Cansado ya de esperar que alguno
de los medios a los que envié este artículo,
encuentre
el momento y el lugar, la oportunidad, la conveniencia, la ocasión,
la
importancia, el interés, la idoneidad, etc. para publicarlo,
no me
voy a quedar con las ganas de que vea la luz.
Así
que lo copio/pego aquí, esperando que todo el que se interese por nuestra
cultura,
nuestra
historia y nuestro folklore, especialmente de Nueva Tabarca,
guste
de leerlo y, si lo cree oportuno, compartirlo, para darle la difusión que,
a los
que se hacen llamar medios de comunicación, no les ha dado la gana de darle.
Así
les va, y así van las cosas...
LA VIRGEN DEL ESCLAVO NO ES TABARQUINA
Es innegable que iniciativas como
la Virgen del
Esclavo son muy buenas para reforzar el atractivo cultural y turístico de Nueva
Tabarca, pero es imperdonable que sea a costa de importar historias foráneas,
queriendo justificarse en un pasado remotamente común, cuando la propia
historia de la isla es tan rica en sucesos y matices que no necesita ser
reforzada por invenciones ni adaptaciones de leyendas marianistas de otras
tierras. Tampoco es de recibo que la Diputación Provincial,
que respalda y colabora con el evento, no sea capaz de controlar la información
que la entidad organizadora transmite a los medios.
Cuando se trata de la historia,
de nuestra historia, connotaciones religiosas o legendarias aparte, la
información de las fuentes ha de ser fidedigna y rigurosa, y debería, además,
ser contrastada por los propios medios. Pero lo cierto es que han sido muy desafortunadas
las noticias publicadas, ya que, en contra de lo que se afirma, ni la obra refleja
los auténticos orígenes de la isla, ni la Virgen del Esclavo tiene nada que ver con Nueva
Tabarca ni con la liberación de sus habitantes de la esclavitud, ni hay
constancia histórica de la «Reina Mora» o «Sultana» (por muy Sara Montiel que
la encarnara -que Dios la tenga en su gloria-) ni de «Sultán» Pepe Ruiz alguno,
y así podríamos continuar con muchos más ejemplos de errores históricos
garrafales que se han venido vertiendo en las páginas de los diarios.
Para empezar, se puede decir que
en el Mediterráneo existen cuatro «islas Tabarca»: la Tabarka o Tabarqa tunecina, origen de todas las
demás, situada frente a la costa de la ciudad de este mismo nombre, hoy unida
al litoral por un pequeño istmo artificial; la ciudad de Calasetta, en la isla
de Sant'Antioco, al suroeste de Cerdeña, unida a esta por un istmo y un puente de
origen cartaginés; la ciudad de Carloforte, frente por frente a Calasetta, en
la también sarda isla de San Pietro; y Nueva Tabarca, nuestra alicantina Isla
Plana, frente al cabo de Santa Pola o de
l’Aljub.
Tabarka (Túnez). La historia comienza con los hermanos Barbarroja y
sus lugartenientes, que llevaban a cabo innumerables ataques piratas en las
costas italianas y españolas, donde causaban numerosos destrozos y se llevaban
cautivos para canjearlos mediante rescate. Barbarroja se autoproclama rey de
Argel, en 1534 conquista Túnez y, desde Trípoli hasta Orán, se le someten el
resto de pueblos, convirtiéndose en un formidable enemigo para España. Ante
tamaña amenaza, en 1535 el Emperador Carlos V (Carlos I de España) ataca y
conquista Túnez, reponiendo al anterior rey, y en 1541 intenta, sin éxito,
conquistar la plaza de Argel para neutralizar los ataques corsarios.
Cercana a la frontera entre
Argelia y Túnez, en territorio tunecino, se encuentra la población de Tabarka,
frente a la que está situada la pequeña isla del mismo nombre. Por esta
situación estratégica, Carlos V la elige para construir un presidio custodiado
por una guarnición de soldados y, dado que en sus inmediaciones existían ricos
bancos de coral, el Emperador decide arrendarla a la familia genovesa de los
Lomellini, firmándose contrato en abril de 1540 para poder pescar dicho coral.
