06 marzo 2011

IGNACIO PAULINO MIQUEL I URRIOS. UN VILERO MÁRTIR DE LA LIBERTAD

(pincha sobre la foto para conocer la campaña)

En la trascripción que estamos haciendo de la obra “Historia de Villajoyosa” de D. Ignacio Martí i Miquel, notable jurista vilero del siglo XIX, sobrino del héroe ajusticiado por causa de su adhesión al pronunciamiento del coronel D. Pantaleón Boné en 1844 en Alicante, nos hemos encontrado con un caso singular de un joven idealista y romántico abogado vilero, que entregó su vida por unos ideales tan simples-pueden parecernos hoy- como son pasar de una monarquía absolutista, a otra constitucional.

Había terminado la carrera de derecho a los veintiún años, y hacía dos que ejercía en su pueblo natal, la Vila, cuando se sumó con su compañía de Milicias Nacionales de voluntarios, de la que era su capitán, al pronunciamiento del coronel de carabineros que había tomado Alicante, y que solo triunfó en unas pocas ciudades.

Este movimiento fue duramente reprimido por el gobierno de la nación, que envió al general Federico Roncali, al mando de numerosas fuerzas que pusieron sitio a la ciudad y su castillo, entablando duros combates que apoyados por dos cañoneras surtas en el puerto, respondían los sublevados desde el fuerte de Santa Bárbara.

Federico Roncali. Conde de Alcoy

En una de las salidas de nuestro héroe de la plaza, y después de combatir en Elda-Petrel, se batió en retirada sin poder entrar en Alicante por estar el cerco completo. Siguió camino de Villajoyosa, y al llegar disolvió su unidad, incorporándose todos ellos a su vida habitual.

A la semana siguiente, al enterarse del apresamiento y juicio de sus compañeros, se presentó en Alicante, asumiendo sus responsabilidades, haciéndose fusilar en un acto de suprema hombría de bien y de valentía sin límites que nos dan una idea de su romanticismo. Pocos datos mas tenemos de él, salvo que en la noche de la vigilia, confesó y comulgó como buen cristiano que era, y que murió con resignación al grito de “Viva la Reina” “Viva la Constitución”.

Inscripción de "D. Ignacio Paulino" en
el
libro de muertos de 1844 (AMA)

De sus compañeros pasados por las armas, sabemos que rompieron el cerco y se adentraron en la montaña alicantina, siendo apresados en Sella por paisanos erigidos en somatén. Veamos que dice de ello el autor:

"Serían las tres de la tarde del referido día 6 de marzo cuando llegó a Sella el Coronel D. Juan Contreras, con quince lanceros de Lusitania que habían salido en persecución de los fugitivos. Apenas transcurrida una hora fueron trasladados a Relleu y pernoctaron allí hasta el día siguiente, en que fueron debidamente custodiados y trasladados al cuartel general de Alicante, adonde llegaron en la tarde del día 7 de marzo. Los demás comprometidos fueron presos en Alicante, y algunos de ellos, como D. Ignacio Paulino Miquel y Urrios, que estaba ya a salvo, quiso presentarse, como lo efectuó, llevado del exceso de su valor y de su honradez, para que no se le atribuyese que se separaba de sus compañeros en aquel momento crítico, cuya suerte quería seguir. Así pensaban y obraban a los que Roncali calificaba de heces de la sociedad"

Poco tiempo después, entraban escoltados por treinta lanceros los prisioneros hechos en Sella, Boné y sus compañeros.

Acercábase el desenlace del drama sangriento. No intentamos nosotros describirlo, apenado el ánimo, pues estrechos lazos de sangre nos unían con uno de aquellos mártires, hijo ilustre y preclaro de Villajoyosa, el joven abogado D. Ignacio Paulino Miquel y Urrios; nos concretaremos a copiar la descripción de aquella triste y sangrienta escena que regó de sangre el hoy “Paseo de los Mártires”, Dice así:

El ocho de marzo de mil ochocientos cuarenta y cuatro, formaron muy temprano todas las tropas en el malecón. Difundiose la voz de que Boné y algunos de sus compañeros iban a ser fusilados, y el terror se apoderó de todo el vecindario al ver desfilar aquella larga procesión de víctimas, inocentes en su mayor parte, aún del delito de rebelión que en ellos se pretendía castigar. Veinticuatro españoles iban a ser pasados por las armas, españoles que no habían dejado de aclamar a Dña. Isabel II y a la Constitución, y a los que se acusaba de desafectos a su reina.

