09 enero 2008

EL SEGURA: EL RÍO QUE UN DIA FUE RÍO

El río Segura, conocido como Thader (palmera) por los romanos y War-Alabiat (río blanco) por los árabes, cuenta con casi 18.815 kilómetros cuadrados de cuenca y 325 kilómetros de longitud.
El Segura nace en Pontones, Sierra de Segura, provincia de Jaén, y en su recorrido atraviesa las provincias de Jaén, Albacete, Murcia y Alicante donde desemboca en el Mar Mediterráneo por la Gola del Segura en Guardamar del Segura. La Cuenca del Segura, por ser la más deficitaria de España, es la mejor regulada de Europa. Es tradicional su carencia de agua en algunos tramos de la misma, y a lo largo de los siglos ha condicionado la vida de los habitantes de su vega por su irregularidad. A períodos de grandes inundaciones, seguían otros de grave sequía, repitiéndose de forma cíclica constantemente.

La tradición íbera constituye uno de los legados más importantes de la provincia alicantina. Sus primeros pobladores vieron de inmediato la necesidad de asentar sus viviendas en las proximidades del Río Segura. Su gran belleza natural captó rápidamente la mirada de estos habitantes, que supieron aprovechar sus recursos con el desarrollo de la agricultura o la navegación. El río también fue su guía en las fechas y las estaciones del año: los ciclos de crecidas y sequías venían marcados por la Primavera, el Verano, El Otoño y el Invierno. Pronto los pobladores moldearán sus costumbres en torno al estado del río, que se convierte para los íberos en el señor que dicta las reglas de cómo ha de desarrollarse la vida en el poblado.Serán los árabes, sin embargo, los que mayor provecho extraerán de este recurso natural.
Muchas de las acequias, arrobas, escorredores y azarbetas que todavía perduran fueron consecuencia de un elaborado trabajo cuyo objetivo era canalizar de la mejor forma el agua del río. Una extensa y estudiada red de conducciones que permitía llevar el agua a todos los campos de cultivo de su cuenca. Pocos restos quedan de aquellas norias inventadas por los romanos y traídas a tierras alicantinas por los árabes. Junto a estas estratégicas máquinas que impulsaban el agua para el abastecimiento de las casas, coexistían molinos y puentes colgantes, construcciones a las que sólo se puede acceder a través de viejos dibujos y fotografías.

El auge económico atrajo a gran número de habitantes. Una masificación que con el paso de los años se cobrará una de las más nefastas consecuencias de la Historia natural de la provincia alicantina. La explotación de sus riberas y el cultivo intensivo en su vega, trajo efectos negativos para el Río Segura, que ajeno al desarrollo humano seguía su trayectoria natural. Los pobladores no supieron escuchar y respetar que sus crecidas no respondían más que a las reglas de la naturaleza. Poco a poco, este desconocimiento desembocará en el ansia del hombre por dominar el cauce del agua. Un reto contra la naturaleza que no cesará hasta nuestros días.

A finales del siglo XVIII la construcción del embalse de Puentes y Valdeinfierno en la provincia de Murcia marcan un rumbo para el que no habrá vuelta atrás. Las grandes obras hidráulicas se desarrollarán, no obstante, desde principios del siglo XX. Más de seis embalses se construirán en sus afluentes más importantes durante la primera mitad de este siglo. Un entramado que comienza a desnaturalizar las aguas del Segura. Este proceso se acentuará en 1960 cuando la construcción del embalse del Cenajo, el más grande de la Cuenca del Segura, pone en funcionamiento un total de 19 embalses y azudes, que actualmente controlan todos los recursos hídricos del río.

Algunas de las riadas más conocidas y catastróficas fueron, por ejemplo, la de San Calixto en 1651, con 1.700 m3/seg. y más de 1.500 muertos, o la de Santa Teresa de 1879, con más de 1.800 m3/seg. Otras riadas importantes, que superaron los 1.000 m3/seg., se sucedieron a lo largo de los años 1946, 1948, 1973, 1987 y 1989 provocando numerosas pérdidas humanas y materiales.
Durante siglos, el nervioso rebato de las campanas o el sonido lastimero de la caracola, entonado por atribulados huertanos cuando veían crecer las aguas del río y anegar sus cosechas, eran utilizados como sistemas de alarma para avisar a los agricultores situados río abajo del peligro de una inundación. A pesar de lo rudimentario del sistema y la escasa maniobrabilidad a que daba lugar, los huertanos siguieron utilizándolo hasta el siglo XX.

Hoy el Segura ya no se conoce tanto por su belleza natural y por la riqueza medioambiental que generaba a su paso. Más bien, todo lo contrario. Su Cuenca se constituye como una de las más reguladas del mundo, y sólo en su parte más alta es posible contemplar un caudal ajeno a la contaminación.

Fotos: 1.- Azud de Orihuela, 2.- Diligencia Alicante-Murcia, 3.-Puente de Tablas, Orihuela, 4.- Rebaño cruzando el Segura, 5.- Desembocadura en Guardamar, junto al castillo.

Puedes localizar la desembocadura del Río Segura, el Azud de Orihuela y el Puente de Tablas en nuestro Mapa de Panoramio.

 
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