08 octubre 2009

MIGUEL GRAU. LLEGA OCTUBRE NUEVAMENTE.



Dias atrás, leí en el Diario Información una propuesta del Bloc respecto a la memoria de Miguel Grau. Me pareció correcto. No podemos ni debemos olvidar. Yo no olvido ni perdono. Lo siento.

Pude leer estupideces como "murió por un accidente" "¿qué hizo para merecer ser recordado como protoautonomista?". Hizo algo que no quería hacer.

Morir.

Desde hace muchos años, veo la Plaza de los Luceros como algo muy hermoso. Sin embargo, esta obra cumbre de Daniel Bañuls tiene, para mí, un regusto muy amargo.

Como cito en en trabajo reciente sobre pintura, en Madrid he visitado muchos lugares. Tres en especial me conmovieron por circunstancias parecidas. Eran homenajes a seres inocentes que han pasado a la historia contra su voluntad. Al salir de Atocha señalé a mis hijos el cilindro de cristal en memoria de los asesinados por la bombas un 11 de marzo. Aún se me ponen los pelos de punta cuando en mi mesa donde trabajo temas de salud laboral, solo escuchaba la radio a traves del ordenador. Cada mensaje era más terrible. Recordé Nueva York. Otra sin razón.

Al día siguiente visité con todos lo míos el bosque del Retiro dedicado a estas víctimas. Soy un llorón y no me averguenzo. Dias después en la calle Atocha, el monumento a los abogados. Charla con mis hijos, preguntas y respuestas sin lógica posible. A la hora de comer, Plaza de Santa Ana. Allí, frente al teatro, una estatua de Garcia Lorca. Federico con una paloma en la mano. Asesinado. Como los otros. El quería morir de viejo, con una obra extensa, viviendo una vida intensa, comprometida, provocadora. Siempre joven. Como buen artista.

¿Por que no recordamos a Miguel Grau? ¿Que miedo o verguenza evita este recuerdo?.

Yo pude haber sido Miguel Grau. Podia haber ocupado su lugar. Yo o cualquier otro.


MI RECUERDO


El día 6 de Octubre de 1977, a las diez de la noche, abandoné a mis amigos en el "Bar el Fontanar" en la calle Bazán. Corría camino del instituto Femenino, despues Miguel Hernandez. Iba en busca de mi novia Pilar, mi compañera de siempre. Salía a las 10,30 de la noche y lloviznava suavemente. Al pasar por Luceros vi a Llum Quiñonero y a algún compañero. La salude y al cruzar, en el suelo habían varios cascotes. ¡Oca apartaté, estan tirando cosas desde lo alto!. Nada más colocarme junto a mi amiga montañera, un trozo de maceta o teja se estrelló contra el suelo. Siguió lloviznando y me asomé mirando para arriba. Mi rostro fue motivo de un nuevo lanzamiento. Aquello iba en serio. ¿Quién podía ser el malnacido que estaba haciendo aquello?.

Comentamos temas políticos, hicimos algún comentario sobre montañas, le pregunté por su hermano... No estoy seguro. Solo recuerdo el "chirimiri", la luz amarillenta de las farolas y el suelo humedo y lleno de restos de ladrillos, tejas, etc... De la Plaza llegaron dos jovenes. Uno era un joven al que le compraba los vaqueros en una tienda cercana a la Rambla. Miguel Grau. Era novio de una hermana de Llum. Me despedí. ¡Salud y hasta el 9 de Octubre!.

Éramos muy jovenes, teníamos ilusión. A Miguel se la quitaron de una pedrada.¿Quién? ¿Para qué? No tengo respuestas sólidas en mi mente. No me entra en mi forma de pensar tanta inconsciencia. Pero menos me entra el ver como 32 años despues yo estoy vivo, incluso a veces soy feliz. Sigo recordando este hecho y otros más. Vividos o contados. No me entra el que se niegue el hecho de la memoria de una victima INOCENTE. Un ser con toda la vida por delante.