De este modo describe este triste y sangriento acto el insigne escritor Pirala, historiador imparcial de los acontecimientos contemporáneos de España. A nosotros nos toca cumplir lo prometido y no queremos comentar ni apreciar lo que la historia, con su fallo inapelable, ha juzgado, ya que se pudiera creer que nuestras palabras eran hijas de la pasión y del cariño que profesamos al hermano de aquella santa mujer que nos dio el ser, de nuestra querida madre

Fusilamiento de los Mártires de la Libertad.
Cuadro anónimo expuesto en el Archivo Municipal

Eran las siete de la mañana, y las tropas liberticidas se tendían formadas en el malecón. Este era el teatro donde debía representarse realmente la última escena del drama, el asesinato y el martirio. El aspecto del soldado era triste, y revelaba su fisonomía rasgos visibles de una repugnante amargura lúgubremente marcada, que contrastaba notablemente con la dureza del general Roncali. No es extraño, aquellos soldados eran hijos natos del verdadero pueblo, donde se ha de buscar un rasgo de virtud y heroísmo en tal caso.

Al punto un rumor sombrío se dejó oír y una palabra misteriosa corría horriblemente de boca en boca. Eran veinticuatro jefes del pronunciamiento que se acababan de extraer de las cárceles y que caminaban al malecón, como las ovejas son conducidas al matadero para ser inmoladas y desolladas.

Venían escoltados cada uno por diez soldados y un oficial. Al frente de todos iba D. Pantaleón Boné, altivo, sereno y luciendo en su mirada una arrogancia y disposición de ánimo dignos de tiempos caballerescos de esta nación belicosa: vestían todos con mucho aseo, fumando tranquilamente y dirigiendo a todas partes cordiales saludos de despedida. Aquello era horrible y repugnante, último esfuerzo del corazón que se revestía de todas las galas de la ironía de la muerte, y en ello arrojaba un elocuente insulto a la faz de Roncali, que sombrío, ceñudo y amenazador, contemplaba el cuadro con la bárbara complacencia de un triunfo bastardo.

Boné quiso entregar, a su tránsito, su gorra con galón de plata a un paisano suyo que distinguió entre la muchedumbre; pero el oficial que le custodiaba no lo permitió, al paso que hizo correr la orden a los de su clase que repeliesen a una distancia convenida al paisanaje, que en virtud de aquella, sufrió verdaderas tropelías, no permitiéndosele que se satisficiese una curiosidad bien amarga por cierto.

La población se agolpaba a los balcones, movida de un instinto de curiosidad: ¡Ay! Querían despedirse al menos, con una mirada de tierna inteligencia de sus hijos, de sus padres acaso, de sus esposos o amigos que marchaban a la muerte.

Era un prodigio del orgullo español observar a aquellos desdichados jóvenes todavía en su mayor parte, y que iban serenos al suplicio, dirigiendo a todas partes miradas, bien que a su pesar, expresivas y dolorosas, aunque disfrazadas por una indiferencia aparente; miradas supremas con que se despedían de sus más caros objetos. ¡Ay! Todos dejaban una esposa, unos hijos, una familia, acaso abandonados a la miseria y a la orfandad.

Un silencio profundo envolvía aquel cuadro funeral, del que los sollozos mal reprimidos bajo un estoicismo eran el único móvil: el paso grave y monótono de los soldados, las imprecaciones tácitas del pueblo tan brutalmente comprimido, el formidable aparato de fuerza con que se pretendía sofocar la existencia de la población rechazada por las bayonetas, formaban un conjunto de horrorosa desesperación en aquella hora tremenda que iba a decidir el desenlace de la jornada.

Llegados al malecón, los desdichados fueron colocados de frente al mar para ser fusilados por la espalda; en vano protestaron que no morían por traidores, e insistieron en que se les fusilase de frente. No se les oyó: la inflexibilidad del vencedor se había declarado inexorable, llevando hasta el extremo la rigidez de la ley.

Y entonces, en aquel momento solemne de agonía, muchos de ellos, estimulados por el animoso Boné, exclamaron un grito entusiasta y uniforme de ¡Viva la Constitución!

La formidable voz del general Roncali se apresuró a cortar la exclamación con un ¡Viva la Reina!

La voz del déspota, que era la iniciativa convenida de antemano para la orden de “¡Fuego!”, fue acompañada de cierta señal de inteligencia que comprendió al punto el jefe que mandaba el piquete asesino. Una descarga corrida sonó al punto, arrollando en un torbellino de negro humo aquellas voces; al estampido de la detonación sucedió un espantoso alarido uniforme que parecía su mismo eco lúgubre y homicida; y luego nada, veinticuatro cadáveres rodaban palpitantes por el ensangrentado suelo.

