04 enero 2010

LOS ATAQUES DE RIDWAN A TIERRAS ALICANTINAS Y LOS INICIOS DE LA ARTILLERÍA.

Artículo de Víctor Manuel GALÁN TENDERO.


Jerónimo Zurita
        
El belicoso siglo XIV.
La guerra modeló Alicante, en especial durante la Baja Edad Media. Tras su incorporación al reino de Valencia, la tirantez con la Murcia castellana degeneró en conflictos abiertos. Las fuerzas granadinas y de los benimerines norteafricanos acecharon a sus puertas, atizando a veces la rebelión de los mudéjares. Se disputaba el dominio del Mediterráneo Occidental, y los genoveses no dudaron en aliarse con todo enemigo de la Corona de Aragón, cristiano o musulmán. Nuestra tierra figuraba entre las zonas más beligerantes del Oeste de Europa junto a la frontera angloescocesa, Flandes y Aquitania. No en vano aquí se ensayaron de forma madrugadora primitivas piezas de artillería.
            
 Una noticia aislada.
El ponderado cronista de la Corona de Aragón Jerónimo de Zurita (cuyos “Anales” aparecieron entre 1562 y 1579) apuntó que en las incursiones granadinas contra nuestras tierras comandadas por Ridwan se emplearon instrumentos que lanzaban bolas de fuego, sin concretar gran cosa acerca de su exacta configuración y preciso uso táctico. El valenciano Escolano (1611) aceptó la noticia en un capítulo muy marcado por las inexactitudes cronológicas y la intencionalidad polémica. También lo hizo el orcelitano Bellot (1622) en sus bien informados “Anales”, al igual que el alicantino Bendicho (1640) en su compendiosa “Crónica”. Maltés y López (1752) en cambio no la refirieron. Entre los historiadores actuales María Teresa Ferrer tampoco la aborda en su documentado estudio de la frontera valenciana con el Islam en el XIV, pero el italiano Cipolla la da por válida en su obra sobre la artillería del Renacimiento.
         
A nuestro juicio tales aseveraciones no se diluyen en fantasmagorias barrocas por la importancia del hecho de armas en cuestión y por los precedentes técnicos. Vayamos por partes.
            
Más que meras incursiones.
Las incursiones de saqueo pautaron el ritmo de la frontera entre cristianos y musulmanes, a veces sin respetar las treguas más generales entre monarcas. Gentes de los dos lados abrazaron variablemente la condición de almogávar o de combatiente irregular. Al atractivo de la aventura se añadía el del botín de todo género. La atmósfera de violencia era más que notable. El sultán granadino Yusuf I prohibió a sus campeadores asesinar menores, mujeres, ancianos, inválidos y ermitaños desarmados. Ordenó cobrar la quinta parte de los botines logrados, adoptando el sistema de compensaciones y gratificaciones de las milicias municipales cristianas. La almogavería permitía escalar posiciones sociales a los peones más decididos y afortunados de no pocas localidades.
           
Sin embargo, el saqueo de Guardamar en octubre de 1331 y el ataque contra Elche en abril de 1332 sobrepasaron con mucho por sus protagonistas y objetivos las lindes de un simple golpe fronterizo a manos de un grupo reducido.
         

Alfonso IV
                      
Malogrados proyectos de cruzada.
En las vistas de Tarazona (6 de febrero de 1329) Alfonso IV de Aragón y su cuñado Alfonso XI de Castilla acordaron combatir coaligados contra Granada y el imperio benimerín. No se permitirían las treguas particulares con los musulmanes de los concejos de la frontera de Castilla, y se franquearía el libre tránsito de las tropas aragonesas por tierras castellanas hacia el frente granadino. Se postuló el mes de abril para la invasión, pero pronto surgieron los obstáculos. Temerosos de la ocupación de 1296-1304, los municipios murcianos no toleraron el paso de los aragoneses. Además, el adelantado del reino de Murcia don Pedro López de Ayala pactó con los granadinos so pretexto de la concentración de mil jinetes en Baza. Pese a todo huestes valencianas incursionaron las tierras de Almería en 1330.
           