Seguí camino del Instituto. Hablé un rato con Angel Franco y otros amigos. Seguía lloviznando. Salió Pilar. Nos besamos. Segundos después, un ruido de sirenas me hizo pensar en algun accidente. Acompañé a Pili a su casa y corrí camino de la mia, al otro lado de la Ciudad. La noche era triste y yo aún no sabía por qué. Me desperté con la noticia. Todo ocurrió unos minutos después de partir. No me he repuesto. Miro mi fuente y dirijo mi vista al lugar donde cayó Miguel Grau. Un compañero de trabajo llegó llorando. Era amigo desde siempre de Miguel. Temía por la salud de su padre. Era un hombre enfermizo. Trabajaba en unos billares por el Plá. Creo.

Las noticias se sucedían. Miguel empeora. Está estacionario. ¡Ha muerto!. Eran las 10,30 del 16 de Octubre. Rabia, reunion con algunos compañeros. Nervios. Yo había estado allí. Yo sabía que había sido la caza del ser humano. Una piedra, otra, otra.... Miedo ¿Y si me llama la policia? ¿Sere capaz de no chillar hasta volverme loco?.

EL ENTIERRO



Salí del Banco y en compañia de algunos compañeros, mis hermanos y algunos familiares, intentamos llegar a la iglesia. Era imposible. Miles y miles de personas de todas las edades, condiciones, ideologias y credos estaban allí. Tristes, indignados. Vi sobre una valla de piedra a mi amigo Pepe Jornet con su cámara de 16 milimetros. Filmando. Vi a muchos compañeros. No hablábamos. El féretro salió a hombros de sus amigos de la infancia. Sus rostros estaban rigidos. El dolor, el saber quien podía haber hecho aquello. Incluso la cantidad de gente. Quisieron llevarlo a la Plaza de los Luceros, pero los grises no nos dejaron. Autobuses, ametralladoras, fusiles lanzadores de balas de goma y un ambiente que se podía cortar. Crei ver a Enrique y a Bevia. En la plaza de España comenzó el tira y afloja. Los amigos de Grau y los que seguíamos en primera linea no queriamos que introdujeran el feretro en el coche funebre. Un idiota vestido de teniente intentó sacar la pistola, justo a mi lado. El sargento más mayor y juicioso golpeo la mano del niñato, obligandole a enfundar. "Mi teniente, está loco. Si saca el arma, aquí puede haber una desgracia". Contestó el de la estrella "En llegar al cuartel hablaremos los dos" esto lo dijo chillando, pero guardó la pistola. Aquel sargento fue el heroe del día.

En todas partes hay gente juiciosa. Gracias. Los que mandaban las fuerzas del Orden despacharon con malos modales a Bevia. Consiguieron introducir el feretro y hecharon a correr. El coche llevaba una escolta de diez o doce policias. El que iba a mi lado lloraba: "No es justo, no es justo". Desde los franciscanos perdí de vista a mis compañeros y formamos una cinta humana para intentar llevar el coche hasta la Plaza de los Caballos. El chofer iba blanco. A su lado un suboficial de uniforme le gritaba: ¡Corre, corre!. Algunos intentaron tumbarse ante el coche. Los disuadimos. Un hombre de aspecto agitanado iba a mi derecha. Chillaba, controlaba, peleaba. Al terminar todo, en el cruce de la Avda. de Salamanca vi que era Antonio Gades. Habia venido desde Altea a dar la cara por un amigo desconocido. Con el coche se fueron muchas cosas. Despues vino la detención de .... el que tiró las piedras. El Juicio. La carcel, doce años. A los dos estaba en la Universidad de Valencia.

Miguel Grau descansa junto a su padre. Murió tiempo despues. Solo. Miguel Grau está solo. Pero yo lo llevo en la memoria. Muchos no habíais nacido o érais muy jovenes. Al leer lo que digo ¿comprendéis por qué hablo de mis cicatrices sin cerrar?


A LA MEMORIA DE MIGUEL GRAU Y A TODOS LOS INOCENTES VÍCTIMAS DE LA ESTUPIDEZ HUMANA

 
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