Grabado inglés del fusilamiento de los Mártires

Dio Roncali parte a la superioridad con los nombres de las veinticuatro víctimas, que hemos copiado de la Gaceta de aquellos días.

Fusilados:

D. Pantaleón Boné, Pedro Fernández, Joaquín Cavero, Camilo García, Antonio Béjar, Manuel Núñez, Diego Gómez, Juan Calatayud, Gregorio Sabio, José Luis Ortiz, Manuel Zamora, Isidro Fraile, Francisco Fernández, Ignacio Paulino, José Miñana, Vicente Linares, José Valiente, Isidro Pastor, Camilo Jiménez, Rafael Moltó, Antonio Caballero, José Calpena, Bartolomé Ribot y Simón Carbonell.

Cuando se juzga a una persona, cuando se le condena a la pena mas grave, a la de muerte, lo mismo por las leyes civiles como militares, penales, y aunque sea en momentos críticos excepcionales como el estado de guerra, lo primero, lo esencial es identificar al acusado, filiarlo; pues bien, se fusila a un Ignacio Paulino sin indicar sus apellidos, tan solo los dos nombres que tenía: el 2º, Paulino, se puede decir que era como patrimonio de sus ascendientes, pues en Villajoyosa, la casa de sus padres, antes y después, ha sido siempre conocida por la Casa de Paulí; y aún hoy en día llevan este nombre las fincas que pertenecieron a dicha casa; y tratándose de un abogado, cuya carrera concluyó a los veintiún años de edad, en que obtuvo los grados de bachiller y licenciado en derecho (pues entonces existía el bachillerato en dicha facultad), ni siquiera se le concede el Don, que por su carrera le correspondía, y tan solo se le concede a D. Pantaleón Boné. Tal era el apresuramiento de saciar aquella sed de venganza y de sangre humana que tenía Roncali.

Damos a continuación los verdaderos nombres de aquellos mártires de la libertad, fusilados por el general Roncali el ocho de marzo de mil ochocientos cuarenta y cuatro, con indicación de su profesión y pueblo de naturaleza:

D. Pantaleón Boné, Coronel de Carabineros.

D. Simón Carbonell, Arquitecto Maestro de Obras, y Regidor del Ayuntamiento de Alicante y encargado de sus fortificaciones.

D. Rafael Moltó i Pascual,Comandante de Nacionales de Cocentaina.

D. Vicente Linares Ortuño, Comandante de Nacionales de Finestrat.

D. Ignacio Paulino Miquel i Urrios, Capitán de Nacionales de Villajoyosa.

D. Isidro Pastor i Casas, Teniente de Nacionales de Monforte.

D. José Calpena i Peinado, Teniente de Nacinales de Monóvar.

D. Joaquín Valero, carabinero.

D. Antonio Béjar, carabinero.

D. Diego Gómez, carabinero.

D. Gregorio Sabio, Comandante-Capitán de reemplazo.

D. Manuel Zamora,nacional de Valencia.

D.Francisco Fernández, Comandante del Provincial de Valencia.

D. José Miñana, Capitán del Provincial de valencia.

D. José Valiente, Teniente del Provincial de Valencia.

D. Carmelo Jiménez, Teniente del Provincial de Valencia.

D.Antonio Caballero, Subteniente del Provincial de valencia.

D. Bartolomé Ribot, Sargento Segundo del Provincial de Valencia.

D. Pedro Fernández, Sargento Segundo del Provincial de Valencia.

D.Carmelo Garcia, Sargento Segundo del provincial de Valencia.

D. Manuel Núñez, Sargento Segundo del Provincial de Valencia.

D. Juan Calatayud, Álferez de Caballería de Lusitania.

D. José Ruiz Ortiz, Sargento segundo de Lusitania.

D. Pedro Fraile, Sargento Primero de Artillería.

Mártires de la Libertad del Palamó
Fusilados el 14 de febrero de 1844

Treinta y seis víctimas (aquí el autor incluye a los fusilados en Cocentaina, Monforte y Villafranqueza), la mayor parte inocentes, con la personificación trágica de este acto en tan mala hora concebido; su recuerdo vive perenne en la memoria de los hombres que tienen algún instinto noble de humanidad. Loor para ellos, la patria les consagra una palma y un laurel cívico.