El 19 de febrero de 1331, tras la toma de Teba, Castilla se separó unilateralmente de la alianza por cuatro años, y Alfonso IV se negó a sumarse a una tregua negociada por intereses ajenos. La Granada nazarí podía pasar factura a la Corona de Aragón, militarmente combativa, señora de mudéjares y expansiva comercialmente.
           
La comandancia de Ridwan.
Abu-l-Nuaym Ridwan ibn Abd Allah Venegas era un liberto originario de la cristiana La Calzada, según Gonzalo Argote de Molina, que abrazó la fe islámica, alcanzando el rango de “hayib” o primer ministro de Muhammad IV. Rigió en su nombre las tropas andalusíes, uno de los pilares militares del sultanato junto a los mercenarios norteafricanos de los pueblos zenetes, capitaneados por el “saij al-guzat” (habitualmente un príncipe benimerín díscolo a la voluntad de la corte nazarí y de Fez). Ridwan ejemplificó la ascensión de los mamelucos o renegados elches, según los cristianos, en el Occidente musulmán, alentando la alianza entre Granada y el imperio benimerín contra la Cristiandad hispánica. Sus zarpazos contra la procuración “dellà Xixona” del reino de Valencia acreditaron su protagonismo político y sus ideas de “yihad”.
  
Guardamar asolada.
Todos nuestros cronistas lamentaron la ausencia del procurador don Jofre Gilabert de Cruïlles, diestro y veterano guerrero, por la boda de don Pedro de Jérica con la hija del juez sardo de Arborea, lo que animó la entrada de Ridwan: explicación ciertamente exagerada que omite el frágil estado de las defensas cristianas y el descontento mudéjar tras las restrictivas medidas de Jaime II.
                         
 Los muros de Guardamar, “aldea” o localidad dependiente de Orihuela, patentizaron tales deficiencias. El 18 de octubre de 1331, la recordada festividad de San Lucas, los granadinos la acometieron, conquistaron e incendiaron. Bendicho sostuvo que llegaron a ofrecerla al concejo de Murcia, sembrando la discordia más si cabe, dada la fuerte rivalidad con Orihuela. Su feraz vega fue talada.

El 23 de octubre de 1331 el “consell” de Alcoy cifró el resultado de su saqueo en 1.500 cautivos, 900 yeguas, 2.000 vacas, y mucho ganado menor. Cuatrocientos mudéjares de Elche y de varias alquerías les acompañaron en su marcha, ofreciendo sus acémilas y 20.000 cahíces de cereal de comerciantes de Valencia y de otros lugares. Bellot los sobredimensionó en 15.000, sin contar mujeres y menores, procedentes del Valle del Vinalopó y de más puntos que no detalló, moderando su estimación del botín en 2.000 cautivos y en el producto del robo de 800 casas.
      
 Zurita cuantificó la fuerza invasora en 5.000 jinetes y 15.000 infantes, de los que 5.000 eran ballesteros: números tan aceptados por la historiografía barroca como puestos en tela de juicio por la actual, reposando sobre una presunción exagerada por el estado de pánico del momento. El 13 de noviembre de 1331 la castellana Molina notificó a Játiva que quizá los granadinos alinearan a su entrada 2.500 caballeros y 12.000 peones, pero al retornar no excedían de 800 jinetes. Curiosamente el contingente supuesto se asemeja al de la celebrada victoria del sultán Ismail de la Vega de Granada contra los infantes don Pedro y don Juan (1319), donde los nazaríes desplegaron 1.500 caballeros y 3.000 ballesteros. En 1329 entre Vera y Algeciras los granadinos disponían de 4.000 caballeros (3.000 norteafricanos) y 1.600 en su capital (mil zenetes).
       
Descontadas las exageraciones en lo posible, las fuerzas de Ridwan no fueron numéricamente menospreciables, pero su calidad suscitó severos reparos entre los mismos coetáneos. El procurador don Jofre las calificó de gentes mal ordenadas y arreadas que se emborracharon tras asolar Guardamar. El escuadrón ecuestre orcelitano (unos noventa cabalgadores) podía haberlos derrotado, según el ausente caballero cuya fama nunca se cuestionó. De hecho Yusuf I dictaría años después pena de muerte contra todo jinete e infante que desertara ante menos del doble de oponentes. En todo caso la acción de guerra ocasionó una honda impresión en el reino de Valencia.
           