España construye un presidio para quinientos hombres, fortificado y artillado, y
los arrendatarios se comprometen a que siempre ondee la bandera española. De este
modo, España mantendría una pequeña avanzadilla en esta zona.
Carloforte y Calasetta (Cerdeña, Italia). La pesca del coral
convirtió a la isla en una comunidad tan próspera que en el siglo XVII el
número de habitantes empezaba a superar los límites de acogida. Por esta razón,
en 1738, el rey piamontés Carlo Emanuelle otorgó a los tabarkinos permiso para
poblar la isla sarda de San Pietro, cuya capital, en agradecimiento al monarca,
pasaría a denominarse Carloforte. Pero peor suerte corrieron los que se
quedaron en Tabarka, pues en 1741 la isla fue asolada por corsarios tunecinos
que raptaron a más de ochocientos tabarkinos para ser vendidos en Túnez y Argel.
Tras doce años de negociaciones y el pago de numerosos rescates, muchos de
ellos recuperaron su libertad para iniciar una nueva vida en Calasetta, frente
a Carloforte donde ya prosperaban sus hermanos.
Nueva Tabarca (Alicante, España). Pero no todos los esclavos
tabarkinos tuvieron la misma fortuna, y tuvieron que esperar a 1768, momento en
que se da la necesidad del rey Carlos III de poblar la Isla Plana, para evitar
que fuera base de operaciones de los piratas berberiscos que asolaban la costa
levantina, para lo cual, encargaría al Conde de Aranda la fortificación de la
misma, pero sin éxito a la hora de conseguir que residiera alguien en la isla
de forma permanente.
Para resolver este problema, el 5
de abril de 1768 el rey Carlos III firmó una orden que se transmitió a las tres
órdenes redentoras: Trinitarios Calzados, Trinitarios Descalzos y Mercedarios.
Dicha orden mandaba concertar un canje de cautivos argelinos por los españoles
que habían quedado en Argel, sirviendo como mediador el embajador marroquí en
España, Hamet Elgazel. El Conde de Aranda recomendó a Carlos III que, para
apoyar la redención, se procediese al envío de cuatro navíos de guerra que
hiciesen de escolta y actuasen a su vez como medio de intimidación. El 7 de
octubre zarparon las naves San Vicente,
San Isidro y Santa Isabel, y la fragata Santa
Teresa, además de una tartana. El 26 de octubre, ya en la bahía de Argel,
los padres redentores saltaron a tierra y procedieron al canje de veintiséis
capitanes o patronos de barco a cambio de los arráeces argelinos. El resto se continuó según norma establecida de
un argelino por cada dos españoles. En esta situación apareció un temporal que
obligó a los barcos españoles a levar anclas y dejar la bahía. Mientras, los
padres redentores permanecían en tierra, encabezados por Fray Alonso Cano, para
rescatar, obedeciendo órdenes secretas dadas por el gobierno de Carlos III y pagando
fuertes sumas de dinero, al resto de los cautivos que poblarían Nueva Tabarca.
La escuadra española regresó a la bahía de Argel el 23 de febrero de 1769,
llevándose a cabo los últimos canjes tres días después. A la mañana siguiente
embarcaron finalmente para España.
A su llegada a Alicante el 7 de
marzo, donde permanecerían unos meses para reponerse del viaje y las penurias
sufridas y adaptarse, se hizo un recuento de los habitantes de Tabarka, la
célebre Matrícula de los tabarkinos,
que fueron destinados a poblar la
Isla Plana, a la que llegaron el día 8 de diciembre de 1769, y
que a partir de entonces recibiría el actual y correcto nombre de Nueva
Tabarca.
