17 julio 2009

OFRENDA DE FLORES EN EL MAR


 
              

Desde el puerto de El Campello en la provincia de Alicante, ayer 16 de julio. Multitud de embarcaciones de todas clases, eslora y condición. Engalanadas de banderas náuticas, adornadas con banderas de diversas naciones. Una patrullera de la Armada Española. Un falucho del Club Náutico de esta localidad. Desde donde parte todo, al mar abierto.
      

Pescadores del pueblo llevan a la Virgen del Carmen en andas hasta el muelle, junto a la lonja de pescados. Subida en un barco pesquero, preside una procesión. La procesión marinera del día de su santo, patrona de los marineros, de los pescadores.
                  


Procesión para honrar a los pescadores, a los marinos, que dejaron su vida en el mar. En recuerdo de esos hombres valientes, amantes de la mar. Tan bella y tan traicionera a veces. Tan atractiva y compañera siempre.
                   



Mientras contemplamos como lanzan la corona de flores al mar. Mientras vemos como las olas mecen las flores. Mientras algunas lágrimas emocionadas recorren nuestras mejillas en recuerdo de esos amigos que el mar nos quitó, el Capitán Antón murmulla, tararea, canta, la Salve Marinera a la Virgen. Canción que nos contagia y terminamos cantando todos, incluso nuestros hijos.
              


Salve!
Estrella de los mares, de los mares Iris, de eterna ventura.
¡Salve!
Oh Fénix de hermosura, Madre del Divino Amor.
De tu pueblo, a los pesares
Tu clemencia dé consuelo
Fervoroso llegue al Cielo
y hasta Ti, hasta Ti nuestro clamor
¡Salve! ¡Salve!
Estrella de los mares
¡Salve!
Estrella de los mares
Sí, fervoroso llegue al Cielo
y hasta Ti, hasta Ti nuestro clamor
¡Salve! ¡Salve!
Estrella de los mares
Estrella de los mares
¡Salve! ¡Salve! ¡Salve! ¡Salve!
             
             
Cuando volvemos a puerto nos acompaña una puesta de sol extraordinaria. El sol camina por encima de las olas y maquilla su espuma con rayos de oro. El mar nos envuelve con su manto dorado y nos embriaga. Vuelve a enamorarnos y nos hace olvidar viejas afrentas. Porque el mar nos cautiva siempre con su embrujo, con sus sonidos y sus tonalidades. El mar inunda con pasión nuestras debilidades. El mar nos puede y nos convence. El mar, la mar.
 

 
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