Infante D. Juan Manuel
               

¡Al arma!
Nuevos ataques se temieron, y a principios de noviembre los orcelitanos creyeron que el propio sultán había vadeado el Segura. Don Jofre retornó ante el grave peligro y Alfonso IV acudió a Alicante al frente de una nutrida tropa. Transcurrida la estación el monarca se retiró a Valencia en espera de novedades. Su presencia disuadía a los atacantes, fortalecía los quebrados ánimos de los defensores y convocaba una poderosa hueste, radicando los problemas más espinosos en la celeridad de su movilización y en su mantenimiento sobre el terreno por unos cuantos meses a lo sumo.
              
Aragón guerreaba a la par con Génova por la posesión de Cerdeña. Los jurados o autoridades municipales de Valencia temieron que su armada secundara la ofensiva nazarí atacando Denia o Alicante. La segunda adolecía de carencias defensivas delicadas, particularmente en la muralla de su “vila nova”. A tal clima de angustia contribuyó la posesión por el enemigo de ingenios que destruían los muros con bolas de hierro.
               
La pasión de Elche.
En la frontera cundió el rumor que la próxima víctima sería Alicante (cerniéndose también el peligro sobre la castellana Gibraltar). Al final Ridwan descargó su ofensiva contra Elche, señorío del infante don Juan Manuel, al frente del doble de fuerzas que la vez anterior, si seguimos las estimaciones de Zurita, irrumpiendo por el Campo de la Batalla, al decir de Bellot.
              
Entre el 9 y el 14 de abril Elche fue combatida por los granadinos. La lucha más dura se libró el Domingo de Ramos. Según don Pero Maça de Liçana las ilicitanas contribuyeron a la defensa de las murallas, vertiendo desde lo alto aceite hirviendo. Se les impidió el paso hacia Alicante en el Portitxol, donde se emplazaba una torre de vigilancia. Algunos mudéjares les alertaron de la llegada de Alfonso IV al frente, incorporándose los refuerzos de don Juan Manuel y del obispo de Cartagena don Pedro Barroso. La unión de precaución, defensa tenaz de las villas y despliegue de la hueste real derrotó la audacia de Ridwan. El 19 de abril el monarca informó desde Alicante a su hermano el patriarca de Alejandría de su victoria.
         
En el Valle del Vinalopó el enviado de Alfonso XI Ruy Páez de Almazán había encontrado al rey de Aragón. Le propuso tornar a unir esfuerzos contra los nazaríes, pero la guerra contra Génova le sirvió al aragonés para declinar tal ofrecimiento. En 1333 Ridwan se enfrascó en la accidentada proclamación del flamante sultán Yusuf I, en un año en que nuestras tierras “sólo” fueron azotadas por la escasez de granos. En 1335 la Corona de Aragón concertó temporalmente la paz con Granada. Durante estos lances no resulta claro cuándo y en qué medida se emplearon los citados ingenios pirobalísticos, si contra la tomada Guardamar o la asediada Elche.
              
La enigmática invención.
Escolano la describió como máquina de batir novedosa que con fuego arrojaba pelotas de hierro colado, Bellot como invención nueva para combatir murallas con pelotas de hierro echadas con fuego, y Bendicho de instrumento que lanzaba bolas de fuego.
           
Otras fuentes nos ayudan a validar e interpretar descripciones tan sumarias. El granadino Ibn al-Jatib relató que el 14 de julio de 1324 Huéscar fue acometida por manganeles y un gran aparato que utilizaba nafta para disparar, lanzando chispas, bombas de hierro incandescentes, impactando contra la torre de su castillo y aterrorizando a los sitiados, que terminaron por capitular. En la “Crónica de Alfonso el Onceno” se refiere que en el sitio de Algeciras (1343) los musulmanes asediados lanzaron con sus “truenos” grandes y gruesas flechas, además de pesadas bolas.
        