Desde que Boné entró en Alicante prisionero, hasta que con sus compañeros fue sacrificado en aras de un ideal que perseguían, y en defensa de la libertad, la Constitución y la Reina, pocas horas trascurrieron, que las supieron aprovechar aquellos infelices para el bien de su alma. Nosotros sabemos y podemos afirmar que D. Ignacio Paulino Miquel i Urrios confesó y recibió los auxilios espirituales, como ferviente católico que era, y hasta aprovechó aquellos momentos para otorgar testamento, nombrando heredero suyo de todos sus bienes sitos en Villajoyosa a su hermano Tomás, que estudiaba entonces en la Facultad de Derecho de Valencia; y a su sobrino Jaime Martí i Miquel, hermano del que escribe estas líneas, que apenas contaba cuatro años.

Aún conservamos muchas obras de derecho suyas, y en particular apuntes escritos de su puño y letra de las asignaturas de la Facultad de Derecho. El hermano del autor de este trabajo, que como acabamos de decir , fue su heredero, conserva los dos títulos de bachiller y de licenciado en Derecho, impresos en tela de seda, la una amarilla y la otra encarnada. Era D. Ignacio Paulino i Miquel natural de Villajoyosa, hijo de D. Ignacio Miquel i Llorca y de Dña. Isabel Urrios Ezquerdo (sic). A los veintiún años concluyó la carrera de abogado, abriendo su bufete en su pueblo natal, y al ser víctima de aquellos acontecimientos contaría tan solo unos veintitrés años.

No se ha olvidado Alicante de rendir un tributo de admiración a aquellos que sacrificaron sus vidas y derramaron su sangre en aras de un ideal en defensa de la libertad, de la constitución vulnerada por aquel gobierno funesto que regía en mala hora los destinos del país; y que más tarde ese mismo gobierno, representado por Narváez y González Bravo, fue la causa de que se derrumbara un trono secular que ocupaba una reina que, en aquel entonces, aquellos mártires de la libertad salían a su defensa, como se ha probado por sus escritos dirigidos a la nación durante aquel pronunciamiento, que después de todo, no tenía otro objeto, ni otro fin, que separar aquellos hombres como consejeros del trono, presintiendo tal vez lo que tenía que ocurrir a los veinticuatro años de haber ocurrido aquellos hechos, por eso en aquella ciudad de Alicante, ha heredado y perdurado siempre el homenaje que todo un pueblo les tributa todos los años desde el 8 de marzo de 1844.

Primer monumento "móvil" a los Mártires

Al siguiente año de ocurrir este hecho sangriento ya celebraron los alicantinos su primer aniversario, sin temor a las iras ni a las represalias del mismo gobierno que continuaba rigiendo los destinos del país y había sacrificado aquellas víctimas, apareciendo en el malecón, en donde derramaron su preciosa sangre, veinticuatro coronas de laurel; y en el templo de San Nicolás o la Colegiata se celebra un oficio de difuntos, dispuesto por la piedad de personas desconocidas.

Ni un momento se dejaba de celebrar este homenaje que todo un pueblo como el alicantino rinde a sus “Mártires de la Libertad”. Aquel malecón, escenario de aquella vil venganza de un déspota como Roncali, se ha convertido en un delicioso paseo, rodeado de esbeltas palmeras y denominado Paseo de los Mártires, levantándose en él un esbelto monumento o pedestal en donde se han grabado los nombres de aquellas víctimas, y convirtiendo aquel lugar de tristes recuerdos en uno de los más bellos y deliciosos paseos de Alicante, que por su posición frente al mar y en donde se han construido los mas bonitos edificios de la población, es el centro en donde se reúnen los habitantes de aquella ciudad, como punto de reunión y lugar de recreo, en donde se celebran las animadas y lucidas verbenas y demás fiestas que sirven de esparcimiento al ánimo.

Todos los años, el 8 de marzo, se celebra el aniversario de aquellos tristes acontecimientos. Por la mañana, en la Colegiata de San Nicolás, se congrega el pueblo de Alicante a rendir un tributo religioso a aquellos mártires, oyendo las diferentes misas que por el sufragio de sus almas se celebran. Más tarde, y en aquella misma mañana, se organiza una imponente y solemne procesión cívica, presidida por el Ayuntamiento de la ciudad y demás autoridades, a la que concurren todas las corporaciones y entidades de aquella ciudad y todo el pueblo; llevando veinticuatro ancianos veinticuatro palmas con el nombre de aquellos mártires, y otras tantas que llevan 24 niños, llegan a dicho Paseo de los Mártires de la Libertad y, al pie del monumento o pedestal erigido a su memoria, se depositan coronas de laurel y aquellas palmas símbolo de su martirio, y símbolo también de su victoria, que si no la alcanzaron en vida, la han obtenido después de su muerte; pues la historia, esa maestra de la vida, con su fallo inapelable, los ha juzgado ya, elevándolos a la categoría de mártires; y los hechos posteriores han demostrado que su causa palpitaba en el corazón de todo buen español, que no era otra que desaparecieran del gobierno aquellos hombres que con sus desaciertos comprometieron las libertades públicas y el Trono, de cuyas instituciones aquellos héroes eran sus mas acérrimos defensores, según consta en el manifiesto que dirigieron a la nación y en el respetuoso mensaje que elevaron a la Reina. Estos eran los “Mártires de la Libertad”, no las heces con que, calumniándolos, los calificaba Roncali, el déspota y tirano.

