En la mañana del 5 de septiembre de 1936, en los albores de la Guerra Civil Española, los milicianos de Alcoy que se encontraban apostados en Cerro Muriano, en el frente cordobés, se despertaron a golpe de bomba. Durante todo el día el ejército nacional atacó sin cuartel las posiciones republicanas.
Horas más tarde, en ese mismo lugar, se tomaba una de las fotografías más representativa del conflicto que enfrentó a las dos Españas. Federico Borrell García (miliciano) y Robert Capa (fotógrafo) estaban unidos por el destino ese día. El primero encontraría la muerte en defensa de sus ideales; el segundo el reconocimiento mundial, la gloria y un pedazo de historia de un pueblo. No coincidieron más que en el momento mágico para uno y trágico para otro, en que Capa apretaba el disparador de su cámara justo cuando el miliciano caía herido de muerte.
Eran las 5 de la tarde.
La fotografía dio la vuelta al mundo y Capa comenzó a entrar en la leyenda. Y de la mano de este húngaro (cuyo verdadero nombre era Endre Friedmann) también lo hizo Federico Borrel, el “Soldado Caído”, que recibió dos disparos: uno en la cabeza y otro en el pecho.
Solo la tenacidad de “restituir la memoria de mi amigo”, llevó a Mario Brotons Jordá, historiador alcoyano, a luchar para demostrar la identidad de aquel republicano, sesenta años anónimo.
Borrell, llamado “Taíno”, era un trabajador del textil de Alcoy, que se alistó voluntario al ejército republicano por sus ideas de izquierdas. Había nacido en Benilloba el 3 de enero de 1912, aunque su madre enviudó cuando él tenía 5 años y tuvieron que trasladarse a la capital alcoyana para buscar trabajo.
La ciudad era uno de los centros neurálgicos de la floreciente industria valenciana. Allí conocería “Taíno” la lucha obrera. Pronto se afilió a las Juventudes Libertarias de la CNT. Y entonces llegaron las reuniones y las consignas.
Tras las elecciones del 16 de febrero de 1936, con la victoria del Frente Popular, Borrell y su hermano Evaristo se subieron al camión que el 7 de agosto salió del Alcoy rumbo al frente.
Evaristo, que tenía 19 años cuando murió su hermano, se encontraba a muy pocos kilómetros del lugar en que Capa tomó la fotografía. No halló nunca el cadaver. Ese fue el remordimiento que le quedó toda su vida.
Después de que un amigo común de los hermanos Borrell intuyera que el hombre anónimo de la foto de Capa podía ser Francisco, Evaristo no cejó hasta sacarse esa incertidumbre de encima. Su obsesión por demostrar que el “soldado caído” era su propio hermano, le hizo enfermar. Un cáncer de estómago acabó con su vida en 1995.
Según la teoría del amigo de los dos hermanos, Mario Brotons Jordá, que también luchó en el Cerro Muriano con apenas 14 años junto a “Taíno”, solo los milicianos de la Columna Alcoyana usaban ese tipo de correaje y cartucheras. La confirmación de su teoría vino del fondo de los archivos de Salamanca y Madrid. En ellos, en el registro de muertos unicamente se reflejaba uno en el Cerro Muriano ese día: Federico Borrell García.
El misterio había sido resuelto.
Pero Evaristo no vivió para saberlo. Su dolor y frustración, (los mismos que producen las injusticias de la guerra), por no saber con certeza si aquel hombre era su hermano, le acompañó hasta su muerte.
Os preguntaréis: ¿qué ocurrió con el fotógrafo Robert Capa?
Su vida se aleja aún más de España y la Guerra Civil.
Quizás, algún día os la cuente.
Horas más tarde, en ese mismo lugar, se tomaba una de las fotografías más representativa del conflicto que enfrentó a las dos Españas. Federico Borrell García (miliciano) y Robert Capa (fotógrafo) estaban unidos por el destino ese día. El primero encontraría la muerte en defensa de sus ideales; el segundo el reconocimiento mundial, la gloria y un pedazo de historia de un pueblo. No coincidieron más que en el momento mágico para uno y trágico para otro, en que Capa apretaba el disparador de su cámara justo cuando el miliciano caía herido de muerte.
Eran las 5 de la tarde.
La fotografía dio la vuelta al mundo y Capa comenzó a entrar en la leyenda. Y de la mano de este húngaro (cuyo verdadero nombre era Endre Friedmann) también lo hizo Federico Borrel, el “Soldado Caído”, que recibió dos disparos: uno en la cabeza y otro en el pecho.
Solo la tenacidad de “restituir la memoria de mi amigo”, llevó a Mario Brotons Jordá, historiador alcoyano, a luchar para demostrar la identidad de aquel republicano, sesenta años anónimo.
Borrell, llamado “Taíno”, era un trabajador del textil de Alcoy, que se alistó voluntario al ejército republicano por sus ideas de izquierdas. Había nacido en Benilloba el 3 de enero de 1912, aunque su madre enviudó cuando él tenía 5 años y tuvieron que trasladarse a la capital alcoyana para buscar trabajo.
La ciudad era uno de los centros neurálgicos de la floreciente industria valenciana. Allí conocería “Taíno” la lucha obrera. Pronto se afilió a las Juventudes Libertarias de la CNT. Y entonces llegaron las reuniones y las consignas.
Tras las elecciones del 16 de febrero de 1936, con la victoria del Frente Popular, Borrell y su hermano Evaristo se subieron al camión que el 7 de agosto salió del Alcoy rumbo al frente.
Evaristo, que tenía 19 años cuando murió su hermano, se encontraba a muy pocos kilómetros del lugar en que Capa tomó la fotografía. No halló nunca el cadaver. Ese fue el remordimiento que le quedó toda su vida.
Después de que un amigo común de los hermanos Borrell intuyera que el hombre anónimo de la foto de Capa podía ser Francisco, Evaristo no cejó hasta sacarse esa incertidumbre de encima. Su obsesión por demostrar que el “soldado caído” era su propio hermano, le hizo enfermar. Un cáncer de estómago acabó con su vida en 1995.
Según la teoría del amigo de los dos hermanos, Mario Brotons Jordá, que también luchó en el Cerro Muriano con apenas 14 años junto a “Taíno”, solo los milicianos de la Columna Alcoyana usaban ese tipo de correaje y cartucheras. La confirmación de su teoría vino del fondo de los archivos de Salamanca y Madrid. En ellos, en el registro de muertos unicamente se reflejaba uno en el Cerro Muriano ese día: Federico Borrell García.
El misterio había sido resuelto.
Pero Evaristo no vivió para saberlo. Su dolor y frustración, (los mismos que producen las injusticias de la guerra), por no saber con certeza si aquel hombre era su hermano, le acompañó hasta su muerte.
Os preguntaréis: ¿qué ocurrió con el fotógrafo Robert Capa?
Su vida se aleja aún más de España y la Guerra Civil.
Quizás, algún día os la cuente.