

Hay veces que uno percibe cosas que no deberían pertenecer a la realidad física que reconoce como única desde su implacable racionalismo. Y es que el cerebro humano puede tener reacciones muy raras a los estímulos que recibe del mundo que le rodea. Hay días en que uno mira al cielo y le parece oír la música de las esferas que anunciaba Kepler. Otras veces, nos despertamos a media noche y creemos escuchar el chirrido de los ejes mal engrasados del carro de la Historia. Son momentos en los que uno se da cuenta de que está viviendo en un tiempo excepcional. La otra noche me pasó; me desperté sobresaltado por un extraño sueño, en el que el senador Mc.Cain ganaba las elecciones americanas por un solo voto de diferencia. Me incorporé, sudando, y escuché en la lejanía unos extraños sonidos. “Son los chirridos de los ejes del carro de la Historia”, me dije, aunque probablemente fuera el camión de la basura y su artilugio de volcar contenedores.
Recuerdo cuando puse la televisión el 11 de septiembre de 2001, a medio día. Estaba empezando a comer, mientras apenas prestaba atención al telediario, sumido en la rutina de quien vive en un mundo donde nunca pasa nada; y el locutor dijo que una avioneta había chocado con un rascacielos de Nueva York. Bueno, pensé, ese es uno de tantos accidentes estúpidos. Pero, cuando la imagen nos mostró a una de las torres gemelas literalmente agujereada de parte a parte, todos, incluido el locutor, nos dimos cuenta de que aquello no había sido un simple percance de avioneta. Recuerdo que en ese momento también oí los chirridos de las ruedas del carro de la Historia. Aunque, a lo mejor, era la persiana de algún comercio del barrio, al cerrarse porque su dueño se iba a comer. Pero a mi me parecieron las ruedas del dichoso carro.
Hoy hay elecciones en Estados Unidos, y me pregunto por qué los demás no podemos votar como los americanos, ya que nos va tanto en ello. Hubo un Emperador en Roma, llamado Caracalla, que concedió la ciudadanía romana a todos los habitantes del Imperio. A ver cuando en América surge un presidente Caracalla y podemos votar todos. Porque hoy, uno presiente que el mundo está a las puertas de un cambio muy importante. Las elecciones se celebran en medio de una crisis de consecuencias todavía imprevisibles. El comunismo se hundió con la caída del muro de Berlín. El capitalismo se puede hundir con la caída del muro de Nueva York. Ya saben que Wall Street quiere decir en cristiano “Calle del Muro”, lo que no deja de ser premonitorio.
Yo no digo que vaya a fenecer el capitalismo pero, después de esta crisis, el capitalismo no puede seguir siendo igual. Sospecho, o deseo, no lo sé muy bien, que esta crisis significa la derrota definitiva de una era de optimismo capitalista que empezó con el fracaso del comunismo. Se creían que todo el monte era orégano, que se podía especular sin tasa, blindar los contratos de los señoritos, hacer hipotecas incobrables y vendérselas a los panolis, y así una barrabasada tras otra. Y ahora viene la bancarrota y hay que dar soluciones que hasta hace unos meses los fundamentalistas del neo liberalismo y el neo conservadurismo hubieran tachado de socialistas o incluso comunistas. El desfasado Mc.Cain acusa a Obama de socialista y se queda tan pancho, mientras su colega Bush interviene la banca sin pestañear siquiera, pecando contra el primer mandamiento del capitalismo salvaje. Ay, que risa, Basilisa.
Toda crisis necesita un gestor que la sepa administrar. En lo del krak del año 29 los americanos tuvieron a Roosevelt; ahora, si hay suerte, tendrán – tendremos - a Obama. Porque como ganen Mc.Cain y Palin, estamos apañados.
Y aquí Rajoy sigue empeñado en convencernos de que la culpa de la crisis mundial la tiene Zapatero. A lo mejor, Aznar se ha chivado a Bush, y por eso no lo quieren invitar a la reunión de Washington.
Mañana veremos cuál es el camino que ha escogido la Historia, pero yo ya estoy escuchando los chirridos de las ruedas de su carro, que se mueve camino de un momento muy especial de ese cuento absurdo contado por un loco, que decía no sé quien.
“Porque no engraso los ejes, me llaman abandonao…”, cantará Bush en su despedida.
Que Dios nos pille confesados.

Miguel Ángel Pérez Oca.
(Leído en Radio Alicante el 4-11-2008)

 
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