Iglesia de la Madonna dello Schiavo, Carloforte, isla de San Pietro, Cerdeña, Italia |
La Madonna dello Schiavo (La Virgen del Esclavo). Pero la epopeya tabarquina aún tenía que ver un último episodio. Conforme se recoge en fuentes históricas mercedarias, la ciudad de Carloforte sería sorprendida por medio millar de piratas tunecinos en la madrugada del 3 de septiembre de 1798, que vencieron a los pocos soldados de su guarnición, e invadieron las calles de la ciudadela y las casas de los habitantes que aún dormían. Muchos habitantes lograron huir de la captura, escondiéndose en los campos o hasta simulando estar muertos, pero novecientos treinta y tres carlofortinos, alrededor de la mitad de los habitantes, de toda edad y sexo, fueron hechos prisioneros y enviados a Nabeul, en Túnez, donde serían vendidos en subasta, como mercadería. Era 10 de septiembre de 1798, y comenzó para ellos una dolorosa odisea. La situación de estos esclavos conmovió a las autoridades civiles de Cerdeña, y especialmente a los mercedarios, que tomaron la iniciativa para lograr su liberación.
La suma pedida por cada cautivo
era considerada enorme y absolutamente superior a las posibilidades de los
pocos carlofortinos que escaparon a la captura, y del mismo Estado
Sardo-Piamontés, reducido a muy mala situación económica por las guerras
napoleónicas. Reunir los recursos necesarios para rescatar a estos
desventurados fue empresa difícil y prolongada. Muchos cristianos se
movilizaron en Italia y en buena parte del resto de Europa. En particular se
distinguieron los mercedarios, que recorrieron todos los pueblos de la isla
para recoger fondos para la redención, ayudados por los llamados «síndicos»,
obreros o hermanos de la redención, nombrados en cada población por el superior
de la viceprovincia mercedaria de Cerdeña.
Mientras tanto, los años pasaban
y algunos cautivos habían muerto, de modo que en 1803 estaban reducidos a setecientos
ochenta y tres. Hacia el año 1800 un cautivo, llamado Nicolás Moretto, que
gozaba de cierta libertad concedida por su patrón, encontró abandonado en la
orilla del mar parte del mascarón de un barco que representaba a La Inmaculada, que
recuperó y se transformó en el soporte de la fe, refugio y esperanza de los
prisioneros. Esta escultura en madera fue denominada Madonna dello Schiavo, y aún hoy es venerada en la iglesia de
Carloforte. La liberación llegó en junio de 1803. El 24 de dicho mes, todos los
cautivos rescatados fueron acogidos en el santuario de Bonaria, en Cagliari, de
donde se trasladaron a la catedral. Concluidas las necesarias diligencias de la
cuarentena, hacia finales de julio, los carlofortinos liberados tornaron a su
isla.
* * *
Es decir, volviendo al tema que
nos ocupa, que habían transcurrido treinta y un años desde la llegada de los
tabarquinos a Nueva Tabarca hasta el hallazgo de la Virgen del Esclavo en
tierras tunecinas por los carlofortinos esclavos. Entonces, ¿dónde están esos
orígenes históricos, esa redención de los tabarquinos alicantinos, esa Reina Mora
o ese Sultán que recoge la prensa escrita y relaciona con la Virgen del Esclavo? Bajo mi
criterio, en la imaginación de sus promotores que, o no quisieron o no supieron
transmitir lo que una comisión que se define de descendientes de tabarquinos
originales, que en su día fueron a Carloforte, oyeron y, según dicen,
investigaron, hasta que alguien pensaría que no estaría mal exportarla y
adaptarla. Y el caso es que está muy bien, que no deja de ser cultura y «orígenes
comunes», pero lo que no se puede tolerar es tergiversar la realidad para
hacerlos propios, y con mayor razón cuando nuestra isla tiene historia y
tradición más que suficientes como para no precisar importación alguna, ni
cultural, ni folklórica, ni religiosa.