La Procesión Cívica saliendo a la Explanada
Foto de Cantos publicada en ABC

También Villajoyosa, que no olvida ni podía olvidar a sus preclaros hijos, ha querido dedicar un perenne recuerdo para perpetuar la memoria del distinguido abogado, Capitán de Nacionales de aquel pueblo y mártir de la Libertad, D. Ignacio Paulino Miquel y Urrios. Al efecto el Ayuntamiento de dicha villa, más tarde elevada a categoría de ciudad, en sesión pública celebrada el día once de septiembre de mil ochocientos ochenta y siete, entre otros acuerdos, tomo el siguiente: Que por el maestro de obras D. Bartolomé Pérez se trace el plano de la calle que ha de unir la de Cervantes con el “Barrio Nuevo”, cuya vía tendrá ocho metros de anchura, y se titulará de “Ignacio Paulino Miquel”.

A este propósito decía la Balanza, periódico que se publicaba entonces en Villajoyosa, en su número 29, correspondiente al día 18 de septiembre de 1887, lo siguiente:

Mucho celebramos que en la última sesión del Ayuntamiento se haya acordado conmemorar la memoria de un malogrado paisano nuestro, de un héroe y mártir de la Libertad, fusilado ignominiosamente en Alicante el año 44, inscribiendo su nombre en una de las calles del ensanche de la población: D. Ignacio Paulino Miquel, tío del inspirado vate, nuestro amigo D. Jaime Martí Miquel, y del autor de “Breves apuntes de la Historia de Villajoyosa”, que seguimos publicando en nuestro semanario, D. Ignacio Martí Miquel, Juez de Instrucción en Castillote (Teruel).

Nosotros, desde el fondo de nuestro corazón, enviamos al Ayuntamiento de Villajoyosa y a los que en aquella época formaban parte de la redacción de la Balanza nuestro mas profundo reconocimiento, y agradecemos en el alma el recuerdo dedicado a aquel preclaro hijo de Villajoyosa, con quien nos unían tan estrechos lazos de sangre, y que ha sido siempre nuestro ídolo y el ser más querido.

Sabemos que, después del tiempo trascurrido, en la calle que acordó abrir el Ayuntamiento de Villajoyosa tan solo existe una casa construida, sin que ostente rótulo alguno. Estos acontecimientos que acabamos de narrar, que como decía D. Pascual Madoz en su Diccionario Geográfico-Estadístico al historiar a Villajoyosa, llenó de amargura y consternación a dicha Villa; este estado de aflicción e indignación se hizo extensivo a los pueblos de la provincia de Alicante, y particularmente a su capital, por haber sido teatro y escenario de aquel drama sangriento; por eso nos hemos tenido que extender en la narración de los hechos, por la importancia histórica que ellos en sí tienen y significan.

La calle Pelayo que en principio debería estar dedicada al Mártir
de la Libertad vilero Ignacio Paulino Miquel i Urrios.
A día de hoy el acuerdo plenario sigue sin cumplirse.


Hasta aquí lo narrado por el sobrino de nuestro héroe, que lleva a la Corporación en pleno celebrado el 11 de Septiembre de 1887, por unanimidad, a abrir una calle que uniese la de Cervantes con el recién construido Poble Nou, y titularla con su nombre. Esta calle hoy titulada Pelayo, debería, en mi opinión, ser rebautizada, con su nombre, ya que el que lleva, nada tiene que ver con nuestra historia, y además, cumpliríamos un mandato democrático, aunque sea con ciento veinticuatro años de retraso.

Fuentes consultadas:
- Ignacio Martí i Miquel, “Historia de Villajoyosa” (Inédito)

Fotos añadidas por Alicante Vivo

FRANCISCO MARTÍNEZ I ZARAGOZA

 
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