En suma, tal ingenio se identificaría con una ballesta de trueno, instrumento pirobalístico anterior a la bombarda. El “Manuscrito Milemete” (1327) la representó gráficamente como un rudimentario cañón con forma de jarrón, provista de un orificio de contacto para disparar y dotada de una cuerda semejante a la de una ballesta. Hacia 1359 ya se había generalizado en la Corona de Aragón, año en el que el infante don Fernando ofrecía una a Orihuela junto a una caja de madera y otra de pólvora.
           
 Los orígenes de los truenos.
Tanto poder intimidatorio acreditaba la novedad de un arma introducida en la Península Ibérica entre 1310 y 1324, ya que en la primera fecha los almerienses sitiados por Jaime II no la emplearon. Durante tal intervalo cronológico también se ensayó en otros puntos de Europa, como en Metz en 1324. Los florentinos dispusieron de elementales cañones en 1326.
       
Dilucidar su lugar de origen no es fácil en contraste con la clara atribución de la invención de la pólvora a China. Cipolla supuso que los musulmanes adquirieron las novedades artilleras de los cristianos. Sin embargo, sabemos que las Cruzadas perfeccionaron las máquinas de asedio. En el sitio de Acre (1291) los mamelucos egipcios dispararon con sus catapultas piedras y bolas de barro con mezcla explosiva. Eran herederos de los procedimientos bizantinos de destrucción de naves del estilo de sifones lanzadores de fuego, pez líquida, vasijas plenas de cal viva, abrojos de hierro y bolas de madera con puntas de hierro envueltas en alquitrán y telas azuladas para prender. La ballesta de trueno dimanaría de la asociación de diferentes elementos dentro del progreso de los recursos poliorcéticos, muy animada por los sultanes mamelucos (guerreros de origen servil, insistimos, que alcanzaron altas dignidades de gobierno).
            
En tiempos de Ridwan el cosmógrafo egipcio Al-Umari visitó Granada. Aunque las relaciones mercantiles entre los puertos andalusíes y los egipcios carecían de la intensidad de las del siglo XII, dejándose notar cada vez más la presencia de comerciantes de Génova y de la Corona de Aragón, todavía pervivían. Los sultanes mamelucos se interesaron en ocasiones por la suerte de mudéjares y granadinos. Paradójicamente las innovaciones artilleras liquidarían a nazaríes y mamelucos, pasando la iniciativa al campo de sus rivales hispanocristianos y otomanos respectívamente. En 1492 las poblaciones alicantinas ya disponían de un primigenio parque artillero, imposibilitando la terrible sorpresa de 1331-32.
            
Fuentes:
-AL-UMARI, “Masalik al-absar fi mamalik al-ansar”: L¨Afrique moin l´Egypte. Edición de G. Demmobynes, París, 1927.
-BELLOT, P., Anales de Orihuela, 2 vols. Edición de J. Torres, Murcia, 2001.
-BENDICHO, V., Chrónica de la Muy Ilustre, Noble y Leal Ciudad de Alicante, 4 vols. Edición de Mª. L. Cabanes y C. Mas, Alicante, 1991.
-CIPOLLA, C. M., Las máquinas del tiempo y de la guerra. Estudios sobre la génesis del capitalismo, Barcelona, 1999.
-Crónica de Alfonso el Onceno. Edición de D. Catalán, Madrid, 1976.
-Crònica de Pere Maça. Edición de J. Hinojosa, Valencia, 1979.
-ESCOLANO, G., Décadas de la Historia de la insigne y coronada ciudad y reino de Valencia (continuada por J. B. Perales), 3 vols. Valencia, 1878.
-FERRER, Mª. T., La frontera amb l´Islam en el segle XIV. Cristians i sarraïns al País Valencià, Barcelona, 1988.
-IBN AL-JATIB, Histoire de l´Espagne Musulmane extraite du « Kitab a´mal al-a´lam ». Edición de E. Lévi-Provençal, París, 1956.
-MALTÉS, J. B.-LÓPEZ, L., Ilice Ilustrada. Historia de la Muy Noble, Leal y Fidelísima Ciudad de Alicante. Edición de Mª. L. Cabanes y S. Llorens, Alicante, 1991.
-ZURITA, J., Anales de la Corona de Aragón, 9 vols. Edición de A. Canellas, Zaragoza, 1967-1986.

 
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